Regalos
Acaba de venir mi cuñada de Egipto y me ha traído dos pares de calcetines y un paquete de calzoncillos, argumentando que allí es muy bueno el algodón (sic). ¿Y si va a China me traerá una ristra de ajos? Es de buen vecino ser agradecido y a caballo regalado... Pero, para esos detalles, mejor que no se hubiera molestado y que me hubiera contado a qué huele el templo de Karnak o qué se siente ante la esfinge de Gizeh o si sigue vivo el sueño de Alejandría. Pero no, un poco de ropa interior cien por cien algodón y, ya se sabe, el algodón no engaña. No digo yo que me hubiera traido un gato embalsamado de la reina Nefertari ni los planos de las pirámides que trazara Imhotep ni un pedacito de la esfinge de Kefrén, pero unas instantáneas del Valle de los Reyes, una figurita de oxidiana (o imitación escayolada), un botecito con arena del Desierto de Nubia, un falso papiro parco y elegante...
Los regalos deben cautivar tanto o más a quien los hace que a quien los recibe. El regalo no necesita escusas. Olvidemos santos, cumpleaños, reyes, viajes, visitas, aniversarios, amigos invisibles, dias (del padre, de los enamorados, del libro, de los inocentes, del orgullo gay), y regalemos cuando tengamos algo qué regalar, algo por qué regalar... El regalo te salta a los ojos. El regalo, como el amor, no se busca, se encuentra.
No hay nada más odioso que el regalo por compromiso, regalar por regalar. No hay nada más aberrante que las tiendas de regalo y el sucedáneo cutre de los "todo a cién".
Quien porta un regalo inútil, le debería quemar en las manos. A quien se le agasaja con una chorrada, no debería elegantemente tragárselo, sino devolverlo al dadivoso en cuestión y decirle "no gracias". Cuántos regalos que no queremos, cuántos regalos que tiramos, escondemos y sacamos a la luz cuando vienen los que con ellos nos obsequiaron. Cuántos regalos indecentemente volvemos a regalar. Cuántos regalos se han roto "sin querer".
Manifestémonos contra el regalo. El convencionalismo de regalar a determinada gente y determinados días es como poco una crueldad obscena. Yo no quiero que nadie me regale nada que no le salga del corazón (siento haber sido algo cursi en esta última frase) y dejenmé con el placer de dar que es mucho más intenso que el de recibir.
3 comentarios
Hueso -
A un amigo no le dejaron ambarcar con una lanza Massai. Al principio le escoció, después, imagino se alegraría infinito
volandovengo -
Una vez me regalaron una cervatana que no servía ni para adornar la chimenea de una casa de campo. La regale o la quemamos.
Hueso -
Porque los \"pongo\", la mayor parte de las veces, también son de compromiso... y no veas el compromiso en que te ponen cuando, al año, llega el regalante de visita a casa y te pregunta:
- ¿Y dónde tienes aquel sombrero mexicano que te traje de Cancún? Mira que con el coñazo que fue ir tirando todo el viaje del sombrero...
(*) Los \"Pongo\" son esos objetos aparatosos que ves cuando estás de viaje y te entran por el ojo y crees que no podrás seguir viviendo sin ellos y que, cuando llegas a casa, te obligan a preguntarte eso de ... ¿Y ahora, dónde lo pongo?