Fábula del mundo alargado
Hace mucho tiempo, demasiado tiempo, antes del ordenador, cuando yo escribía cuadernos personales, que encuaderné una serie de textos, de pensamientos, bajo el nombre genérico de ¡S.O.S.! (1983).
Entre sus páginas se hallaba esta Fábula del mundo alargado (que creo que ya lo publiqué en otra ocasión):
¿Quién no ha visto un perro con el rabo entre las patas; o a un gato encogido, con el pelo erizado y las uñas afiladas y amenazadoras, desenfundadas hasta el límite?
¿Quién no sabe que el avestruz oculta su cabeza bajo tierra cuando tiene miedo; o que el mandril camina detrás de la manada de elefantes para protegerse de los leones?
¿Quién no se ha enterado de que el delfín y la ballena (y quién sabe si también las anchoas del Cantábrico) optan por suicidarse antes que morir lentamente en unas aguas contaminadas o en las redes de pescadores egoístas que, por otra parte, exterminan su hábitat y su alimento; o que el panda devora a sus crías para evitarles pasar hambre y necesidades en una selva cada vez más mermada, en un mundo que amenaza con borrar de la faz de la tierra su corta existencia?
¿Quién no ha sentido el temor de una madre por la ventura de sus hijos adivinando un futuro incierto; o la rabia de un niño que soporta las risotadas de otros niños por diferencias étnicas, físicas o intelectuales; o la impotencia de un hombre encadenado, un hombre privado de sus actos, de su palabra, de su pensamiento, determinado por una sociedad cruel, por “jefes” abusadores o por unas leyes incomprensibles, que ni él ha dictado ni está de acuerdo con ellas?
¿Quién no ha sentido alguna vez la impotencia de que decidan por él, de que le “aconsejen”, de que le "comprendan”?
¿Quién no ha dicho varias veces al día: “esto va de mal en peor”, "esto no tiene ni pies ni cabeza”?
¿Y nos hemos preguntado que tiene pies y cabeza?
Veamos: el mundo. La Tierra no tiene ni pies ni cabeza, ni siquiera es redonda. Es una naranja. Es una chata pelota ajada.
Pero no siempre fue así. Hablando un poco en fábula, en fantasía, se podría concebir el mundo era como un isópodo, vulgarmente llamado marranica, cochinilla o bichito bola, que es un bichito negro alargado, pequeño (0.5 a 500mm), con caparazón, que se enrosca para protegerse y que tiene pies (varios) y cabeza.
El mundo, puede ser, que al principio fuera como este crustáceo. Nuestro planeta gozaba de una esbeltez elegante y fructífera. Estaba hecho a la medida de su contenido, estaba maleado como debía.
La felicidad, empero, duró tan sólo unos cuantos millones de años. En cuando apareció el hombre, la especie “elegida”, y más cuando estos seres comenzaron a unirse en manadas y sociedades, para crecer, para multiplicarse, para dominar la tierra y someterla, hasta el extremo de estrujar la naturaleza hasta la última gota de su sabia; la marranica feliz que era el mundo, tuvo miedo y se cerró, se enroscó en sí misma escondiendo su cabeza y sus pies, por siempre jamás.
Desde ese momento todo fue miedo y sumisión; todo fue una inmensa mentira con fecha de caducidad.
3 comentarios
volandovengo -
maría angustias -
Carmen K. -