Una guitarra brillante
XII Muestra Andaluza de Flamenco
Los Veranos del Corral
Después de una semana de promesas que no llegan a cuajar, el Corral del Carbón retoma las riendas para mostrar lo que siempre ha sido. Aunque recordamos que en otros años pasó lo mismo y el carbón no comenzó a prender hasta los tres, cuatro o cinco días de rodaje (obviando el primer día con un estreno de excepción), hasta que acaba en una combustión difícil de apagar por mucho tiempo.
El lunes abrió la velada un introspectivo Miguel Ochando con su guitarra precisa. Puede que, junto a José Manuel Cano, encabece el concertismo en Granada. Su forma de tocar es limpia y exacta, equilibrada y redonda. Más lírico que otras veces, Miguel se impone sin aspavientos en uno de los primeros puestos del panorama nacional, buscado por todos los cantaores que quieran añadirle un nuevo valor a su entrega.
Ochando comienza homenajeando la tierra con una granaína. Es rico en arpegios, pura agua. Continúa, apoyándose en la segunda guitarra de Alfredo Mesa, interpretando un zapateado de Esteban Sanlúcar, conocido en su repertorio, que se incluye en su trabajo discográfico Memoria (2007), dedicado a los maestros clásicos de la guitarra flamenca.
Otra vez en solitario borda una rondeña, para pasar rápidamente a la fiesta, en compañía nuevamente del aventajado Alfredo, que ya no se bajará del escenario. Así proponen bulería clásica; la rumba llamada El inclusero de Juanito Valderrama, musicado por Niño Ricardo; una bella guajira, que principia con los acordes de Ojos verdes; y acaban por bulerías. Todo un derroche de sensibilidad y arte.
El baile de Eva Esquivel ocupa la segunda parte arropada por un cuadro de excepción eminentemente granadino. A saber: Sergio Colorao y Antonio Campos al cante; a la guitarra Luis Mariano; y Miguel ‘El Cheyenne’ con el cajón. Eva es correcta y estilosa, nada recargada. Aunque le falta la picardía necesaria para dar sabor a la escena. Comienza su entrega, visiblemente nerviosa, con un taranto. El mantón negro se convierte en un obstáculo más que en un añadido. Se le enreda en el pelo y en la silla y no vuela como debe. Al pasar a tangos, no obstante, la bailaora se relaja y convence roneando.
La malagueña de Chacón Del convento las campanas sirve de interludio para volver a ver de nuevo aparecer a Eva, con cola blanca y palillos, para dejarnos una pincelada por fandangos albaycineros, bella por su brevedad.
Otra vez, sólo los músicos, nos proponen una vidalita que, en la voz de Sergio y la guitarra de Luis Mariano, es todo un regalo. Acaba la bailaora granadina por alegrías, que encierran unas bulerías muy de tablao, y se rematan con aires de Arcos, muy al gusto de Antonio Campos.
* Imagen: © deflamenco.com.
0 comentarios