Intimidaciones
No sé qué hacer. Por tercera vez (las tres en esta misma temporada) me llega una advertencia (amenaza suena demasiado fuerte) por mi labor como periodista y crítico de flamenco.
La primera fue en diciembre pasado, cuando uno de los encargados me negó el acceso al teatro, pues mi periódico no era bien recibido en su festival otoñal de flamenco.
La segunda fue recientemente en el FEX, cuando Juan Andrés hizo gala de su furia Maya sobre mí por no haber ido a verlo y sacado en los papeles.
La tercera, ha sido esta misma mañana. Recibo un mensaje anónimo en el móvil de tal guisa:
"Me ha llamado la chica que cantó el viernes [Esther Crisol] llorando que habías hablado mal en el periódico. Tampoco lo hizo tan mal para ser una que empieza. Tú haz caso a lo que te dice la gente como el Isidoro ese y demás que yo sé y no seas objetivo y lograrás que se te pierda el respeto." (los acentos son míos).
Como digo, no sé cómo tomármelo. A Esther es la segunda vez que la veo y no le he hecho tan mala crítica (leer el post anterior ). Tan sólo no me llegó, no me sorprendió tan gratamente como cuando la escuché por primera vez. Hay días y días (para ella) (para mí).
Llevo cuatro años haciendo crítica de flamenco y si de algo puedo presumir es de mi imparcialidad y objetividad. No me caso con nadie. A los de mi alrededor les presto la atención precisa, pero nunca dejo que me influyan. Me alegra no obstante contrastar mis apreciaciones.
Cuando me llega un artista lo alabo. Cuando no me dice gran cosa lo paso un poco por alto y destaco lo bueno (que siempre lo hay) (si no no estarían donde están). Pero todos merecen mi respeto y aplauso. Admiro su decisión y su empeño. Nadie puede decir que le he faltado, que no le haya encontrado un brillo, que busque otra oportunidad...
El mundo flamenco es pequeño y como todos hay envidias y zancadillas. Supongo que en cuatro años tres traperas no son tanto. Seguiré, como siempre digo, ejerciendo mi trabajo de la mejor forma que pueda, aun sabiendo que alguien me mira mal, aun sabiendo que puedo tener problemas, aun sabiendo que quien sufre con esas cosas soy yo.
Después me dicen en la redacción que los flamencos no leen los periódicos.
7 comentarios
volandovengo -
lauzier -
volandovengo -
Miguel Ángel González -
Comienzas por señalar la inmejorable escuela que sigue, para dar cuenta a continuación de los cantes que ejecutó, acusando (como es tu derecho y tu deber), con el mayor respeto, lo que te convenció menos y atribuyendo a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César (léase Cantaora y Sonido).
No son críticas como la tuya las que pueden hacer daño a los artistas en ciernes. Por el contrario, lo que sí suele perjudicarles extraordinariamente es la intervención del amiguete que se erige en "protector", por el cómodo procedimiento de no indicar los fallos a su "protegido", sino de usar y abusar para con él de la adulación y el botafumeiro.
Una experiencia no corta en este campo me ha dado a conocer innumerables casos de chicos y chicas que prometían en el cante, el toque o el baile y que han sido irreparablemente echados a perder por el permanente halago gratuito de padres, familiares, allegados y demás "bienhechores": bailaoras a las que se convence de que son la reencarnación de Carmen Amaya en cuanto dan el zapatazo inicial; tocaores que dejan chiquito a Paco de Lucía antes de haber roto su primer juego de cuerdas; cantaores que aún no han aprendido a colocar la voz y ya han sido enaltecidos por sus "mentores" hasta olimpos más soberanos que los de Chacón, la Niña o el Torre...
El artista incipiente debe huir como de la peste de semejantes "asesores", si de verdad aspira a hacer una carrera seria en flamenco.
Por lo demás, tú firmas lo que escribes. Me pregunto: ¿qué autoridad moral puede arrogarse un sujeto agazapado tras el anónimo para indicar a nadie cómo hacerse "respetable"?
volandovengo -
joven llanos -
Si me amenazas prometo escaparme
yo no volvería a hablar.
Son tus palabras puñales, que abrirán
algo muy dentro de mí.
Vanessa -