Poveda por los pelos
Sin saberlo, los Encuentros Flamencos de Granada terminaron con la actuación de Juan Andrés Maya y Farruquito, el jueves y viernes pasados, pues la presencia de Miguel Poveda no pertenecía a dicho festival, con lo que nos sentimos engañados, y al concierto de Argentina no pudimos entrar (asombrosamente los críticos no estábamos acreditados) lo que redundó en nuestra decepción.
Desde hace años, estos Encuentros, por unos u otros motivos están enrarecidos y, si hay suerte, de ellos sacamos un sabor agridulce que perdura.
Según cartel y promoción, me encaminé al auditorio Manuel de Falla el sábado, 7 de diciembre, confiado como de costumbre. Me extrañó no ver gente en la puerta por mucho frío que hiciera. No sólo había comenzado el recital media hora antes de lo anunciado, sino que mi nombre no estaba en la puerta.
En ese momento me enteré de que el cantaor catalán venía por su cuenta y riesgo, con su personal y su equipo y que no tenía nada que ver con el festival de marras. Con todo y con eso nos dejaron entrar en una esquina que roza el cielo. Desde el palco cinco no sólo se ve sesgado y parcial, sino que el sonido es deficiente.
No pensaba escribir por la afrenta, pero la segunda bofetada sin haber volteado la mejilla terminó por decidirme. No me importa no asistir al concierto de Poveda o el de la onubense, pues ya los he visto y los seguiré viendo, lo que es inadmisible es que se juegue con unos profesionales de esta manera, haciéndonos perder el tiempo y las ganas, partiéndonos el fin de semana y ninguneándonos de esa manera. Más vale que no nos hubieran hecho caso desde un principio, que nos dijeran que no querían cámaras ni críticos y que preferían seguir manteniendo un festival provinciano. Y todo esto con la connivencia feliz de nuestro Ayuntamiento, que no se entera por dónde van los tiros de la cultura.
Miguel Poveda por su parte, excelente. Es un cantaor todoterreno. Es el flamenco más en forma de nuestro país. Capaz de llenar estadios y aplaudido por todos, de ahí su versatilidad.
Como digo llegué tarde y no tomé nota. De todas formas, destaco una primera parte y un colofón eminentemente flamencos. Una de las bazas que atildan a este catalán, hijo de emigrantes levantinos, además de su bella voz, siempre afinada, es el respeto a sus mayores y el fiel remedo a los grandes, no sólo del flamenco, también de la copla y del tango.
Así, tras unas espléndidas alegrías, malagueñas, abandoladas por rondeñas y fandangos lucentinos, y sobre todo por una impresionante soleá, acompañado con la guitarra de Carlos Grilo, uno de sus palmeros, y no su habitual ‘Chicuelo’, le dedicó a su padre unos cantes de levante especialmente sentidos.
Seguidamente interpretó un popurrí sobre los poemas por bulerías de Lole y Manuel.
Las notas a piano de La niña del Albaicín por el maestro Joan Albert Amargós, anuncian una segunda parte de copla (hay que agradar a todos los públicos). A su final se pronunció sobre el error garrafal de anunciarlo en un cartel sin haber contado con su participación). Y remató brindándole un reconocido homenaje a Enrique Morente, con un fandango muy musicado y una recopilación por bulerías.
Tuvo tiempo también, en el apoteosis final de adelantarnos el villancoico Los campanilleros, coreado por el público más avanzado.
El fervor de un público, no demasiado flamenco, y el aroma del ambiente concatenaron un prolongado fin de fiestas donde no paró de bailar.
* Foto: Joss Rodríguez©.
2 comentarios
volandovengo -
Carmen K. -
Seguidor de Morente, compañero de juergas y cantes con Estrella (y servidora).
Miguel Poveda, siempre dispuesto a aprender y a disfrutar con ello.