Mutaciones
Desde Darwin sabemos que el mundo evoluciona, los seres que lo habitan, debido a los cambios genéticos o estructurales de los mismos y que se trasmiten por herencia. Dicho con otras palabras (para aumentar la duda, como decía uno de mis profesores) el órgano crea la función. Es decir, cuando se engendró una jirafa con cuello largo, más apta para sobrevivir, pues alcanzaba los brotes elevados, dio pie a procrear otros rumiantes de este tipo.
La dicotomía huevo/gallina, así, esta solucionada. Cualquier tipo de gallinácea primitiva puso un huevo del que surgió la primera gallina tal cual la conocemos para hacer el caldo de ídem. (Las ponedoras fueron un invento posterior.)
El hombre juega con esta genética. Investiga y experimenta en plantas y animales, e incluso en el hombre. Tenemos melones todo el año. Existen burros del tamaño de un perro o pollos de color. Conocemos a niños probeta o madres de alquiler.
El avance evolutivo programado no tiene fin. Se piensa en vacunas y en logros conseguidos por el hombre, pero se piensa también en virus y enfermedades, en pasos que rayan en la aberración. Tenemos tanta confianza como temor a estas metamorfosis artificiales, aunque también tenemos leyes y minutas éticas a tener en cuenta, líneas que no deben traspasarse y terrenos prohibidos.
La ciencia anda a pasos largos. La ciencia ficción no tiene límites, pues no los tiene nuestra cabeza.
Llevo un tiempo con mi niño viendo las películas basadas en Marvel, con sus superhombres y sus planteamientos maniqueos. Basados en esta idea darwinista, las historias referidas nos plantean que el hombre puede evolucionar, puede experimentar unas mutaciones para hacerse más competitivo en esta tierra insegura. Así vemos en la pantalla desde el hombre que atrae al hierro hasta el que puede volar, desde el que regenera sus heridas hasta el que lee la mente.
En realidad sabemos que estamos capacitados para utilizar un tanto por ciento muy pequeño de nuestra mente. Si pudiéramos aumentar el uso de esa capacidad cerebral, estaríamos más cerca del superhéroe, sin profundizar en los niños superdotados e hiperactivos.
Los niños, y los no tan niños, conviven con esas mutaciones, con esos efectos especiales, en el cine y la televisión, con noticias impensables y el avance continuo de las tecnologías.
Por eso, cuando a mi hijo le refiero cualquier mito de extraordinarias dimensiones, ya sea la participación de los dioses griegos en las cuestiones mundanas, ya sea el descenso a los infiernos de algunos héroes legendarios, ya sea la inmortalidad de Sigfrido al bañarse en la sangre de un dragón, ya sea la multiplicación de los panes y los peces, el paseo por encima de las aguas o la resurrección de Jesús de Nazaret, no sólo lo asume completamente, sino que anula la labor proselitista perseguida.
* Jesus sobre las aguas del lago Tiberiades en el mar de Galilea.
2 comentarios
volandovengo -
Jesús Cano -
Un abrazo.