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La noche más granadina

La noche más granadina

XVI Muestra de Flamenco. Los Veranos del Corral – Gala flamenca de Granada

El jueves, último día de la segunda semana de Los Veranos del Corral, tuvo lugar la presentación de cinco jóvenes flamencos granadinos, que, desde hace años, vienen empujando con fuerza. Como nexos en común, aparte de su juventud, tienen unos mismos mitos referenciales, centralizados en la figura de Enrique Morente; y un claro afán por renovarse, basado sobre todo en el estudio.

Marta ‘la Niña’ y Alicia Morales, al cante, nos dejan voces bien templadas, ricas en altibajos y de gran conocimiento. Eficaces por separado, pero al unísono no terminaron de cuajar, aunque también la inseguridad de un primer momento o de un escenario de tal categoría puede que las intimidase.

Desde el primer piso del Corral del Carbón, sobre la balconada, que los efectos de luz la hizo florida, las cantaoras abren boca con unas tonás al alimón que despiertan a un público atento.

Alicia, consciente y modulada, accede en solitario a las tablas, y, acompañada a la sonanta por Álvaro ‘el Martinete’, nos propone en primer lugar granaína y media, en la que se acuerda de Vallejo, y abandolaos; y remata su entrega correctamente por seguiriyas.

Marta ‘la Niña’, más clásica, y con voz más aguda y potente, quizá más segura, hará en su turno una milonga dedicada a su abuela y una caña, en la que se acuerda claramente del maestro Morente y su amor por este palo, que incluía en casi todas sus apariciones. Estuvo arropada por la guitarra de Antonio de la luz.

Álvaro ‘el Martinete’ y Antonio de la luz presumen de un toque limpio y lleno de matices. Mientras el primero, con la fantasía Benamargosa de Riqueni, se inclina por una guitarra de corte concertista, al igual que su maestro Miguel Ochando. Antonio, con una rondeña, goza de las bondades del Sacromonte, con el rasgueo y los arpegios especiales de sus convecinos. Con estas dos muestras, el futuro de la bajañí en Granada está asegurado.

El baile, la naturalidad y la gracia, se llamó Rocío Montoya. Afincada en Norteamérica y perteneciente a la compañía Heartbeat of Home es una bailaora creativa y eficaz. Su entrega por levante y tangos supuso un ejemplo del arte por el arte, donde su disfrute fue extensivo al respetable, aunque su arranque fue poco más que cumplidor. A los postres, con más tronío y presencia, dará una graciosa pincelada por bulerías. Una cuestión empero tengo que objetar a esa costumbre, por desgracia de uso común, de abandonar el micrófono y cantarle a la bailaora en la boca del escenario. Estéticamente será efectivo, pero la voz, que es lo que interesa, se pierde y las o los cantaores hacer un sobreesfuerzo inútil, que sólo sirve para rozar sus gargantas. También eché de menos que se pronunciaran algunas palabras a lo largo de la noche.

Tras los aplausos, el quinteto aún se marcha por fiesta.

* Foto de Joss Rodríguez©.

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