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volandovengo

Silicona

Silicona

Las conversaciones se repiten. No es que seamos poco originales, sino que nuestras preocupaciones siguen siendo las mismas. Según la vida avanza, se van incorporando nuevos argumentos a nuestro mundo, mientras otros caen en desuso. Me refiero sobre todo a nuestra existencia superficial, porque la profunda no cambia. Nuestra necesidad de alimento, salud, techo, amor, seguridad... están latentes en nosotros como seres humanos desde el principio de los tiempos.
El otro día, hablando con unos amigos, salió a la conversación el tema de los pechos postizos. Si gustan o no gustan, si se notan o no se notan, si merecen la pena, si su tacto es igual, si dejan secuelas, etc.
recordé entonces que está conversación, más o menos de igual manera, llevo años y años manteniendo. Fechada en 1992, hace casi veinte años, escribí un texto breve para una revista en prácticas que nunca se llegó a publicar. Lo reproduzco a continuación.
« Hay quien prefiere un sabroso gato de grandes dimensiones que una ligera y modesta liebre de campo, como hay quien no le hace ascos a las redondeces de unos pechos siliconados. Hay personas que, sin ninguna objeción, alimentan su concentrado onanismo con la imagen siempre seductora de Bibi Anderssen, pretéritamente Manolo; gente prodopaje, que no les importaron los estímulos artificiales de Ben Johnson, y sólo afirman haber visto al hombre más veloz sobre una pista. Puede que estas mismas razones se escondan en el éxtasis santoteresiano o del resto de nuestros místicos, y los resultados están latentes... Lo que quiero decir es que a veces lo sucedáneo supera lo real».

2 comentarios

volandovengo -

Puesto que la vista es nuestro primer determinante del erotismo, estimado Aberto, cualquier aditamento que realce la belleza será bienvenido.

Alberto Granados -

Jajajaaj. Me temo, don Jorge que hay situacioens en que la realidad es tan borgianamentechunga que iguala a lo sudcedáneo.
Y respecto a las tetas, grandes y caídas parriba, no importa el sustrato.