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volandovengo

Mosquitos

Mosquitos

Tengo una condición insolidaria que no me importa confesar y es que no me pican habitualmente los mosquitos hembras que dicen son las que pican sobre todo si hay alguien a mi lado a quien picar puede ser que mi sangre no le agrade puede que me corra más acre por las venas de la que a ellos gusta rellenar sus estómagos para dar pie a algunas fantasías futuristas si es que le gustase la sangre ‘dulce’ o de cualquier otra tipología puede quizá que tenga la piel dura y desistan de horadar un terruño que se les resiste prefiriendo en su caso a mi vecino de epidermis más transparente en cambio sí hurgan en los cueros de las bestias por comparación o deducción harto más recias que la mía aunque en mi defensa si acaso se puede considerar que a los cuadrúpedos se les adhieren a las mataduras sobre todo quiero pensar en fin que me pican como a todo cristiano pero que no suele empozoñárseme el arete de su tino ni hay espacio para la rojez ni para rascar la roncha aunque alguna vez sí he notado la hinchazón la moradura más extensa cuanto más le aplicaba las uñas o quizá la mordedura de una mosca con saña o el aguijón de una avispa que he corrido a untarlo con tierra y vinagre para cuando se secara el barrillo estar como nuevo o sea primero paz y después gloria como en mi comunión que toda la chiquillería corrimos a lapidar avisperos y todos se retiraron raudos cuando alguno acertó en la diana menos yo con mi traje de marinero recuerdo aún el calor de la tirantez de su tejido blancoyazul con su cruz dorada colgando de un cordón como de leontina en vez de un silbato de viejo lobo que llame a la niebla y hable con gaviotas estilizadas y parlanchinas y me picaron antes de decir amen y volví creo que no llorando pero prometiendo que en la próxima vida al menos en mi segunda comunión correría como el que más o en otra ocasión cuando a solas emprendía caminatas dominicales que me compré una sandía pequeña que pesaba como la más grande en el pueblo donde paró el autobús con mi moreno de sierra y mis vaqueros excesivamente cortos más pronto que tarde se me hincó una avispa a la que perdoné de inmediato como el de Asis y corrí a embarrarme el punto del brazo infecto y al rato nada pensando en mi inmunidad y en la flaca defensa del insecto rayado que si fuera una abeja habría dado su vida por nada como los suicidas cegados por la promesa de un paraíso incierto mucho más veneno en mis carnes no recuerdo aunque sí en mi corazón bastantes sin embargo en mi partenaire o en mis circunstantes como por ejemplo caminando el Cabo de Gata con ocho o diez y el anuncio de plaga de mosquitos del que tomamos precauciones con pomadas y repelentes varios que acribillaron a todos unos más que a otros menos a mí que vergonzosamente acabé ileso y comiendo erizos con precaución no más recordando algunas lecturas de Lampedusa o una escapada a las Cícladas donde descubrí en sus mares el color azul que creía conocerlo de siempre y me vino a la memoria todo el Homero y el Durrel de Corfú donde cuando con Henry Miller tomaban el sol desnudos en sus orillas

* Mar Egeo.

3 comentarios

maría angustias -

Ya me imaginaba... No, no lo encorsetes, se entiende perfectamente. Un beso grande.

volandovengo -

Esa es la historia, María Angustias, que me apetecía soltarlo todo del tirón, sin puntos ni nada. Es un pensamiento libre y a borbotones. Si veo que no se entiende, tendré que encorsetarlo.

maría angustias -

Amigo, voy a leerlo de nuevo que me he quedado sin resuello. ¿Y los puntos y las comas y esas cosillas?