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El primer poeta surrealista

El primer poeta surrealista

durmen sus un chivau. 

Guillermo, IX duque de Aquitania y conde de Poitou, "supo trovar y cantar bien". Fue abuelo de Leonor de Aquitania, la gran heroína del siglo XII, esposa de Luis VII de Francia y de Enrique II de Inglaterra y madre de Ricardo Corazón de León.

La mayoría de las composiciones de Guillermo son obscenas y antirreligiosas, aunque también sabía ser galante con las damas y sinceramente místico.

Era un libertino. Jean Markale en La vida, la leyenda, la influencia de Leonor de Aquitania dama de los trovadores y bardos bretones (José de Olañeta, editor, 1992) cuenta la anécdota de que el duque fue excomulgado por la Iglesia por sus continuos desmanes (en Niort, después de haber fundado varios monumentos religiosos, hizo construir un burdel donde las jóvenes habían de ir vestidas de monjas). El obispo de Poitiers fue a comunicarle el anatema. En un acceso de cólera, Guillermo sacó su espada, a lo que el religioso respondió que no temía morir, pues se encontraba en estado de gracia. El conde-duque, enfundando, dijo entonces: “No os estimo tanto para enviaros al paraíso”.

Sus poemas, eróticos en extremo, los recitaba o cantaba al frente de sus soldados para darle ánimos en la batalla. Sin embargo, entre sus versos, se encuentra una balada que no es tal. Me atrevería a decir que es el primer poema surrealista de la historia. Comienza de esta manera:

Haré un poema de la pura nada.
No tratará de mí ni de otra gente.
no celebrará amor ni juventud
ni cosa alguna,
sino que fue compuesto durmiendo
sobre un caballo.

Luis Alberto de Cuenca, en el prólogo a la Poesía completa de Guillermo de Aquitania (Siruela, 1983), cuenta: “Probablemente sea esa canción una de las más hermosas y actuales de toda la lírica trovadoresca. Y ello por la maravillosa atmósfera de irrealidad y de misterio que envuelve todo el vers, haciendo de la pura negación un tema literario. Si en sus ocho estrofas comienza la poesía occidental, en ellas está también el fin de la misma. Guillermo —como Samuel Beckett— inauguraba y clausuraba al mismo tiempo”.

¡No hemos inventado nada!

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