Blogia
volandovengo

Otra vez la crítica

Otra vez la crítica

Alguien, en el teatro, en la localidad inmediata a mi izquierda, me espetó que tan sólo la palabra crítico tiene una connotación negativa. Pensé unos segundos y le di la razón, argumentando que mejor llamarnos cronistas, articulistas, narradores. Y me dispuse a seguir viendo la obra que ya empezaba.

Analizando no obstante el pequeño diálogo pensé —pienso— que no hay que temerle a una palabra, que identifica con exactitud su significado, con otros sucedáneos, difíciles sinónimos o alegorías popularmente más amables.

Henry Miller, en Trópico de cáncer, venía a decir que hay que llamar a las cosas por su nombre, que “el estiércol es estiércol y los ángeles son ángeles”. El Diccionario de la Real Academia define la crítica como “examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc.”, y en esas estamos.

Un mero observador sólo podría trasladar, lo más fidedignamente posible, lo que está viendo, para que los demás se hagan una idea exacta de lo mismo. Sería como un historiador objetivo que da testimonio de lo que, aunque desde su perspectiva, contempla sin hacer ningún juicio de valor. Su carisma estribaría en su neutralidad y en el sentido fotográfico de sus precisiones.

El crítico, en cambio (por mucho que nos duela la palabra) da un veredicto; evalúa y valora la obra en sí intentando, por una parte, influir en el lector, y por otra, establecer una escala de efectividad, en gran parte acreditada por sus conocimientos, por su claridad y por su experiencia. La obra se cotiza así por comparación del resto de productos que con ella se asemejan. Viendo la proyección del arte concreto a través de los años, apreciando su estado actual y previendo su futuro inmediato, su trayectoria, una función, un recital o un cuadro, se sitúan por sí mismos en la gradación aludida.

Podemos equivocarnos en nuestras apreciaciones. Nadie posee la verdad. La crítica no es una ciencia exacta. Por otra parte hay quien no se moja por respeto, por miedo a la crítica de sus críticas, a las represalias, o por temor a equivocarse. Hay quien, por norma, todo lo tasa sobrevalorado; y hay quien lo entierra en un pozo nauseabundo que a nadie beneficia.

Nos podemos encontrar de todo, como en la viña del Señor. “Tanto la más alta como la más baja forma de crítica, escribía Machado en su Juan de Mairena, son una forma de autobiografía. Los que dan un significado feo a las cosas bellas son personas defectuosas. Los que dan un significado bello a las cosas bellas tienen una personalidad cultivada. Para ellos hay esperanza”.

La crítica debe ser constructiva, sea positiva o detractora. Debe aleccionar como un corazón, como la mano de un familiar. La crítica en sí también debe ser bella. Bella en sus palabras, en sus ideas, en sus conceptos y en los posibles consejos que de ella se derivan.

Tenemos que tener en cuenta que no tratamos de una puesta de sol, lejana, ajena e inmutable. Hablamos de personas con un trabajo detrás, con unos sentimientos y con mucho en juego. Nos dirigimos a ellos con respeto, alabando lo bueno y solapando la errata. Pero también nos dirigimos a un público que ve y que también evalúa por su cuenta lo que han visto y demandan objetividad, sinceridad y en parte reforzar las conclusiones que ellos han apreciado o no les encajan.

Hay artistas que no leen lo que se escribe de ellos, aun sabiendo que les beneficiaría para su carrera. Tomar buena nota de las críticas, sean del signo que sean, multiplica la corrección de su obra, lo que se ha de potenciar, lo que se ha de observar y lo que interesa enmendar para futuras puestas en escena.

Sin lugar a dudas, el crítico tiene mala prensa. Se le teme y se le odia a partes iguales. Muchos piensan que es un músico, un pintor o un poeta frustrado. Ya decía Giovanni Guareschi, escritor italiano de principios de siglo: “Un critico es como un gallo que cacarea mientras otros po­nen”. O Lawrence Durrell, novelista británico: “Un crítico es una lombriz de cebo en el hígado de la literatura”.

Alguien, sin embargo, como santo Tomás, debe evidenciar lo evidente. 

* Juan de Mairena frente a su autor.

5 comentarios

Amparo -

Yo busco en una crítica otro punto de vista sobre el objeto; desde donde ver más allá de donde llega mi visión, sensibilidad, o ignorancia. Un punto de vista que en cualquier caso me lleve a conocerlo mejor, a escrutar sobre su esencia.
Tus críticas son para mi focos de luz sobre el objeto, siempre descubro nuevos matices sobre la obra. Y creo que cuando tu valoración es negativa, la expresas de manera elegante y honesta, con palabras “amables y bellas” pero expresando claramente lo que echas en falta o el exceso.
Me gusta tu estilo, siempre aprendo algo.

volandovengo -

Nos movemos por el filo de una navaja. Nuestro único salvoconducto es la honestidad.

Carmen K. Salmerón -

Me temo que tienes razón, volandovengo. Cuando hacemos una "buena" crítica, el artista en cuestión nos "adora". Si esa crítica, esa crónica, es menos "buena", llegan incluso las amenazas físicas.
Por eso, un periodista especializado no es "amigo" de los artistas, ya que esa amistad dura hasta que llega un texto escrito de "algo" que el artista (normalmente con un ego -y manager- potente) no quiere oír.
Evidentemente existen las excepciones que confirman la regla.

volandovengo -

Tienes razón, Carmen, es nuestro sino.

Carmen K. Salmerón -

La figura de la persona que trabaja como crítico, es evidente que siempre será controvertida.