No me lo creo
Ayer, 13 enero, se cumplía un mes de la desaparición de Enrique Morente. Hay quien se acordó de esta fecha y lo celebró a su manera. Yo estuve en el Entresuelo, donde se homenajeaba al maestro, con la participación de Juan Pinilla, Alberto Alcalá y Alejandro pedregosa. Los tres llenos de de verdad y auténticos en su exposición. Entre cada una de sus intervenciones, se proyectaban dos o tres temas de Morente en el último Festival de Jazz de Vitoria. En estas imágenes, como en todas las que he visto últimamente, la mayoría recientes, de dos a tres meses vista (o menos), puedo constatar la buena salud de Enrique.
Quizá lo que más me ha destrozado, como a la mayoría de sus amigos, aparte de la inmediatez de su muerte, han sido las formas, ha sido el despedir a un hombre con un hasta luego sin saber siquiera que era un adiós para siempre. La despedida definitiva es como hielo en la espalda. No poder ver nunca más a alguien con el que ayer te tomaste una cerveza es doloroso hasta lo impensable.
Me niego. No me lo creo. Pensar en el hombre, sentir su aura, impregnarse de su arte sin límites, cobijarse bajo su sombra alargada, roza una incredibilidad asombrosa. No me lo creo, repito. Me niego a este punto y final tan injusto.
Y ahora tengo miedo. Mi entendimiento hace agua por las esquinas. Enrique es patrimonio de todos, pero no pertenece a nadie. Su memoria debe ser abierta, popular y exclusiva. No se puede utilizar a Morente como moneda de cambio para medrar aunque sea espiritualmente. Como tampoco se puede utilizar su memoria como arma arrojadiza para ver quién derrama más lágrimas. Esto no es una carrera de dolor, ni de cariño, no se trata de abrazar más fuerte que nadie, sino de demostrar que somos capaces de dar un abrazo común.
* Foto de Josu Izarra© en el Festival de Jazz de Vitoria.
2 comentarios
volandovengo -
Conpatines -
Bonitas palabras si señor, creo que estas siendo muy conseguente contigo mismo, debes sentirte mejor persona
bss