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Cabos sueltos

Cabos sueltos

Llegados a este punto, me doy cuenta que he ido dejando por el camino más de un evento que, habiendo asistido a su manifestación, no he podido reseñar. Si espero en hacer una crónica de cada uno de ellos, corremos el peligro de que caduquen en el tiempo y, sobre todo, en mi memoria, que tirita ya de tan delgada. Así, pretendo anotar los cuatro o cinco acontecimientos pasados que rondan por mi cabeza y pugnan por pronunciarse, aunque sea brevemente.

Pido perdón, no obstante, a los artistas referidos por no poderles dedicar una plana completa, que es lo que se merecen, y sin embargo que entren a formar parte de este batiburrillo coral, para poner al día este blog más cronológico de lo que me gustaría.

Mi retraso se remonta a una semana, pero llena de acontecimientos. En primer lugar, el jueves, 17 de marzo, pudimos ver en La Platería el baile desenfadado de Pilar Fajardo.

Para empezar, y para que cunda genéricamente, diré que, mientras el sonido ha mejorado sensiblemente, las luces de La Platería no le hacen justicia a los actuantes que allí se presentan, sobre todo a los que se dedican al baile. Llenan sus caras de sombras y su cuerpo de radicales claroscuros que castigan al artista a la planitud del blanco y negro.

Hacía tiempo que no veía a Pilar bailando por derecho y me gustó la perspectiva. Creo que coge un sendero bueno en el que debe profundizar. Su belleza innata colabora en un baile completo que implica desde la punta de los dedos alzados hasta el tacón. Sin embargo, no le vendría mal emprender un vuelo cercano y abandonar el vicio diario del tablao; ver nuevas propuestas; ampliar horizontes.

Fajardo bailó por levante, rematadas por tangos, como se está acostumbrando, y soleá por bulerías. Gusta su roneo en los cantes de Granada y convence su eficaz entrega.

Es de destacar, por otra parte, el solo que se hizo Sergio Gómez ‘Colorao’ en uno de los descansos de la protagonista. Fueron unos cantes de labor, sin guitarra, que encerraban el cante de siega y trilla, la temporera y una coda bellísima llamada aceitunera.

El viernes, en la misma peña, se presentó el libro Zambras de Granada y flamencos del Sacromonte de Curro Albayzín, con presencia e intervención, aparte del emocionado autor, de Manuel Pimentel, Pedro Benzal, Jerónimo Páez y Miguel Ángel González. Un libro imprescindible, único en su exhaustividad y precisión, escrito por el máximo conocedor del barrio y su paisanaje.

Tras los interesantes discursos y explicaciones, tuvo lugar una semi improvisada ronda de tangos con parte de los flamencos del Camino. Con temor de equivocarme, hago memoria y repaso el escenario recordando a los que bailaron que van desde el mismo Curro hasta su hermana Tere, Raimundo Heredia, Manolete, Juan Andrés Maya, Jara Heredia, Iván Vargas, Alba Heredia; cantando, Rafi Heredia, Antonio Campos y ‘El Centenillo’; y a la guitarra, ‘El Chonico’. Haciendo compás, también andaba Francisco Manuel Díaz.

Por esa presentación no pude ir al Palacio de los Condes de Gabia, donde se viene realizando el ciclo de Morente Trovador, donde cantautores recuerdan al maestro en su propio recital. Ese día, como digo, no pude ver a Juan Trova y sus sentidas propuestas, entre las que cantaría un poema mío que musicó hace ya algún tiempo.

Tampoco pude asistir a la actuación de Ana Mochón, con Antonio de la Luz a la guitarra, en la peña ‘Frasquito Yerbabuena’ de Cúllar Vega; ni cuando actuaron el sábado en la peña de Illora; ni este sábado que acudirán a ‘La Parra’ de Huétor Vega.

Siguiendo el programa, el sábado, estuve en ‘La Chumbera’ viendo a Rafaela Gómez y a Rafael Santiago ‘Habichuela’, en un flamenco muy de aquí, muy del monte. Rafael tiene un toque muy sacromontano y muy limpio, algo grave, representante indiscutible de la saga familiar. Rafaela pasa por ser una de las mejores cantaoras de atrás de la tierra. Alante tiene también sus cosas que decir, destacándose en el cuplé. A la percusión ‘El Moreno’, hijo de ambos, que a los postres se echó un bailecito con sus imperdonables zapatillas de deporte. Al baile, la infatigable Isa Vega con su apuesta visceral, a corazón abierto.

Después del pellizco gitano, en La Platería actuaba Adrián Sánchez, bailaor de oficio, arriesgado en su manifiesto y cuidadoso en el pago. Su juego de pies, técnica y versatilidad son admirables. Y, aunque el tablao se le quedaba chico, dio buena muestra de su trabajo. Entre el público bastantes de sus alumnos.

El domingo me agradó asistir al espectáculo De Sur a Zur. Un encuentro flamenco entre Andalucía y Sudamérica en el Apeadero. Propuesta novedosa, a la par que arraigada en las formas granadinas, de fresca formación. Al cante Mati Gómez, que también baila, con su reconocido eco flamenco y su templado paladar. Al baile Juana 'la Cilantro', que también canta, con regocijo en sus revueltas. (Esta bailaora actuará el sábado 26 en La Chumbera.) A la guitarra un preciso Rafael Soler, en la percusión la clave de Gustavo Reyes, al violín Andrés Pérez García el contrapunto necesario para aunar las dos orillas de charco, y al compás la sal precisa de Eva Manzano. Sus entregas fueron (que aquí sí tome nota), fandangos de Granada, granaínas, tientos-tangos, fandangos de Huelva. Tras este establecimiento andaluz, la sorpresa llegó por tanguillos, interpretando La Maza, un tema del cubano Silvio Rodríguez de su disco Unicornio de 1982. De aquí pasamos al tango argentino, con la aportación del violín, unas alegrías y unas bulerías como remate.

La idea está bien y la puesta en escena también. Quizá un poco verde todavía y falto de dimamicidad. Con unas cuantas más representaciones, la obra será dignamente exportable.

Estos días, como es lógico, no me he podido asomar a otros escenarios, que propuestas no faltan. El lunes, como saben mis lectores, viajé a Madrid, a la ceremonia de entrega de premios ‘Flamenco Hoy’ 2010 en el Teatro ‘Lara’; el martes presenté un recital de Poesía y compromiso, también reseñado en estas páginas, al cual volveré un día de estos; y el miércoles, o sea, ayer, me encontré en el Liberia cantando a Sergio ‘Colorao’, con ‘El Pirata’ a la guitarra flamenca, el guitarrista israelí Dan Ben Lior a la eléctrica y ‘El Cheyenne’ en la caja.

* Portada del libro de Curro Albayzín.

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