Distinto humor
Dentro del extenso homenaje que le dedica la Diputación de Granada al maestro Enrique Morente, el martes hubo un recital semi improvisado de Chico Ocaña para rendirle su personal tributo. Digo semi porque en principio iba a venir la Joven Orquesta Zarabanda a ocupar la plaza y el músico de San Roque tan sólo iba a ilustrar con un par de temas el final de la velada.
Para bien o para mal, el solista de Mártires del Compás ocupó todo el espacio. Para bien, porque fue un concierto divertido, creativo y descaradamente fresco. Para mal, porque no pudimos ver a estos jóvenes recreando los cantes de Morente.
Antes de empezar, habría que tratar un punto peliagudo por no tener solución. La sala de conciertos del Palacio de los Condes de Gabia es pequeña, no llega al centenar de localidades. El patio que antecede al teatro se habilita con una pantalla, pero amplía el espacio quizá para otras cien personas, siendo generoso. Sin quererlo, estas propuestas se truecan elitistas pues, al ser gratuitas, siempre queda gente en la calle. Y no hay nada qué hacer. Y no se puede cambiar el invento. Quizá no sea el foro adecuado para determinados eventos. No sé.
Chico llegó con su humor gaditano, con su decir surrealista, con su pasada ironía. Como si tuviera que demostrar quién es. Como si tuviera que salpimentar a un público menos cómplice que a lo que está acostumbrado.
Como resultado, varios comentarios fuera de tono más que ganar adeptos, sirvieron para distanciar anhelos. Declaraciones sobre la mala follá granadina, sobre la inutilidad de los críticos de flamenco o ligerezas sobre el desastre de Japón, lo colocaron en una posición que no pretendía.
También tuvo palabras elogiosas para el ronco del Albaycín y alguna anécdota personal que comulgó con el sentir de los presentes.
Por otra parte, el sonido andaba algo descompensado (las guitarras demasiado fuertes) y una voz rozada, con su aguardiente característico, terminó ahogada y más cercana a la casquería que a la holganza (cosas del directo y del atropello).
Todo el recital estuvo ilustrado con un montaje de repetidas diapositivas que se iban proyectando detrás de los artistas. Unas fotos sin sentido que, queriendo dimensionar el concierto, lo que hicieron es llenarlo de caspa y confundir las intenciones.
Acompañado por las espléndidas guitarras y las voces auxiliares de Chemi López y Marco Aguilar fue exponiendo temas de su último trabajo, Canciones de mesa camilla (Arena en el Reloj, 30 metros, CCC, Efervescente…) y otras de nueva creación como Tengo un pendrive, La fruta o la impagable Bécquer no quiero Bécquer, versionando el clásico de Los Amaya, después de haber confesado que la poesía del vate sevillano le había hecho mucho daño.
Terminó la velada haciéndose acompañar por el guitarrista granadino Ramón del Paso, cantando muy malamente las Alegrías sin sal, también del disco aludido, y remató con unas bulerías dedicadas a Morente y su libertad de pensamiento y creación.
El Vals de Natalia sirvió de bis en una noche que puso de manifiesto la efervescencia de un poeta urbano, surrealista y descarado, que supo levantar a un público algo frío.
7 comentarios
volandovengo -
Raul -
juan -
José Manuel Rojas -
Juan -
volandovengo -
Le animo, Juan García, a que me siga leyendo y siga vertiendo sus apasionados comentarios, puede que aprenda algo.
Juan Garcia -