Me espera media hora de espera
Lo malo de vivir en medio de ningún sitio, como yo vivo, es la dependencia de un autobús que espacia sus apariciones. No tengo coche, pero aunque lo tuviera no sé conducir. O sea, no tengo carnet ni puntos para que me quiten. Mi dueña sí. Tiene permiso de conducir desde hace unos veinte años (¡casi nada!) y maneja desde entonces. Primero fue un 33 en el que nos montábamos 22, que se paraba cada 2 x 3 y había que empujar (a veces porque a la señora se le había olvidado quitar el antirrobo). Después fue un Renault 11, que había que empujarlo menos, pero que pesaba más. Ahora es un Toyota, que nos lleva y nos trae sin dificultad (tiene aire), (acondicionado), (of course).
Tengo aprendidos los horarios y, por lo general, no hay problema. Lo malo es cuando el autobús se adelanta (algo corriente) o cuando yo me atraso (no tan corriente), que me espera media hora de espera o veinte minutos (en el mejor de los casos). Así que me paso media vida esperando al autobús (y a mi mujer, pero esa es otra historia). Por eso odio las colas (del cine, del super, del médico...).
Otro problema es que sólo hay autobuses hasta las diez de la noche. Buena hora para una adolescente disciplinada. Que no es mi caso (lo digo por lo de disciplinada). Por tanto debo darme la paliza y volver andando o darme otra paliza monetaria (que a veces duele más) y coger un taxi o coger el autobús urbano, que funcionan hasta las 23'30 horas, lo pillo por los pelos y me deja a un kilómetro de mi casa (+ o -) y la paliza es menor.
Esperar. ¡Qué horror! Son años ya los que llevo esperando.
0 comentarios