Isabel Bayón, perdida en el concepto
Flamenco viene del sur
A Isabel Bayón ya la vimos en este mismo ciclo hace un par de años. En 2005 la bailaora sevillana nos expuso la obra “La mujer y el pelele” del escritor francés Pierre Louÿs. Era una obra valiente, muy cercana al teatro. Ahora nos trae “La puerta abierta”, también dirigida por Pepa Gamboa; una apuesta conceptual y sin duda bastante intimista. Tanto es así que parte de la idea se queda para ellos, no traspasa el escenario. Habría preferido no disponer de programa de mano, que en su difuminada introducción explica exactamente lo que no llegamos a ver.
La obra en sí es estéticamente bella, muy aplaudida en la Bienal de Sevilla, donde se estrenó. Bella, reposada y sensual, donde una Isabel Gilda (a lo Rita Hayworth, me refiero) viste y se desviste en el escenario haciéndonos cómplices de las caras que nos quiso mostrar. Isabel es una gran bailaora de cintura para arriba. Su baile reposado repercute en su ausencia de piernas. Un baile cercano a la danza contemporánea que, fiel reflejo de la estela que deja Belén Maya, sembró frialdad en más de una ocasión. Frigidez paliada satisfactoriamente por la presencia de Miguel Poveda, el cantaor más en forma que hay ahora mismo en España.
Un martinete en off de Tía Anica la Piriñaca abre la velada. Isabel Bayón salta a escena dejando “la puerta abierta” y apuntando el dolor de la jerezana, que prosigue con las “Variaciones Goldberg” en una grabación de piano, única referencia argumental de la obra. En la soleá aparece un Poveda impresionante, un Poveda que cautiva y convence (habrá que volver a verlo el 12 de marzo que retornará a “Flamenco viene del sur” en solitario).
En la milonga es donde apreciamos más el paralelismo Gilda, cuando se despoja del guante. Su baile es tan sereno, seductor, delicado que crea ausencia. Jesús Torres, compositor musical de la obra, junto a Paco Arriaga, interpreta unas redondas tarantas a la guitarra, mientras Bayón se coloca la bata de cola para bailar las alegrías, quizá el baile más completo de la noche. Alegrías que encierran una sorpresa, se congelan literalmente a su mitad para desgarrar el aire y el sentimiento con unos martinetes de Agujetas el Viejo, recordándonos que incluso las alegrías contienen un importante margen del dolor y el quejío del pueblo andaluz.
Un pasodoble bonito, aunque fuera de contexto, en el que la bailaora saca al cantaor para apuntar unos pasitos, nos acercan al final, que se cierra como empezó con el martinete en off de Tía Anica la Piriñaca, a quien sustituye El Agujetas, en el que se oye hasta el celofán del disco, que Isabel baila con la suavidad y gracia acostumbradas. El fin de fiestas, la pataíta por bulerías, sorprendentemente, también viene anunciada en el programa.
Foto: Paco Sánchez ©
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