Ya lo entenderemos
Flamenco viene del sur
Digo yo que algo tiene que tener Pitingo para que la familia Habichuela al completo apueste por él, lo arrope y lo aplauda. Antonio Álvarez, natural de Ayamonte y afincado desde hace unos años en Madrid, viene con un aire nuevo a aportar frescura al flamenco. Como la mayoría de los artistas inquietos son conscientes de la horizontalidad entre todas las artes, entre todas las músicas. Amante del soul y del gospel, ha logrado impregnar el flamenco de esos ritmos (y no viceversa), aportando un sonido diferente, otra vuelta de tuerca a este gazpacho, a este cajón de sastre (léase desastre), en que a veces se convierte el flamenco. Pero crear, innovar, saltar al vacío, puede que sea la razón del progreso, el sentido de la evolución. Dónde estaría ahora Enrique Morente si de vez en cuando no se hubiera tapado los ojos (y los oídos); dónde estaría Paco de Lucía y Camarón y don Antonio y la de Los Peines. Así Pitingo, con una voz bien matizada y gran sentido del ritmo, con un conocimiento profundo y una jondura innata, se atreve a matizar lo que ya existe con soniquetes afroamericanos, llegando al cenit de su creación, en lo que ha dado en llamar “soulería”, que es una armonía de gospel o soul metida a ritmo de bulería acelerada. Un sonido nuevo, un estilo heterodoxo, que tiene sus detractores, al igual que goza de incondicionales.
Pitingo, parcamente, con la inconfundible guitarra del ex Ketama Juan Carmona, se templa con una soleá que parece que no cuaja, que no llega, que no remata como se pretende. A ésta, le sigue una granaína que suena aún peor, a excepción de algunos quiebros y arrojos. Siento, en ese momento, que la guitarra está muy por encima del cantaor. La frialdad del principio, sin embargo, se palia con bulerías, con las que entra de lleno en su propuesta soul. Se trata del tema “Wendolin”, popularizado por Julio Iglesias. Para ello se hace acompañar de un coro de color y del cajón de “El Moreno”, otro Habichuela. Desde ahora comienza a crecer el recital en calidez y complicidad. El patriarca de los Habichuela, Juan Carmona, sale al escenario para aportar su arte sin igual en “Los Quereles”, unas malagueñas de El Mellizo culminadas por pasodoble. Juan Habichuela es único. Su sensibilidad, su limpieza, su naturalidad, su aparente sencillez, su ortodoxia… son encomiables. “Caramelo”, según el cantaor onubense. El abuelo Juan también acompaña por bulerías, que tienen mucho de cuplé, antes de pasar a los fandangos de su tierra, precedidos por dos naturales y rematados valientemente por Toronjo, a pie de escenario. Reconocemos también las letras como suyas, juntamente con el maestro Gamboa, productor de su disco. Para terminar, Pitingo nos brinda su carta de presentación: las soulerías propiamente que le abren un hueco especial en el flamenco de este milenio. Y, como él dice, “ya me entenderán”.
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