La perfección vive arriba
XVI Muestra de Flamenco. Los Veranos del Corral – Mayte Martín
Es curioso que Mayte Martín se acordara de Lole y Manuel en la bulería que, a modo de bis, cerró el espectáculo del último día de julio en el Corral del Carbón, en el que ella misma se acompañó con la guitarra. En concreto se trata de Un cuento para mi niño, un poema de Juan Manuel Flores, que hacía el corte tercero del primer álbum Nuevo día, de 1975, de la pareja sevillana revolucionaria, aún sin saberlo si quiera. Es curioso, como digo, porque Mayte siempre me ha recordado a Lole Montoya, por su voz dulce, limpia y afinada; por su aparente inocencia y por su poder hipnótico. Aunque la cantaora andaluza gozaba de una calidez somática de amplio espectro, mientras que a la catalana le arropa una asepsia recuadrada. Las dos operan a corazón abierto, Mayte en la sala fría de un quirófano, Lole en un improvisado hospital de campaña.
La perfección, que ambas rozan, sin embargo, parece que se ha trasladado más arriba, de las orillas del Guadalquivir a la Ciudad Condal. Porque el concierto no tuvo fisuras. Todas las piezas encajaban en su sitio, como en un sencillo rompecabezas, desde el sonido, con técnico propio, hasta el excelente guitarrista, Juan Ramón Caro, un tocaor a la medida, pulcro, exacto, suave. Parece que acaricia la sonanta y no la rasca, aunque sabe sacarle el quejío que una seguiriya precisa o el auge de la fiesta por Cádiz. Mayte lo ensalza en su altura, hablando durante toda la función en plural, pidiéndole consejo y guía.
El recital, por su parte, fue clásico y previsible; lineal dentro de la excelencia, parco en su exposición: guitarra y voz. Aunque definitivamente no se necesitara más.
Por peteneras comenzó su entrega, a la que siguieron malagueñas, que se abandonaron por rondeñas y unos valientes fandangos del Albaicín que levantaron al público de sus asientos.
En las seguiriyas, al seis, se acordó de Manuel Molina y de Cagancho, y acabó con la cabal de ‘El Pena’, antes de pasar a los generosos fandangos de Huelva y al garrotín.
La noche se fue animando, sin ese punto de pausado sentimiento con que Mayte tiñe todos los temas. Así, el cante más festero nace para ser escuchado, aunque también es habitual ver a esta intérprete cantarle al baile. Sus facetas son tan grandes como su sensibilidad e igual se embarca en el flamenco, su fuerza vital, como en el bolero, la poesía libre o la canción de autor. Quizá por eso se echaron en falta algunos arriesgados devaneos que trascienden el flamenco.
Con todo y con eso, fue un concierto redondo, un encaje de puntillas metódicamente impecable. Como en las cantiñas o en las bulerías finales que acabaron en los hermosos cuplés María de las Mercedes, que cantara en su día Marifé de Triana, o Un compromiso, del maestro Javier Solis.
Con este recital culmina exitosamente la primera semana de ‘Los veranos del Corral’, un ciclo de categoría que va in crescendo año tras año, una referencia ineludible en el mundo flamenco, que la ciudad de Granada no puede permitirse la frivolidad de perderlo.
* Foto de Joss Rodríguez©.
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