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volandovengo

Aquella mancebía

Aquella mancebía

Hasta hace relativamente poco tiempo las mujeres no tenían alma. Culpa de ello lo tenían las enseñanzas de Platón y Aristóteles, pero también los pensadores de la Iglesia, como san Pablo, que tanto daño hizo a nuestra libertad individual.

Y, desde que tuvieron alma, se tardaron todavía bastantes decenas de años para que se las tomaran en cuenta, para que tuvieran un hueco en la sociedad, y aún hoy día…

Es una clase de censura cómoda, que los países totalitarios y las mentes autárquicas gozan con alimentar.

La libertad, el pensamiento libre, la diversidad, siempre ha molestado a quien toca el tambor. ¡Ay de aquél que lleve el paso cambiado!

El turno, cómo no, le toca directamente a la cultura, al pensamiento crítico, a la creación fuera de los límites. Se le ha temido más a una pluma que a una espada. El pan y circo de los romanos es moneda habitual en nuestra civilización. Tener al pueblo abastecido y entretenido era la mejor forma de tenerlo controlado.

(Ahora, sí que es verdad, que el pan escasea, pero tenemos el fútbol y la televisión y el circo de los políticos.)

Silvio cantaba que el arma del joven soldado era su guitarra y a Víctor Jara le cortaron los dedos para que no tocara y la lengua para no cantara. Aute llamó a los mandamases buitres callados de forma encubierta y Quevedo le dijo a la reina que renqueaba en este famoso pareado: “Entre el clavel y la rosa / su Majestad es coja”.

Los libros han sido quemados, las películas mutiladas, las voces silenciadas. Todo a favor por un pensamiento único. Todo por un poder absoluto y una cuadrícula extrema. ¡Ar!

En la canción española, ha habido una anécdota que trasciende hasta nuestros días. La canción de Ojos verdes del gran Rafael de León comienza diciendo: “Apoyá en el quicio de la mancebía”. La censura, siempre atenta, alegó que no se podía hacer público que una señora, a todas luces de buen ver, pudiera estar aguardando a sus clientes en la puerta de un lupanar. Así que la letra cambió sensiblemente, llegando a decir: “Apoyá en el quicio de mi casa un día”. Así la grabó recientemente (2005) Tomás de Perrate en su disco Perraterías.

* Tomás de Perrate (foto: Paco Sánchez).

3 comentarios

volandovengo -

Gracias, Nano.
Carmen, tienes toda la razón, aunque ahora, entre las nuevas generaciones, son las mujeres las que toman la iniciativa respecto al sexo y nadie se plantea en tirar la primera piedra.

Carmen K. -

Así se requiebra, con propiedad.
No ha cambiado mucho la cosa. Hoy en día sigue siendo un 'machote' que se acuesta con muchas, y un pendón (putón, guarra, y larguérrimo etc de adjetivos descalificativos), la mujer que acoge entre sus piernas a quién le apetece.

Ignacio Ruiz Herrerera -

Ole, ole y ole.