Empalamiento
Quiero advertir antes de empezar, nunca ha pasado, que por la crudeza del texto que a continuación refiero, se abstengan de leerlo personas sensibles, empáticas o propensas a las lágrimas por el sufrir ajeno. Si el hombre se aleja rotundamente de los otros seres animados es por su capacidad de infligir daño gratuito a sus semejantes, desproporcionando la pena al delito, a no ser que el delito se pague con el ‘deleite’ de ser contemplado mientras se entrega el alma.
Leo en los Diálogos de Pietro de Aretino: Y clavándose encima, se agitaban como reos en los palos turdescos. Cita que viene acompañada con su llamada a pie de página, donde el traductor Joaquín López Barbadillo ofrece extensa explicación, en un facsímil de su edición de 1914, en la que expresa que “pocos suplicios pueden concebirse que igualen en horror a éste de la pena del palo. Tiéndese a la víctima en el suelo boca abajo y, para que no pueda valerse y resistir, se la aprisiona adaptándole al tronco la albarda de un burro. Luego, a golpes de mazo, le va el verdugo metiendo lentamente por el ano un palo que tiene la punta embotada, de modo que comprima y separe los órganos sin desgarrarlos; cuando ya ha entrado en el cuerpo cosa de media vara, se alza la roma lanza de madera, y se clava en tierra”.
“Así queda el reo, prosigue Barbadillo, abandonado en el campo, bajo el sol. Su propio peso le va ahondando la fuerte vara en las entrañas, y al fin muere. Casos se han dado de resistir tres días un hombre el atroz sufrimiento, mientras el organismo, terriblemente sacudido por el dolor, se va espetando, espetando en la pértiga, hasta que al cabo le sale ella por la espalda o por el vientre o por lo alto del pecho”.
Me viene a la memoria, como no, Vlad Draculea o Vlad Tepes, conocido como ‘el Empalador’, príncipe de Valaquia (hoy, sur de Rumanía), en el que se inspiró el irlandés Bram Stoker para escribir Drácula (1897). Se supone que Vlad III condenó de 40.000 a 100.000 personas, a veces tan sólo por el pecado de ser pobre o gitano, a morir por empalamiento o a través de otros métodos de tortura de semejante exquisitez (la amputación de miembros, nariz y orejas, la extracción de ojos con ganchos, el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales), durante los siete años que duró su reinado. De hecho, nos recuerda Stephen King en El umbral de la noche que, La novela (Drácula) también narra el empalamiento —la penetración ritual, se podría decir— de una joven y bella vampira, y el asesinato de un bebé y su madre. Puesto que la penetración de la estaca puede realizarse por un costado, por el recto, la boca o por la vagina, siendo a veces el empalamiento doble.
Su origen puede remontarse a la antigua Asiria. Aunque no se documenta hasta que el rey persa Darío I lo utilizara como método de ejecución entre los siglos VI y V antes de nuestra era. Así llegó a matar a 3.000 habitantes de Babilonia. Robert Graves, en El conde Belisario, cuenta que este emperador le preguntó a Aigan cuál era la muerte más ignominiosa que podía infligirse a un huno, y Aigan repuso «la muerte por empalamiento».
Cervantes, se hace eco de esta práctica en la primera parte del Quijote (“cada día ahorcaba al suyo, empalaba a este, desorejaba a aquel”) y en Los Baños de Argel (“a empalar le sentenció”).
El Diccionario de la Real Academia hace una gracieta comparativa, quizá fuera de tono. Define el verbo ‘empalar’ como "espetar a alguien en un palo como se espeta un ave en el asador".
Así que acudo al Diccionario del diablo de Ambrose Bierce, siempre más fiable en estas cuestiones, y nos dice largamente que "empalar es, propiamente, dar muerte introduciendo en el cuerpo de la víctima, que está sentada, una estaca recta y puntiaguda. Era una forma común de castigo en muchas naciones de la antigüedad, y sigue estando en boga en China y otras partes de Asia. Hasta comienzos del siglo XV fue extensamente empleada para catequizar a herejes y cismáticos. Wolecraft la llama el “banquillo del arrepentimiento”, y entre el vulgo se decía jocosamente que el empalado “cabalgaba el caballo de una sola pata”. Ludwig Salzmann nos informa que en el Tibet el empalamiento se considera el castigo más apropiado de los crímenes contra la religión; y aunque en China se usa a veces para penar delitos seculares, casi siempre se reserva para casos de sacrificio. Pero al que en la práctica sufre el empalamiento le importa poco establecer qué clase de disidencia, civil o religiosa, le vale semejante incomodidad; aunque indudablemente experimentaría cierta satisfacción si pudiera contemplarse transfigurado en gallo de veleta sobre la cúpula de la Verdadera Iglesia".
El psicoanalista argentino Ariel Arango, en Las malas palabras, virtudes de la obscenidad (2000), narra: “El caudillo araucano Caupolicán (s. XVI), que luchó bravamente contra los españoles a los que derrotó en varias batallas, al ser capturado fue condenado a la pena de empalamiento. La misma consistía, en espetar al prisionero en un palo. O dicho de otro modo, le atravesaban el cuerpo con un instrumento puntiagudo que... ¡le introducían por el culo!”.
Por último, recojo la noticia del investigador alemán Karlheinz Deschner, en Historia sexual del cristianismo: “La Constitutio Criminalis Carolina del devoto Carlos V —legislación penal que siguió vigente hasta el siglo XVIII, y en algunos estados alemanes ¡hasta 1871!— [dictaba]: «ítem, si una mujer mata con premeditación, nocturnidad y alevosía a un hijo suyo vivo y ya formado, generalmente será enterrada viva y empalada. No obstante, para evitar complicaciones en estos casos, dichas malhechoras pueden ser ahogadas cuando en el lugar del juicio la disponibilidad de agua lo haga posible. Mas si tales crímenes suceden a menudo, con el objeto de atemorizar a las tales malas mujeres, queremos autorizar el recurso al mencionado enterramiento y empalamiento, o que se desgarre a la malhechora con tenazas ardientes antes de ser ahogada, todo ello según el consejo de los expertos en derecho»”. Todo una delicia.
* He preferido escoger esta pequeña ilustración a contraluz para no zaherir más sensibilidades, pues algunas fotos son tan evidentes de esta cruel tortura que dan ganas de renunciar a la especie humana para los restos (sin siquiera hablar de política).
3 comentarios
al hammad vladimir argouten -
volandovengo -
Rossy -