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Walt Whitman, el profeta de Long Island (y 3)

Walt Whitman, el profeta de Long Island (y 3)

Estoy enamorado de mí, hay tantas cosas en mí que son tan deliciosas,
Cada momento y todo lo que ocurre me llena de alegría,
No sé cómo se doblan mis tobillos, ni la causa del más leve de mis deseos,
Ni de la amistad que suscito, ni de las amistades que me devuelven.

Fue el máximo cantor del yo, del cuerpo humano, del sexo, de la fraternidad universal, de la igualdad democrática.

Walt Whitman fue poeta de la libertad y la homosexualidad. Fetiche de los gays de su tiempo y del venidero, como en Grecia lo fue Kavafis, en Francia Rimbaud o, posteriormente, en España García Lorca. Su libro «Calamus» está dedicado casi íntegramente a este tema. Leamos, por ejemplo «A un desconocido».

Se llama a sí mismo "el poeta del Cuerpo, el poeta del Alma", queriendo decir que le canta a lo opuesto pero complementario, al ying y al yang, canta a la tierra y sus antípodas, al mar, a la noche tierna... Esto lo contemplamos en el poema 21 de «Canto a mí mismo»:

Soy el poeta del Cuerpo y Soy el poeta del Alma,
Los goces del cielo están conmigo y los tormentos del infierno están conmigo,
Los primeros los injerto y los multiplico en mi ser, los últimos los traduzco a un nuevo idioma.

Soy el poeta de la mujer no menos que el poeta del hombre,
Y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre,
Y digo que nada es mayor que ser la madre de hombres.

Entono el canto de la exaltación o de la soberbia,
Ya estamos hartos de palabras y zalamerías,
Muestro que el tamaño no es más que el crecimiento.

¿Has dejado atrás a los otros? ¿Eres el Presidente?
Es una bagatela, cada uno de los otros te alcanzará y seguirá adelante.

Soy el que camina con la tierna y creciente noche,
llamo a la tierra y al mar que abraza la noche.
Abrázame, noche de senos desnudos, abrázame, noche magnética y fecunda,
Noche de los vientos del sur, noche de las estrellas grandes y escasas,
Noche serena que me llama, loca y serena noche de estío.

¡Sonríe, tierra voluptuosa de fresco aliento,
Tierra de los árboles dormidos y húmedos,
Tierra del sol que ya se ha ido, tierra de las montañas de cumbre nebulosa,
Tierra del cristalino fluir de la luna llena, apenas tocada de azul,
Tierra del brillo y de la sombra machacando la corriente del río,
Tierra del gris límpido de las nubes que resplandecen y se aclaran para que yo las vea,
Tierra yacente y extendida, rica tierra de azahares!
Sonríe, porque llega tu amante.

Pródiga me has dado tu amor, te doy pues mi amor,
Mi apasionado amor indecible.

¡Mar!, a ti me abandono también, adivino lo que  quieres decirme,
Miro desde la playa tus encorvados dedos que me invitan,
Creo que no quieres volver sin haberme tocado,
Salgamos juntos de paseo, me desnudo, perdamos de vista la tierra,
Acúname con suavidad, méceme en tu sueño ondulante,
Salpícame de amorosa humedad, yo puedo retribuirte.

Mar que henchido te embraveces,
Mar que respiras, hondo y revuelto,
Mar en que está la sal de la vida, mar de cerradas sepulturas aún no cavadas,
Rugiente mar que engendras tempestades, mar delicado y caprichoso,
Soy universal como tú, soy también de una faz y de muchas faces.

Participo de flujos y de reflujos, exalto reconciliaciones y odios,
Exalto a los amantes y a los que duermen abrazados.

Soy el que testimonia simpatía,
(¿Haré la lista de las cosas que hay en la casa y omitiré la casa que las contiene?).

Henry Miller decía de él que no tenía pelos en la lengua y llamaba a los "ángeles ángeles y al estiércol estiércol".  Pero sobre todo bohemio. Condujo el tranvía de Nueva York durante un año en lugar de un amigo suyo enfermo para que no perdiera su empleo; durante este periodo le entregaba mensualmente el sueldo («A ti» pg. 25/T2). Estereotipo de bohemio. Según un frenólogo de Manhattan, "este hombre tiene una gran constitución física (...). Sin duda desciende de la más fuerte y sólida estirpe. Cabeza de gran tamaño. Sus principales características: amistad, compasión, sublimidad y autoestima". Borges nos recuerda: "cuentan que Walt Whitman tenía una sorprendente estructura animal, buena y erguida cabeza; era huesudo, de paso atlético,  costumbres frugales y comprometido con las más altas aspiraciones humanas; se decía de él que era un ciudadano ejemplar". Lorca lo describe de este modo en su «Oda a Walt Whitman» en "Poeta en Nueva York".

Henry Miller, en Trópico de Cáncer, cuenta del profeta de Long Island: "... esa figura única y solitaria que América ha producido en su breve vida. En Whitman cobra vida todo el escenario americano, su pasado y su futuro, su nacimiento y su muerte. Todo lo que hay de valor en América, Whitman lo ha expresado, y no hay nada más que decir. El futuro es de la máquina, los robots. Fue el poeta del Cuerpo y del Alma, Whitman. El primer poeta y el último. Es casi indescifrable hoy, un monumento cubierto de jeroglíficos primitivos para los que no hay explicación. Parece casi extraño mencionar su nombre aquí [París]. No hay equivalente en las lenguas de Europa del espíritu que él inmortalizó. Europa está saturada de arte y su suelo está lleno de huesos muertos y sus museos rebosan de tesoros saqueados, pero lo que Europa no ha tenido nunca es un espíritu libre, sano, lo que podríamos llamar un HOMBRE."

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