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volandovengo

La seguiriya del siglo

La seguiriya del siglo

Se me hace difícil comentar que Ana Mochón es la cantaora más completa de nuestra ciudad. Se me hace difícil afirmar que su seguiriya es de lo más auténtico que hemos oído en lo que llevamos de siglo. Y se me hace difícil porque Ana es una niña de quince años, que aún se está haciendo y tiene muchos precedentes; y porque la seguiriya es un cante de madurez, es un cante por derecho, de palabras mayores.

Exagero, sin embargo. Seguiriyeros buenos han pasado por nuestros escenarios (estoy recordando a Antonio ‘El Colorao’, a Nene de Santa Fe o a Miguel Lavi, por ejemplo). Pero el buen sabor de boca, la afinación, la ligazón de los tercios y el remate por cabales, levantó al público de sus asientos.

‘Solera y caña’ es una peña que se empeña en ser pequeña (valga la cacofonía), de Maracena. Una peña acogedora y coherente, en la que artistas y parroquianos se encuentran como en casa. Toda la verdad del flamenco pisa sus tablas y el duende, como dijo el presentador, planea entre los asistentes. Ana Mochón se sentía a gusto y el tocaor local, Alfredo Mesa, jugaba en su campo.

Ana tiene gran conocimiento del cante, domina los altibajos como pocos, está siempre afinada, tiene brillo en la voz y modula su torrente. Sus propuestas son arriesgadas y poco convencionales. Su entrega y profesionalidad la llevan a tal extremo que tiene la delicadeza de no repetirse en sus recitales, sobre todo si es un mismo foro la que la contempla. Así, si un día propuso alegrías y fandangos, al día siguiente hace caracoles y saeta. Si hace soleares, un día es de Triana y al otro de Alcalá.

Comienza el recital con la caña y continúa por malagueñas y abandolaos, que llegan a ser valientes cuando entona los fandangos de Granada. Ana vence y convence de una sola vez. Alfredo le va a la zaga, aunque a veces les falte la complicidad que se adquiere con la costumbre de tocar juntos. Lástima, una vez más, la megafonía.

Hay guitarristas que nacen y otros que se hacen. Hay artistas y hay artesanos de la guitarra. Mientras el artista estremece, el artesano sorprende. Mientras el artista nada en aguas mansas, el artesano lucha en la turbulencia. Alfredo crece, se expande, y siempre tiene algo nuevo que decir. Su toque limpio y canoro es toda una declaración.

Las milongas que siguen, La baladilla de los tres ríos, se la enseñó Antonio Trinidad. Ana la aborda derrochando belleza. Hermosa también es la farruca, como definitivos son los tangos del Camino con que termina el primer pase. Será una de las mayores representantes de nuestros cantes autóctonos.

La segunda parte comienza por caracoles y sigue por soleares. Una bella petenera precede a la seguiriya aludida en un principio. Termina por bulerías, cantadas de pie, como mandan los cánones, para acompañarlas con fresco braceo o graciosa pataílla. En éstas se acuerda de Alfileres de colores del jerezano Diego Carrasco.

Como bis, a los postres, interpretó una saeta. Tremenda.

* Ana Mochón en la peña de Huétor Tajar (foto de archivo).

 

3 comentarios

volandovengo -

Gracias, Salvatore, por leerme y por estar sensibilizado con el flamenco y con esta niña. De seguir asçi, dentro de poco la tendremos entre las mejores. Su hermano, aunque no lo conocí, debió ser un buen referente. Encantado de saludarte.

salvatore -

ola me a gustado mucho su comentario sobre ana yo estube y me quede sodisfecho de toda la actuacion que hiso tanbien estube en piñar en diciembre y lleva usted razon no se repite,tengo algunas cosas de ella en youtube arcuriasalvatore puede ver algo,tanbien su hermanito jose en pax descanse.un saludo afectuoso.

Lara Cano -

Joé... siempre que hablas (o que te he leído reseñas) sobre Ana, más ganas me entran de verla... A ver cuándo tengo oportunidad.