De la anarquía a la disciplina
No sólo la sangre es necesaria para estremecer. No sólo el alarde de fuerza compone a un bailaor, a una bailaora. Mario Maya decía que el baile no es fuerza bruta.
Yolanda Cortés, bailaora sacromontana, bailaora de raíz y brío, actuó el sábado en La Chumbera mostrando sus valores. Curtida en las cuevas del Camino, sus pisadas son grandes, su aguante incombustible. Falta reposo, falta silencio, falta la atención a unos músicos que superaron sin lugar a dudas a la protagonista.
Al cante Jaime Heredia ‘El Parrón’, Manuel Heredia y Macarena, complementan un dúo de aguardiente y gusto gitano; Rafalín ‘Habichuela’, a la guitarra, es una muestra de ralentizado sabor y perfección; Benjamín Santiago ‘El Moreno’, con el cajón, impone un compás de fondo, respetuoso y decidido.
Unas tonás (Macarena) abren la noche, que pasan a ser seguiriyas cuando Yolanda hace su primera entrega con pantalón y chaquetilla. El exceso de fuerza tiende al desequilibrio y la desatención conlleva a la fiesta cuando la propuesta es crítica. Con todo hay que decir que el compás y la apuesta en conjunto pueden ser acertadas.
Manuel Heredia, con su potencia de voz y su tendencia al cuplé, propone unas bulerías, que dedica a Antonio Vallejo, con el que empezó su carrera. Y Jaime se entiende por tarantos. A la guitarra (y a lo suyo), Rafael es un dulce con su toque lento y preciso, muy flamenco, con concesiones al jazz.
Acaba la noche con soleá por bulerías, donde destaca el cante de El Parrón, el que en un momento se acuerda de su compañero Enrique. Yolanda es desmedida. Fatiga paseos y escobillas. Y un remate zapateado de casi diez minutos con sólo compás desdibuja el norte.
Esa misma noche me esperaba La Platería, donde bailaba la gaditana Lucía Álvarez ‘La Piñona’, último primer premio de La Unión, llamado el Desplante. En mitad del camino veo luz y jaleo en el estudio-cueva de Juan Habichuela, nieto. Rodeado de gitanos, está grabando unos villancicos para su primer disco, que se está haciendo esperar. Según dice es el último tema que le falta para rematar el trabajo. El resultado es muy del Monte, muy de fiesta, muy cantable.
En la peña, con el acto ya empezado, encuentro la disciplina y la esbeltez de una flamenca bailando por alegrías. El contraste es evidente y la noche comienza a respirar.
Lucía se hace acompañar por dos cantaores de oficio, como son Moi de Morón y ‘El Trini’ que, con unas tonás, exponen su potencial; y por la guitarra sabia de Miguel Pérez, maestro de bastantes guitarristas occidentales.
Una soleá bien templada culmina la actuación de La Piñona, demostrando con creces lo bien ganado de ese galardón de Las Minas.
* Lucía Álvarez ’La Piñona’. Foto sacada de una entrevista realizada en jerezjondo.com
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