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El sueño de La Susi y las alas de Pastora

El sueño de La Susi y las alas de Pastora

Los veranos del Corral. XI Muestra Andaluza de Flamenco

La estela cantaora de La Susi no hay quien se la borre. Su buena voz, flamenca, desgarrada, es para reconocerla. Pero, me temo, que fueron más el ruido que las nueces. Es más la expectación que causa su nombre, sus grabaciones y su trayectoria, que el recital que nos brindó. Quien compartió escenario repetidas veces con Camarón, a pesar de asegurar que se encontraba a gusto, no estuvo a la altura. Sus olvidos e invenciones no tenían razón de ser. La autoridad de su voz por encima de sus compañeros empobreció su actuación. El guitarrista, Manuel de la Luz, iba a remolque. No sé si llegaron a entenderse. Los palmeros, Bobote y Mercedes Amador, sonaron desiguales.

Unos acordes de guitarra introducen la toná. Las seguiriyas son aceleradas, como de baile. En cambio, las malagueñas son pausadas. Se abandolan e intentan acabar con fandangos de Granada. En los tangos demuestra su eminencia festera. Su mejor entrega, sin embargo, es una vidalita, que termina siendo marchenera, la misma que grabara Morente con Sabicas. El punto final lo ponen las bulerías y sus cuplés, que acabaron al pie de escenario con La Susi, en su papel de diva, dando graciosas pataíllas.

Pastora Galván concentra en su persona toda la esencia del baile flamenco quizá desde sus comienzos. Su oficio y entrega son tan exactos que se permite licencias impensables. Lo más llamativo es el vértigo, la velocidad que le imprime a sus composiciones sin perder la compostura, sin perder el compás, sin perder la belleza estética, sin perder ni una horquilla. Aunque lo mismo se para, escucha el cante o baila el silencio como en un apagón. Los momentos radicales, los desplantes de vanguardia extrema, se los debe a su hermano o a la nueva tendencia en que él se mueve.

Las seguiriyas son un compendio, una muestra completa de su fuerza, de su estilo. Esta pieza encierra tonás, fandangos y un apunte por sevillanas. Las alegrías las aborda con tradicional bata de cola blanco y manila floreada. A pesar del ritmo trepidante, que recorta los tiempos, mueve el vestido de forma envidiable. Y el mantón, del que parece despreocuparse, realiza el vuelo más auténtico que he visto últimamente.

Entre sus propuestas, sus músicos abordan un par de temas sobresalientes. Comienza David Lagos, a quien no conocíamos, cantando unas malagueñas. La voz hueca y profunda de José Valencia, con exceso de grito, ahora más moderado, interpreta una taranta bien modulada. A la buena guitarra de concierto de Juan Campallo (de apellido sugerente) le falta la fuerza necesaria para tocar atrás. A las palmas, repite Bobote, sin anunciar.

Los tangos finales, igualmente son una delicia. Son tres bailes tan diferentes en su aproximación y resultados que parecen tres bailaoras distintas. Tres bailaoras que podrían seguir multiplicándose como ya vimos hace unos años en su montaje “La Francesa”, donde exponía todos sus registros.

El poquito de alborea y bulerías finales fueron otro regalo.

* La Susi en la foto (© Muriel Mairet).

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