Sobre el sentimiento efímero de la Navidad
Las consecuencias sociales de un sentimiento prolongado conllevarían el miedo a la eternidad, la injustificación de la muerte, íntimamente relacionado con el horror vacui, la ausencia de un final. El hombre, de conciencia moral, asume lo efímero de la navidad, y en acto propio de carpe diem se lanza a la fiesta de manera melancólica, o evocadora, con el sentido de la reunión —recuérdese el anuncio de “vuelve a casa, vuelve por navidad”— e incluso con un trasfondo religioso. La Navidad prolongada, en resumen, o de un sentimiento prolongado de manera más exacta, carecería de sentido en lo socioeconómico y traería consigo el peligro de editar almanaques con trescientos sesenta y cinco días en rojo.
Por otra parte, necesitamos de estos convencionalismos. No todo el mundo celebra la Navidad —dejando de lado a los que no pueden o no quieren celebrarla por diversos motivos—. El solo hecho de cambiar de año, ajustándolo a través de los tiempos, después de una oncena de meses alternos de treinta y treinta y un días más uno —febrero— cambiante cada cuatro años, en veintiocho y veintinueve, para ajustar el calendario al ritmo solar, es una falacia si nuestros antípodas mudan de fecha doce horas antes que nuestro reloj anuncie las uvas.
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volandovengo -
Carmen K. -