Cuaversos de Bitácora
Desde algunos blogs cercanos me animan a dedicar un día a la poesía, en concreto los miércoles, dando forma a una iniciativa global llamada "Cuaversos de Bitácora".
Me parece buena iniciativa, para exponer los versos propios y ajenos y llenar el ciberespacio de sensibilidad. Lo que pasa, me excuso, es que yo publico poesía de vez en cuando y mis días y este blog están un poco condicionados por el flamenco.
Pero la carne es débil y el arsenal de poemas esbozados es mucho. Así, que creo que lo voy a intentar.
Tengo una serie de versos que hago y rehago continuamente, amplío y modifico sin ningún rigor, con sólo pasión. Son la mayoría antiguos y apenas han visto la luz. Son cortos y sencillos. Intitulados "Pequeños poemas para salir de casa".
A veces me sorprendo
hablando solo;
no creo que sea locura
ni juvenil demencia.
Pienso en voz alta,
como el sordo que grita,
como el mudo que escucha,
como un barco sin rumbo,
leva áncoras,
a la deriva.
Alea iacta est.
10 comentarios
volandovengo -
Alfa79 -
Soy un aficionado a la poesía (la de los buenos -y desconocidos- autores, por supuesto), pero mi admiración es siempre hacia quien se atreve a publicar sus versos.
Buen intento y mejor resultado.
Saludos. Alfa79
volandovengo -
Para escribir poesía (lo dice un aficionado) lo primero que hay que hacer es leer mucha poesía y dejarse llevar.
Puede que algún día el verso llame a tu puerta.
El Pinar -
volandovengo -
la chocha pana -
Los que echaban a perder un cuento bueno o escribían uno malo lo enviaban a un componedor de cuentos. Este era un viejecito calvo, de ojos muy vivos, que usaba unos anteojos pasados de moda, montados casi en la punta de la nariz, y estaba tras de un mostrador bajito, lleno de polvosos libros de cuentos de todas las edades y de todos los países.
Su tienda tenía una sola puerta hacia la calle y él estaba siempre muy ocupado. De sus grandes libros sacaba inagotablemente palabras bellas y aún frases enteras, o bien cabos de aventuras o hechos prodigiosos que anotaba en un papel blanco y luego, con paciencia y cuidado, iba engarzando esos materiales en el cuento roto. Cuando se terminaba la compostura se leía el cuento tan bien que parecía otro.
De esto vivía el viejecito y tenía para mantener a su mujer, a diez hijos ociosos, a un perro irlandés y a dos gatos negros.
Mariano Silvia y Aceves (Campanitas de Plata, 1925
volandovengo -
Aunque tengo haiku, voy a seguir con mis versos callejeros.
Jesús Lens -
Emocionante poesía. La semana que viene, por mi parte... haikus.
volandovengo -
gina -
¡Qué maravilla!