Relojes
Durante el atardecer de ayer me crucé con mi relojero, al cual le había llevado el de pulsera para que me lo ajustara, pues atrasaba y se paraba constantemente sin previo aviso. Sonriente, detrás de su gran bigote rubio, me preguntó que cómo iba eso. Sin pensármelo dos veces le respondí con una frase hecha: "funciona como un reloj". Su sonrisa primera se convirtió en una mueca de incógnita, como la mía.
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