Siempre volvemos a Carmen Linares
Festival Flamenco de Armilla
Por muchas propuestas que se nos presenten, por muchos flamencos que se crucen en nuestro camino, por muchas noches por derecho y pellizco, siempre volvemos a Carmen Linares. Con diferencia, junto a la Niña de los Peines, es la mejor y la más completa de las cantaoras de todos los tiempos. Como dijo Juan Pinilla en su presentación, hay un antes y un después en la manera de hacer y de entender el cante femenino. No obstante (entre las nubes es difícil sobresalir), la de Linares no nos dijo nada nuevo. Fue previsible en su genio y acomodaticia en sus propuestas. La entrega, como siempre, fue absoluta. Carmen, antes de artista, es una gran aficionada y como tal ofrece integridad y respeto. Su actuación, empero, a pesar de hacer cinco cantes, dejó con ganas. Y es que esta cantaora enciclopédica ya no debe ser cabeza de festival, sino de un recitado en solitario que se pueda disfrutar y admirar en toda su extensión.
Carmen Linares siempre ha tenido una predilección especial hacia nuestra ciudad, y ya sea en Armilla, en Cájar o en Huétor Vega, la linarense actúa como si estuviera en su casa. No en vano, es una de las mejores intérpretes, si no la mejor, de los cantes de Granada, y el guitarrista que le acompaña habitualmente es Paco Cortés e igualmente se acerca a los demás tocaores granadinos. Como en esta ocasión, en el Teatro de Armilla, que le acompañó un inspirado Miguel Ochando, formando un dúo de verdadera excepción.
Culmina el Festival Carmen, con su voz flamenca y reposada, haciendo alegrías, en las que se ciñó a sus grabaciones sobre “La mujer en el cante”. En general todo su recital estuvo basado en este trabajo antológico. Desde Cádiz pasó a su tierra estremeciéndose con unas tarantas de Linares. Una soleá muestra definitivamente que es la reina, que se enseñorea a continuación con unas seguiriyas, para terminar con bulerías. Sin ser propiamente festera, esta cantaora tiene grabadas algunas de las más bellas bulerías de los últimos tiempos.
Carmen Linares promoverá también un prolongado fin de fiestas, en el que se da una pataílla con arte y elegancia.
La riqueza de matices y la brillantez de la guitarra “ochandiana”, antes de la jienense, también acompañaría a su paisano Joselete de Linares, un cantaor de oficio, largo en recursos y conocimiento. Si la protagonista ya aludida fue previsible, este cantaor caracolero fue toda una agradable sorpresa. Pleno de facultades y dominador de la escena, comenzó con una soleá fenomenal, para hacernos seguidamente unos fandangos, que recordaron el buen hacer de Pepe Pinto, y culminar su entrega por bulerías, cantándolas de pie, como mandan los cánones, pues se presta a acompañarlas de un bailecito. Y Joselete no defraudó.
La primera parte estuvo protagonizada por la guitarra limpia y precisa de Ramón del Paso, que acompañó a un equivocado Alfredo Tejada que, forzando la voz innecesariamente y voceando sin medida, abordó unas mineras y se fue por bulerías. Este joven cantaor también le cantó unas seguiriyas para el baile temperamental de Isa Vega.
Del Paso arroparía seguidamente a la voz dulce y modulada de Inmaculada Martín. Esta joven sevillana se acercó a Chacón para brindarnos caracoles, unas seguiriyas que le quedaron algo grandes, una sabrosa granaína y media muy apropiada para su voz, y terminó con fandangos.
Para culminar esta primera parte, José Balao interpretó el poema de García Lorca “Baladilla de los tres ríos” por milongas, continuó con una soleá de buena factura y terminó con tientos-tangos de inspiración morentiana.
Como anécdota del festival podemos hablar de la aparición de Morfeo a uno de los espectadores casi al principio del recital. No es delito dormir, todos nos hemos quedado traspuestos alguna vez aplacados por el cansancio o por el sopor de la copla, pero sí es alarmante roncar como un descosido fuera de compás.
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