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volandovengo

No tengo prisa

No tengo prisa

Quien me conoce sabe que soy lento. Soy tardo en todo menos en mi pensar, que no siempre lo alcanzo. Sé que todo llega (o no): Es decir, todo lo que tiene que llegar llegará, todo lo que tiene que ser será.

No es abandonarse a un destino predefinido, sino ajustarse al devenir de la vida, dejar que la historia marque los surcos, dejar que el viento, el sol y el agua, embellezcan las arrugas. Saborear los momentos. Sorber cada rayo de sol, cada gota de lluvia, cada mota de noche.

No hay mayor tontería que morirse pronto por haber aprovechado la vida.

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar... escribía el poeta. No forcemos la máquina. Que cada paso justifique el anterior y apoye al siguiente. Seamos más felices con nuestras huellas que ya se han grabado en la arena que al vislumbrar la meta que nos espera.

Sabemos desde hace tiempo que el norte no es un punto sino una dirección. Avancemos pues sin anteojeras y tumbémonos en la hierba de vez en cuando, al pie de un sicomoro. Vindiquemos la vida contemplativa. Se contaba de un vago que madrugaba para estar más tiempo sin hacer nada.

Hay suficiente metafísica en no pensar en nada, decía Caeiro.

No digo que perdamos el tiempo (que puede rozar el pecado), sino saborear el tiempo que es nuestro; parar la maquinaria; hacer huelga de brazos caídos; y contemplar las formas de las olas y las nubes. No hablar, no ver la tele, por supuesto, ni siquiera leer, sólo mirar por la ventanilla al paisaje que pasa y, cuando lleguemos a la última estación, comprar el billete de vuelta. Es como ponerse un día a fruta.

Un error común son las necesidades ficticias. La pirámide de Maslow se ensancha en nuestro primer mundo y sigue engordando a medida que cumplimos años, a medida que nuestro poder adquisitivo aumenta. Ya no trabajamos para vivir, vivimos para trabajar. Porque una cosa es nivel de vida y otra calidad de vida y otra intensidad de vida y otra autenticidad de vida.

8 comentarios

joven llanos -

No tengo prisa

Conpatines -

Espero que para lo de la cervecilla conteís con migo... si en un vinillo mejor

besos

volandovengo -

Identidade, me agrada bastante que estés de acuerdo conmigo y podamos recapacitar juntos sobre estos planteamientos. Pero no me des las gracias (aunque a lo mejor son rutinarias). Yo sólo mantengo el rumbo, vosotros sois los tripulantes de mi velero.
Sé que siempre estamos de acuerdo, Conpatines. Intentemos querernos, pues.
NoNo, espero que cuentes conmigo para esa relajada cervecita albaicinera.

volandovengo -

Joven Llanos, agradezco tus aportaciones y sobre todo tu fidelidad a esta bitácora. Pero me parecen excesivos tus comentarios que, a veces, ni vienen a cuento. Odio, por otra parte, los cuentecitos de iluminado que circulan por la red, con moralinas finales. Por eso te rogaría que en lo venidero fueras más breve y conciso y te ajustes un poco más al tema del que trato. Te recomiendo, por último, que te abras un blog donde puedas verter todo lo que te ronde por la cabeza. Yo seré el primero en visitarlo, e, incluso, lo enlazaré en mi página.

n0n0 -

Qué ganas me han dado ahora de unos caracoles y una cervecita en la plaza Aliatar, sin prisas por supuesto.

conpatines -

Desde luego, no tengo muchas diferencias con todo lo escrito, pero creo que el kit de la cuestión está en la capacidad de quererse a uno mismo, sea lento o no.

Identidade -

Me gusta meditar sobre eso: "una cosa es nivel de vida y otra calidad de vida y otra intensidad de vida y otra autenticidad de vida". Gracias!

joven llanos -

Amigo, precisamente sobre esto versa mi meditacion de hoy. No puedo resistirme a ponerte la enseñanza:
Un mendigo llamó a la puerta de un emperador a primera hora de la mañana. El emperador iba a salir a dar un paseo matutino en su precioso jardín; de no ser por esta circunstancia hubiera sido difícil que el mendigo pudiera encontrarse con él. Pero en ese momento no había ningún guardián que lo impidiera.

El emperador dijo: —¿Qué quieres? —¡Piénsatelo dos veces antes de preguntar eso! —dijo el mendigo. El emperador nunca había visto antes a un hombre tan fiero; había batallado en la guerra, había obtenido grandes victorias y había dejado claro que no había nada más poderoso que él, y de repente este mendigo le dice: «¡Piensa dos veces lo que dices porque puede que no seas capaz de realizar mi deseo!»

El rey dijo: —No te preocupes, déjalo de mi cuenta; ¡pide lo que quieras y se realizará!

—Ves este cuenco de mendigar —dijo el mendigo—, ¡quiero que se llene! No me importa de qué, la única condición es que se llene, que esté lleno. Aún estás a tiempo de decir que no, pero si dices que sí, estás tomando un riesgo.

El emperador se puso a reír. Un cuenco de mendigar... ¿y me estás dando una advertencia? Le dijo a su ayudante de cámara que llenase el cuenco de diamantes para que aquel mendigo se enterase de a quién estaba pidiendo.

El mendigo volvió a decirle: —Piénsatelo dos veces. Y pronto empezó a quedar claro que el mendigo tenía razón, porque en el momento en que se vertían los diamantes en el cuenco, desaparecían.

Los rumores se extendieron inmediatamente por toda la capital y miles de personas se acercaron a observar lo que pasaba. Cuando las piedras preciosas se acabaron, el rey dijo: «Traed todo el oro y la plata, ¡traedlo todo! Mi reino e incluso mi integridad están amenazadas». Pero antes de llegar la noche había desaparecido todo y sólo quedaban dos mendigos, y uno de ellos había sido emperador.

Entonces el emperador dijo: —Antes de pedirte perdón por no escuchar tus avisos, por favor dime el secreto de este cuenco de mendigar.

—No hay ningún secreto —dijo el mendigo—. Lo he pulido de manera que parezca un cuenco, pero es una calavera humana. Todo lo que eches dentro de ella desaparecerá.

La historia es tremendamente significativa. ¿Has pensado alguna vez en tu propio cuenco de mendigar? Todo desaparece —poder, prestigio, respetabilidad, riqueza— todo desaparece y tu cuenco sigue con la boca abierta, pidiendo más. Y ese «más» te aleja del presente. El deseo, la añoranza de otra cosa te aleja de este momento.

Sólo hay dos tipos de personas en el mundo: la mayoría de ellas corren detrás de sombras, sus cuencos de mendigar seguirán con ellos hasta que se vayan a la tumba. Y una pequeña minoría, uno entre un millón, que deja de correr, abandona todos los deseos y no pide nada; y de repente lo encuentra todo dentro de sí.
Saludos volandovengo