La ropa tendida
La ropa tendida siempre me ha parecido un símbolo de felicidad. Aparte del buen tiempo, que se supone que hace (secar los trapos al sol), infunde una suerte de sentimiento pacífico y tranquilo a quien lo mira. Ondean las sábanas, blancas, inmaculadas, y parece que no hay nada más, que no pasa nada, que la misma ropa de cama es la cortina del paraíso.
Y cuando hay ropa interior supone un despliegue de sencillo erotismo; y cuando hay ropa de bebé es como un beso a nuestros pliegues más sensibles; y la ropa de trabajo desprende un olor a hogaza de pan y embutidos caseros...
En otros tiempos, mi madre que vivía en la Carrera del Darro, asomados al río, recogían la ropa tiesa, hecha un cartón por el frío. Frente a la chimenea era su siguiente destino.
Tengo unos vecinos que siempre tienen el tendedero lleno, haga frío o calor, llueva o haya ventisca. Yo tengo secadora, que es menos romántica, aunque lo alterno. El sol es imprescindible y la ceremonia de tender la colada, añeja, emotiva e incluso cooperativa. Recomiendo que se tienda en pareja, que se recoja en pareja (también la ropa).
Una de las tradiciones que han pasado más desapercibidas y que pocos se preocupan de fomentar es esa costumbre de subir a la azotea o bajar al ojopatio, o rodear la vivienda o salir al balcón en comunidad para tender la ropa, para admirar las prendas del vecino, para ver su blancura y su color, para hablar de la vida de los demás (cotillear, lo llaman algunos).
* FOTO: Ropa tendida en una de las calles laterales a la Via Garibaldi (Venecia)
1 comentario
Hueso -
De lo que más me gusta de la Barceloneta es que sigue siendo un barrio con sabor en que la ropa se tiende en los balcones...