Una tierra sin pájaros
Hoy, por razones que no vienen al caso, he pasado a las dos y media de la madrugada por la Plaza de la Trinidad y me ha emocionado el sonido, aún tímido, del gorjeo de los pájaros.
La algarabía de estorninos o gorriones en los árboles de este recinto era considerable, incluso estridente. Miles de alados mantenían una tertulia feroz y desordenada que hasta al más duro de oído le llamaba la atención.
Desde hace unos meses, sin embargo, la plaza quedó en silencio y los árboles desiertos. Las aves habían emigrado en masa. (Los periódicos dieron alguna explicación que, aún interesándome, pasó desapercibida.)
Llevábamos tiempo sufriendo el silencio de este y otros rincones. Hay quien le echó cuentas y a quien le pasó desapercibido.
Lo mismo es un fenómeno natural que, un neófito como yo, no comprende. Lo mismo estoy denunciando que el sol se oculta por el oeste.
El caso es que me alegré de oír los pájaros esta noche.
Los antiguos llamaban averno a una tierra sin pájaros. O sea, una de las tácitas condenas añadidas en el infierno es la ausencia de plumíferos cantores.
Los antiguos reyes godos, estaban seguros de volver a encontrar también a sus perros en el paraíso, de no ser así no hubiera sido el paraíso.
…porque creo, humildemente, que en el Paraíso hay espacio para cuantos hacen más llevaderas las melancolías del mundo, exclama Ginés de Silva, supuesto narrador de El Laberinto de Mujica Láinez, con motivo de la muerte de un mico llorado por la virreina del Perú.
2 comentarios
volandovengo -
Rossy -