Corredores
Todos los martes y jueves, desde hace tres años, recojo a mi hijo de la escuela y lo acompaño a otro colegio, donde tres palmeras calvas presiden su fachada, para asistir a clases de judo, porque en el suyo no ofertan esta actividad. Ya está a punto de pasar a cinturón naranja.
Mientras se desfoga en el tatami, tengo una hora para pasear, tomar café o leer (o todo junto). Me suelo sentar, cuando el tiempo lo permite, en un banco de los jardines del Salón, junto al río. Despliego mi libro y viajo sin moverme a otro mundo, a otra época, a otras vidas. En medio de la lectura, entre párrafo y párrafo, pasan ante mí otros paseantes, con o sin perro, y bastantes corredores, con o sin perro, jóvenes atléticos (o no tanto) de ambos sexos que castigan su cuerpo para mantenerse en forma, sobre todo estos días, después de la Navidad (pasado el verano ocurre lo mismo).
A la mayoría, según una visual de superficie, no le hace falta correr. Ya son esbeltos y apretados. A otros en cambio, me temo, que por mucho que corran la grasa los alcanza.
Hay quien está habituado a este ejercicio y lo realiza de forma natural. Pero normalmente el corredor se autoimpone la carrera como autogastigo por el “abuso” que se comete en estos días pasados, o el que se piensa cometer. También es muy corriente que, en llegando el verano, se haga todo tipo de ejercicio para disfrazarnos de Tarzán.
Así, sentado, oculto bajo mi libro, veo al corredor que, como un toro, no para de dar vueltas, con su trote acompasado y respiración a juego; veo la chica que anda más que corre, sin estar muy convencida de esta actividad; veo a quien combina el footing con otros ejercicios, flexiones o estiramientos; veo quien corre en pareja o en grupo, como si fuera un divertimento, y hablan y ríen a la par; veo quien lleva cascos con su música diseñada y corre a compás; veo quien va a exhibirse con su nuevo equipamiento; veo quien corre porque a su chico o a su chica les gusta correr; veo quien corre para que su perro, entrado en carnes, haga ejercicio; veo quien se pica con otros corredores y necesita adelantar a todos, ponerse el primero, aunque en un circuito cerrado eso es relativo; veo quien jadea más que corre; veo quien salta más que corre; veo quien corre que te corre…
Todos tienen algo en común: no huyen de nadie. O, más bien sí: huyen de esos kilos de más que acumula todo el que vive bien. Las dos empresas más necesarias y quizá más lucrativas de nuestra sociedad tienen que ver o con la manera de engordar o con la manera de adelgazar.
3 comentarios
volandovengo -
Carmen, es una buena lectura la tuya, habrá que ver a ese Dukan.
Carmen -
((Justo ayer vi un programa de estos de "investigación" sobre el negocio en que se ha convertido la Dieta Dukan... Tenías que ver al tal Dr. Pierre Dukan, madre mía, solo con mostrar al personaje se sabía el resto...))
erizo y 1/4 -