Más sobre Morente
El martes, después de una fructífera reunión con la directora de la Agencia Andaluza de Flamenco, nos encaminamos al Teatro Alhambra donde se presentó el programa granadino de Flamenco Viene del Sur a celebrar en dicho espacio escénico desde el día 26 de febrero hasta mediados del mes de mayo.
Ciclo éste que no encierra ninguna sorpresa, aunque hay apuestas por descubrir. Mucha danza contemporánea (las dos primeras sesiones) y esquemas rompedores a los que ya estamos acostumbrados y, si no responden a una lógica coherente inmersa en la raíz y desarrollo del flamenco, cansados.
Sólo Esperanza Fernández tiene visos de ser ortodoxa, todo lo demás trasciende los esquemas tradicionales, convirtiendo el programa en un arma de doble filo. Hay dos días de guitarra: el 4 de abril con Juan Carlos Romero y el 9 de mayo con Pedro Sierra. Sus nombres son un marchamo de calidad.
Por mi parte, aunque acudiré a los nueve espectáculos con sumo interés, me inclino por descubrir la propuesta en solitario de Ángeles Gabaldón, el 25 de abril, que la he visto bailar varias veces con la Orquesta Chekara con resultados dispares. La que me dejó entusiasmado en un comienzo, me decepcionó en su última intervención (eso sí, acababa de ser madre y seguía resentida). Necesito sacar esta espina.
Pero, sobre todo, estoy interesado en ver a la compañía de Rubén Olmo, el 11 de abril, que presenta la obra “Tranquilo alboroto”, que ya triunfó en la Bienal de Sevilla y no pude asistir por los pelos. En su cuerpo de baile, si no ha habido modificaciones, está la bailaora granadina Patricia Guerrero, que tan buenos momentos nos ha dado y nos depara.
Nunca me han defraudado, por otra parte, las propuestas de Choni (21 de marzo) ni el baile minimalista, a veces demasiado desnudo, de Andrés Marín (16 de mayo).
Ahora, se me ocurren varias preguntas y fugaces respuestas. ¿Por qué, salvo casos puntuales, siempre vemos a los mismos artistas en este ciclo? ¿Por qué la presencia granadina es tan escasa? ¿Por qué el trozo más grande del pastel se queda en Sevilla y sus zonas de influencia?
No deseo poner en tela de juicio a la Agencia y sus maneras, después de conocer que la selección de participantes para Flamenco Viene del Sur se hace por convocatoria pública, aunque sí puedo pensar en el gusto localista de los miembros del jurado.
Sin embargo el problema es otro. Si se presentan 200 candidaturas de espectáculos para participar en este ciclo y se eligen las 33 de “más calidad y proyección” para cuarenta y tantas funciones, teóricamente, todos están en el bombo. No tengo todos los datos, pero no creo que de Granada compita más de un tres por ciento de producciones, como mucho un cinco por ciento. Fuensanta ‘La Moneta’ y Marina Heredia han sido seleccionadas para actuar en Huelva. Ya sé que las queremos aquí, pero por bien de todos es mejor que rompan en otros escenarios. (Lección que debería aprender más de un artista local.)
El problema, como digo, es la falta de industria. Si en Granada se impulsara el ensayo, la creación y la puesta en escena; si hubiera apoyo y financiación para proponer espectáculos de altura; si tuviéramos perspectiva histórica y sobre todo comparativa; si en lugar de cinco o diez funciones granadinas hubieran competido veinticinco o treinta… El problema es el de siempre. El particularismo de nuestra ciudad, al tiempo que nos ennoblece, nos anquilosa para no levantarnos jamás. (Ojala me arrepienta de estas palabras.)
A lo que iba. Me llamaron de la radio (Onda Cero) para ver si podía acercarme para dar mi opinión sobre algunas de las iniciativas que se están llevando a cabo sobre Enrique Morente. Encantado llegué bajo aguacero impertinente y hambre acuciante a los micrófonos que me reclamaban.
La liebre la levantó una supuesta recogida de firmas para hacerle una escultura a Enrique, aunque parece que el Ayuntamiento ya tenía prevista esta intervención con firmas o sin ellas. Al igual que lanzaron la intención de celebrar, bajo el nombre del maestro, una Bienal de flamenco en Granada. También han dado en llamar a la sala de La Chumbera, Auditorio Enrique Morente.
De todo opiné. Creo que Morente, su memoria, no es exclusividad de nadie y patrimonio de todos. Cualquier iniciativa que se realice honestamente en su nombre y para salvaguardar su gloria es bienvenida. Otra cosa es el homenaje institucional que juega con el dinero y la conciencia del pueblo.
Enrique, ya lo dije, no se puede convertir en moneda de cambio ni mucho menos en arma arrojadiza para medrar o derribar a los que no se han subido al carro. Debemos ser respetuosos con la persona, con el recuerdo, con la obra y con la familia.
Todos desean hacer algo en su honor, y es encomiable. Pero muchos ocultan sus pasos para ser únicos, originales o para poner zancadillas y ganar votos, ya sean cuantificables o cualificables.
En caso de que deseemos ser serios y coherentes, deberíamos abrir un debate público donde tenga cabida todo el mundo, de todas las tendencias y de todos los colores, puesto que Enrique fue universal. Cuando todas las ideas estén en la palestra, un “comité de expertos” en amplio sentido, o sea, personas cercanas al artista de igual manera versadas en el arte, la sensibilidad o el cariño, que puedan decidir.
Porque Morente no se merece una estatua al uso, sino una apuesta vanguardista, rompedora, conceptual, a su altura, que no refleje tan sólo al maestro por fuera, sino sobre todo por dentro.
La Chumbera debería seguir siendo Chumbera o Auditorio Manolete o, revisando y enmendando tuertos, Centro de Estudios Flamencos Mario Maya, pero no Auditorio Enrique Morente. Qué tenía que ver Enrique con el centro local y esquinado de La Chumbera. Qué dimensión cantaora destila esta sala, que es más bien una apuesta bailable, para que el mayor cantaor de estos últimos decenios le dé su nombre.
Dediquémosle una plaza asolada en el Albaicín, como propuso Juan Carlos Friebe, con un “pocito inmediato donde beban las palomas” y se incida en su carácter abierto y que reciba todos los vientos.
Un festival de gran formato sí que se le debería hacer, pero no una Bienal, que en Granada no funcionaría (como pasó en Málaga), sino un encuentro permanente que, año tras año, reúna no sólo a lo mejor del flamenco local y foráneo, sino la muestra de todas las artes en las que se sumergió Morente, desde el rock, el tango, el jazz o el son hasta la polifonía y las voces Búlgaras, desde la poesía hasta la pintura…
No trunquemos el vuelo del maestro, no seamos provincianos y pensemos desde su altura, que ahora nos contempla.
2 comentarios
volandovengo -
Juan Pinilla -