La condena
Nunca he entendido el día que se le añade a las sentencias de prisión. Es como el toque añadido de humillación con que la justicia castiga al reo. Aunque supongo que tendrá su explicación lógica, su argumento legal, cualquier pena de cárcel sería suficiente con el grueso de la condena: dos meses, ocho años, doce años. Pero no, se le tiene que sumar la coletilla desmoralizadora de “y un día”. Es motivo de hilaridad por parte de los jueces o de suicidio moral del preso en cuestión. No bastan los seis meses que le cayeron al individuo que delinque, ni decir: “desde el uno de junio al treinta de noviembre, ambos inclusivos”. No, se dice: “seis meses y un día”. Un día para qué. Para preparar las maletas, para pegarte una ducha y afeitarte, para recuperar los efectos personales (menos el tabaco, que se lo habrá fumado un funcionario o trocado por algo)... o para darte una última paliza o para hacerte limpiar de nuevo las letrinas. El monto de la pena es duro, pero se soporta, sobre todo si se reduce por buena conducta, pero el día final, el apocalipsis penitenciario no te lo quita nadie. Es como decir: “la condena la cumples por tu mala cabeza o por tu rebeldía o por tu trasgresión o por tu patología violenta o por tus desvíos sexuales o por tu instinto asesino, pero el día postrero, el último día, el jodido día que añadimos al final de tu pasión, lo cumples por nosotros, por los jueces, por el sistema, por hacernos trabajar cuando podemos cobrar sin necesidad de juzgar a nadie, porque la bondad divina puede que te excluya de toda la condena, pero de este día no te libra ni Dios”.
4 comentarios
volandovengo -
Carmen -
Chapó.
volandovengo -
Rossy -