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Denuncia

La historia interminable

La historia interminable

Aún no hemos mediado el año y ya se cuentan en nuestro país treinta y cinco (35) mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. Algunos tenían denuncias, otros orden de alejamiento, otros nada.

Una infidelidad, un abandono, un ninguneo, una contrariedad, una desobediencia, una discusión, una mirada atravesada, una palabra mal dicha (o bien dicha), un palo al agua, la comida fría, el niño que llora, la vecina que llama al timbre, el teléfono que no para de sonar, el mando a distancia, que no hay cerveza, maldito gato, otra vez tu madre, por qué llama el cartero dos veces...

Cualquier excusa es buena para el uso y el abuso (o el uso del abuso).

Dónde dice que somos dueños de las personas, de nuestra pareja, de nuestros hijos. La esclavitud en nuestro siglo, en nuestra geografía, está erradicada. El servilismo tampoco tiene razón de ser. El servicio es voluntario. El servicio remunerado, sea cual sea la paga, no es servicio, que es comercio.

Quién nos autoriza a disponer de la vida de los demás. Somos lobos hambrientos, somos aves de rapiña, somos sanguijuelas para con nuestros semejantes (¿semejantes?).

Por mucho que lo denunciemos sigue sucediendo. Por mucho que nos avergoncemos lo tenemos muy cerca: detrás de la esquina, en el piso de al lado, en nuestra casa.

¿Qué podemos hacer? ¿Qué defensa tenemos? ¿Qué solución hay? ¿Qué ejemplo? ¿Qué castigo? Yo no sé. Quizá la educación, la igualdad real (no el sistema de cuotas), la tolerancia, la unión de todos...

Os dejo un poema de César Vallejo que acabo de recordar:

 

MASA

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:

«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,

clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común: «¡Quédate hermano!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

incorporóse lentamente,

abrazó al primer hombre; echóse a andar .

El día del aguacero

El día del aguacero

No parabamos. Ahora, parece mentira. Hace un mes escaso, la prenda habitual para salir a la calle era el chubasquero y el paraguas. Y es que cuando dice de llover... Abril, aguas mil, ya se sabe. Y hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo. O sea, todavía puede haber sorpreses.

Es como si hubieran dicho: os fastidio todos los puentes, el Día del Trabajo, el Día de la Cruz, y ya veremos si el Corpus, pero os relleno los pantanos (que ya están a más del 60% de su capacidad).

Pues un martes, el primer día de los últimos aguaceros, del diluvio pasado, me quedé sin cobertura. En el teléfono, me refiero (otras carencias de cobertura me son habituales). Estuve todo el día fuera de servicio (lo que es depender de un aparatito cancerígeno).

Mi primera explicación fue aquel cielo marengo que se nos venía encima. Llamé al "número de atención al cliente" que atentamente te cobran la llamada y allí me dieron otro "número de atención al cliente" para casos como el mío, o sea, doble llamada, doble coste.

Me dijeron que, les constaba, no debía tener ningún problema. Yo les aseguré que sí que los tenía. Que me buscara la vida, fue el veredicto que pude colegir entre líneas.

Al final del día acudí a un establecimiento de Vodafon (o Vodafone, según se lea) con la persiana a media asta y entré haciendo una involuntaria reverencia. La chica me recibió con el impermeable puesto y la luz apagada (¿sería una señal?). Le comenté mi problema y me pregunto: ¿Es de tarjeta o de contrato?

La pregunta era fácil, así que pude responder: "De contrato". Entonces contestó a bocajarro: "Pues no habrás pagado". "Oiga que lo tengo domiciliado", exclamé sin perder los papeles. "Pues no tendrás dinero en el banco", continuó impertinentemente mientras desarmaba el móvil y lo volvía a rehacer.

"Dime el pin", seguía machacando. Se lo di, lo marcó en el teclado del móvil y el teléfono recuperó todas sus lucecita rojas. Ya está. Qué le pasaba. Que se había movido la tarjeta. Bueno, gracias. Ummm.

Ni una disculpa ni un buenas noches ni un de nada ni nada de nada. No sólo los jueces son arrogantes con los humildes y humildes con los arrogantes.

Ladrones de tiempo

Ladrones de tiempo

Denuncio públicamente a las instituciones granadinas y en concreto al Ayuntamiento de Granada por jugar con nuestro tiempo, por malversar los minutos de sus ciudadanos.

Digo que el bien más preciado que poseemos es el tiempo. Un valor que a medida que pasa vamos apreciando más y más. El tiempo pasado es eso y sólo eso: tiempo pasado, tiempo que no vuelve, que se fue por el desagüe de nuestras vidas para honra o vergüenza nuestra.

Es un atentado la política vial de nuestra ciudad y, me costa, de otras muchas. Es un crimen sufrir un permanente atasco. Es excesivo el número de vehículos que transitan por nuestras angostas calles.

No me cansaré de alzar el grito y denunciar a los que delinquen, a los hombres grises que, como en el libro "Momo" de Michael Ende consumen el tiempo de sus vecinos.

Necesitamos una concejalía de horas, de minutos, de segundos. Necesitamos un ministerio para el tiempo. Una entidad que luche por el respeto, el buen uso y la protección del latir ciudadano.

El tiempo se aprovecha o no, pero es privado. Cada uno con su tiempo puede hacer lo que quiera: aprovecharlo, invertirlo, prestarlo o perderlo. Pero es su dueño quien decide.

Las esperas deberían estar sancionadas, los atascos subvencionados. A quien guarde una cola más de un tiempo prudencial se le debería indemnizar.

Ayer comencé a esperar el autobús cerca de las catorce horas en la puerta del hotel Saray (que en hebreo significa "mi princesa"). A la media hora me puse delante del coche número siete, que era el único que me llevaría a mi destino, increpándole al conductor: "llevo esperando media hora, dos sietes que han venido, de tan llenos, no han querido abrir la puerta, así que hasta que no nos deje subir no me quitaré de en medio".

¿Locura, heroicidad, desesperación? Es lo mismo. El caso es que se levantó el chófer y obligó a la gente a avanzar, a juntarse un poco más. Así que los tres que estábamos en la parada, pudimos llegar a nuestro destino.

Los dos autobuses anteriores descargaron a gente, pero no dejaron subir. Un señor cogió un taxi, una chica y después una señora decidieron empezar a caminar.

La solución no es coger el coche particular o comprarse una moto o ir en bici o caminar siempre o montar en taxi. La solución radica en poner un servicio público de trasportes eficaz, rápido y económico (gratuito a ser posible), de forma que miles de razones nos impulsen hacia ese medio de locomoción antes de atestar las calles con nuestro "monoplaza".

El peor taxista del mundo

El peor taxista del mundo

El peor taxista del mundo no es ese que no sabe muy bien dónde está, que no conoce las calles, las plazas o los barrios, que no sabe bien dónde se encuentra. El peor taxista del mundo no es ese temeroso que conduce con exagerada precaución. El peor taxista del mundo no es ese ávido conductor, temerario y arriesgado, dueño de la ciudad que tiene la mano floja y presiona el claxón a todos los que no son como él (que son la mayoría). El peor taxista del mundo no es ese que tiene su coche como un altar (no religioso) con pegatinas y olor a sándalo y con una inclinación al proselitismo. El peor taxista del mundo no es ese mal hablado o que fuma en su trayecto o que escucha Radio Olé o que tiene el fútbol a todo volumen o que es un descamisado y huele a sudor o a perfume barato...

El peor taxista del mundo es ese que abusa económicamente de sus viajeros. Aquel caradura que saca tajada de los extranjeros y de los niños, de los cándidos y de los despistados. Aquel que raspa unos céntimos en cada carrera, que redondea al alza, que se rezaga en los semáforos sin necesidad, que pasa por las calles más transitadas para participar en los atascos...

Ayer, a media tarde, llevé a mi niño al Albaycín que tenía que resolver unos asuntos. Era un engorro, pues tendría que cargar con él (muchas veces en brazos) para llegar hasta allí y regresar al hogar, pero él deseaba venir conmigo para ver "el flamenco". Yo había quedado con unas bailaoras en el Carmen de las Cuevas y él quería verlas. Así que, a pesar del leve aguacero, lo llevé conmigo.

Debíamos coger dos autobuses para llegar y tres para volver a casa, recorriendo media Granada. Llegamos al Carmen, sin novedad. Además coincidimos con algunas clases de baile y con Juan Habichuela, nieto, que estaba haciendo dedos con la guitarra.

Resueltos mis asuntos, nos fuimos por bulerías. En el segundo autobús de vuelta, sus tres añitos se rindieron, y Juan se durmió. Al llegar a la parada, razonablemente, paré un taxi que me llevara lo más rápidamente a casa, antes de montarme con el niño a cuestas en oto autobús.

El taxista iba fumando, con las ventanillas abiertas, a pesar del frío del atardecer. Antes de llegar al "límite de la tarifa urbana", el hombre multiplicó por tres el precio del trayecto. Y, al llegar, cantó a boleo el precio que quiso. Dijo: cinco euros. Cuando protesté porque el marcador marcaba cuatro con treinta y algo. Graciosamente dijo que me lo dejaba en cuatro y medio.

Debería haberlo denunciado o pedido factura, para denunciarlo, pero era más inminente acostar al niño que seguir discutiendo. No es mucho, pero indigna la forma y el abuso. Este es de los "profesionales" que dan mala fama al conjunto de colegas taxistas. En todas las profesiones hay manzanas podridas, sanguijuelas, que echan por tierra la buena voluntad del resto de sus compañeros.

* Artículo del 24 de febrero, que despareció por manipulación indebida 

El botellón

El botellón

¡Dále limosna, mujer, porque no hay en la vida nada

que el gozo de ponerse ciego en Granada!

Idea de negocio

Idea de negocio

Diciembre es el mes más consumista del año. Cada año consumimos más que el anterior. Nuestra lista de necesidades ha aumentado en proporciones desorbitadas. La pirámide ensancha su cúspide. Nunca hemos estado tan enfermos, tan anhelantes. Lo queremos todo. Es más quien más tiene. Los valores están en desuso. Los dos verbos que mueven nuestro "primer mundo" son comprar y vender.

Tenemos una lista de enfermedades que hace unos años eran impensables, estúpidas, sin sentido. El primer mundo debería darle la vuelta al marcador y ponerse por debajo del tercero. Como en las escuelas, el día del maestro, se trata de que el profe hace de alumno y un chaval se alza en la palestra como gobernador de la clase, algún país pobre podría dominar el mundo por un tiempo (¿deliro?).

Estres, depresión, obesidad (tb infantil), anorexia, bulimia, compra convulsiva, ludopatía... Enfermedades civilizadas, insatisfacciones de quien 'todo' lo posee.

Tengo varias ideas al día para luchar contra estos achaques. Permitidme que os cuente una invención de negocio para luchar contra el consumo, contra la compra convulsiva, contra las absurda necesidad de tener.

Símplemente se trata de un túnel de compra. Una tienda tremendamente larga. Una línea de metro sería ideal. En su comienzo todos los productos (puede ser un súper o un centro específico de ropa, calzado, gafas de sol, etc.). Después la caja para pagar. Desde allí hasta el final, más tienda para ver y comparar; y más cajas para seguir comprando o devolver lo comprado. Más tienda, más probadores, más cajas... Al final, después de varias horas caminando, comprando y devolviendo, la caja definitiva donde puedes pagar o devolver definitivamente lo que llevas o darte la vuelta y empezar de nuevo. Incluso esta tienda puede ser circular, un laberinto, con lugares para comer y descansar, cenar y tomar una copa. La compra ininterrumpida. La historia interminable.

* En el post anterior he reducido la foto pues un dictador tan grande enturbia la visión y mancilla la página, aunque tenga pinta de orate, como todos los de su especie.

Pinochet ha muerto

Pinochet ha muerto

 

 

Esta es la historia, señores,

aunque parezca mentira

de un hombre que nacio hombre

y se convirtió en gorila.

 

 

Cantaban los hermanos Gambino (argentinos de origen accitano) allá por los años 70, refiriéndose a Pinochet (of course). Aparte de Franco, el dictador más proximo que hemos tenido, se llamaba Augusto Pinochet, que murió anteayer a los 91 años (el domingo descansó) (o descansaron miles de víctimas). Una de las características de estos autócratas es su longevidad. Característica matusalénica que va unida a su inmunidad (de ellos sacaron el dicho de que "bicho malo nunca muere") (aunque a la larga...) (pero qué largo se ha hecho) (y qué puñeteros han sido).

Creo que fue Sciascia quien dijo que "en el dictador se acumula la estupidez de todos sus seguidores". A veces, el cabeza del absoluto poder es sólo eso: una cabeza. Son hombres de paja cegados por la poltrona, que llega un momento en que se hacen de hierro y piedra, con sólidos cimientos, difícil de derrocar, imposible de saciar su sed de "sangre".

Antes del flamenco, antes del rock, antes de cualquier otra música, siempre me he identificado con la canción de autor, lo que, bajo los regímenes dictaroriales, se llamaba "canción protesta". Esas canciones que, al tiempo, más pronto que tarde, dejaban de pertenecer a su autor para entrar a formar parte del acervo común liberador, convirtiéndose así en verdaderos himnos de masas entonados antes, durante y despues de ser perseguidos por las fuerzas de orden público, lo que antes se llamaba "fuerzas represoras".

En los 70, en los 80, escuchaba a Víctor Jara y a Violeta Parra, a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés, a Mercedes Sosa y a Nacha Guevara, a Lluis Llach o a Paco Ibáñez..., cantautores de España y latinoamérica. (Actualmente todavía sigo enganchado.) Pero con la historia de Chile, con el golpe de estado del 73 y con la tiranía impuesta he sido especialmente sensible. ¿Será por la irrupción en La Moneda?, ¿será por el asesinato de Allende?, ¿será por las calles de Santiago ensangrentada?, ¿será por el canto truncado de Víctor Jara?, ¿será por la muerte indirecta de Pablo Neruda?, ¿será por el fustrado Canto general de Mikis Theodorakis?, ¿será por los miles de persecuciones y desaparecidos?, ¿será por la violación continua de los derechos humanos?, ¿será por la inmunidad de los tiranos?...

Con la mafia me he topado

No hace mucho tiempo Jesús Lens denunciaba en su blog que había recibido la amenaza de un latin king por un artículo (objetivo, me consta) sobre estas bandas de descerebrados, que había vertido días atrás en su bitácora. Todos nos extrañamos de que este individuo supiera leer y, a duras penas, escribir para lanzar esta arenga cargada de odio y de faltas de ortografía. Pero lo que más nos sorprendió es que ocurran estas cosas en un país civilizado (¿?) y democrático (¿?), donde se supone que prevalece el estado de derecho y la libre expresión (artículo 20 de la Constitución Española).

Ahora, a mi amigo Hueso, le doy un nuevo apunte para profundizar en el mundo sin ley en el que parece que vivimos, en la novela negra que nos encontramos al voltear cada esquina.

Sin ir más lejos, ayer entré en el teatro Isabel la Católica para asistir al quinto día del VII Festival Flamenco de Otoño de Granada (como vengo haciendo desde que comenzaron estos Encuentros y hacer mi crítica para el diario). En la puerta me interceptó su organizador, Manuel José Villegas (del grupo Totalísimo) (flamenkito punto com, para entendernos), y me preguntó si yo era del periódico Granada Hoy, sin pensarlo dije sí (pues la pregunta era fácil de responder) y acompañé mi afirmación con una sonrisa de merecimiento (ya pensaba que iba a felicitarme por mi puntual entrega y profesionalidad).

Pues te agradecería que desde mañana y, si puede ser desde hoy mismo, no vuelvas por el festival, puesto que aquí no eres bien recibido, me lanzó a bocajarro y sin anestesia previa.

Mi sonrisa de satisfacción se fue idiotizando por momentos hasta rozar la impotente indignidad.

Así que me di la vuelta y me fui con el teléfono en mano para denunciar el hecho o por lo menos aclarar el porqué de este acto facistoide y anticonstitucional (artículo 20, repito). Era un atentado contra mi persona, contra el deber de informar del periódico, sobre el derecho a ser informados de los usuarios y de la necesidad de los actuantes, de una manera u otra, a ser evaluados, a que se hable de ellos.

Llamé al diario que, como es lógico, le resultó intolerante y comenzó a mover cimientos (hasta tambalear la estructura). Se lo comenté a mi colega, Juan Pinilla, del diario La Opinión que iba a cubrir el espectáculo como yo. Él denuncia también la machada en su periódico.

Esta mañana, con las aguas relativamente en calma, me llamó personalmente el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Granada, Juan García Montero (hermano de nuestro ínclito poeta), para pedirme esxcusas (que yo puedo entrar al tearo cuando quiera y, es preciso, sentarme en su palco, "a ver si tienen huevos de echarte"); me llamó mi periódico para infundirme ánimo, que todos están conmigo, que haga mi trabajo sin preocuparme por nada, que el sábado tengo una columna para resarcirme, etc.; y me llamó el tal Villegas para excusarse igualmente, pero por imperativo legal (se notaba en su voz) (que si por él fuera mis piernas peligraban).

Lo que pasa es lo de siempre: hace más daño la palabra que la espada. ¿Qué es lo primero que ocurre cuando alguien usurpa el poder en un país tras un golpe de estado, una revolución, una invasión, unas elecciones poco limpias, etcétera? Muy fácil: quemar los libros, fiscalizar los focos de información e, incluso, eliminar a los escritores y pensadores, poetas y periodistas.

Lo mejor para dominar a todo un país es pensar por ellos. Pan y circo. Iglesia y fútbol. Tele basura y política ficción. ¿Os suena?

61 víctimas

61 víctimas

No sé si sirve de mucho volver a hablar del tema. Seguramente no está en nuestra mano y lo único que podemos hacer es denunciarlo, tomar partido y dar ejempo.

Son ya sesenta y una (61) las víctimas a manos de sus compañeros (hasta el sábado 25), (tan sólo en España), (que no es el país más extremo). Ya no se habla de violencia de género y mucho menos de violencia doméstica. Ya se le empieza a llamar por su verdadero nombre: 'violencia machista'. Yo redundaría de manera concreta, incluso. ¿Qué tal 'bárbaros desequilibrados' o 'asesinos varones'?

Que la mujer también es violenta, puede (sobre todo psíquicamente), (soy un hombre casado), pero mujeres asesinas, las menos (es preocupante, pero no patológico).

El varón asesino-de-su-compañera es una lacra social europea, mundial, una epidemia. Por más medidas que se tomen, son pocas.

El mayor enemigo por fuerza ha debido ser nuestro mayor amigo, un odio tan ciego ha debido de nacer de un fuerte amor. Un amor bilateral que, en la mayoría de los casos, se ha convertido en unilateral. Quizá esta sea la razón. Se me ocurren dos argumentos igual de peregrinos, los únicos motivos de un asesino: "ella le quiere, él la odia" o bien "él la quiere, ella simplemente ya no".

¿Me avergüenzo de ser hombre? No. No todos los hombres son iguales (como no hay un terrorista en potencia en cada musulmán). Por suerte los asesinos son los menos, pero qué ruido hacen.

Una pupa

Una pupa

Insisto, Granada es una herida abierta. Hoy, martes 21 de noviembre, tenemos más ciudad en obras que ciudad construida. Dan ganas de hacer las maletas y no volver aquí hasta 2010. Pero, me temo, que seguirán abriendo zanjas y lo peor es que antes de que cicatricen estos labios de cemento y polvo, volverán a zaherir el casco granadino por las mismas costuras, quizá porque en su día se olvidarón de meter no sé qué cable.

El universo está en expansión, como las obras de Granada. El universo es infinito, como las obras de Granada. El universo es un enigma, como las obras de Granada.

Es incomprensible cómo los turistas acuden en manadas. Es alarmante que se venda Granada como una ciudad de ensueño. Son inútiles las mejoras cuando la vida corre más que las infraestructuras y, cuando se inaugura la obra terminada, ya está obsoleta y, cuando una carretera, por ejemplo, se adapta para soportar mil coches a la hora, en el momento de estar terminada, recibe tres mil.

¿Estará la solución en dar un gran paso hacia atrás y abandonar el cemento y enterrar los coches y desbovedar el río y ralentizar los relojes y escribir a mano y conversar en las plazas y amarnos en los atardeceres?

Si no empezamos a soñar estamos condenados a soportar una pupa incurable que crece sin cesar.

¿De qué tenemos miedo?

¿De qué tenemos miedo?

Sartre advertía de que el infierno son los demás. Para Amenábar los otros son los muertos o, mejor dicho, para los muertos los vivos. Mi discurso de hoy, sin embargo, es más mundano, es algo que se ve todos los días, cada vez más, al menos a mi alrededor. Y es algo que, sin ser observador o sociólogo apreciamos al subir al autobús (mi tema favorito, donde el entramado de mis días se desvanece y no hay dios que recoja el ovillo mientras se deshace esta madeja). Me refiero a que preferimos sentarnos solos que a compartir asiento con algún otro usuario.

Cuando nos montamos en el autobús y podemos elegir (qué poquitas veces), buscamos el asiento individual y no el doble. Si no queda más remedio, cogemos uno doble en la fila del pasillo para, el que venga a continuación, opte por compartir el asiento con alguien que no tenga que levantar o pasar por encima (a veces literalmente).

Lo que pasa, es que los demás peatones que se deciden por el transporte público, piensan como yo y no quieren compartir asiento. A veces nos quedamos de pie para evitar a un compañero de viaje.

Anne Tyler en El turista accidental (mejor la película que el libro) propone un magnífico decálogo para el viajero. En uno de sus puntos recomienda no olvidar un gran libro (de tamaño, no de bueno), leámoslo o no, para aislarnos de este vecino, generalmente molesto.

¿De qué tenemos miedo? Quizá no deseamos que nadie intente hablarnos en este devenir de autistas funcionales; quizá tememos a un posible siames obeso o que huela mal o que tenga caspa y se bata el cabello formando una repentina nevada de descamaciones y otros ácaros o que se meta el dedo en la nariz y dispare verdes píldoras de parabólico vuelo de difícil seguimiento o que se desprenda de algún pequeño trueno ventral y las miradas del respetable recaigan en ti que, sin comerlo ni beberlo, se te han sonrojado las mejillas por un justificado pudor ajeno o...

O puede que todo lo contrario, que seamos nosotros los charlatanes, los grasientos, los casposos, a los que se nos escapan los vientos o los que nos cantan los alerones. O tememos a la chica o al chico que comparta poltrona y piense que nosotros pensamos que él o ella piense que nosotros estamos pensando lo impensable. O tememos al señor o a la señora que nos mira de arriba abajo pensando lo pensable.

A veces nos levantamos, cedemos nuestro asiento, no por condescendencia sino por "librarnos" de nuestro partener. A veces disimulamos con el móvil o con el libro del protagonista de Tyler o pegando las narices al cristal para ver el caótico desarrollo de las obras municipales. Y, lo que es peor, a veces disimulamos cuando entra al autobús alguien conocido que tampoco quiere vernos y, quejándonos de nuestra mala suerte, hacemos por no habernos dado cuenta, hasta que nuestras miradas coinciden por algún leve error y no tenemos más narices (que también se miran) que, con una estúpida sonrisa, balbucear un saludo que siempre va a sonar hipócrita, que siempre parece lo que símplemente es.

Y tú ¿de qué tienes miedo?

Decadencia

Decadencia

Canta un fandango Enrique Morente, para cerrar el disco Sacromonte, que dice: "To el mundo me da de lao / porque me ve en decadencia, / pero yo me he echao la cuenta / que el mundo no se ha acabao, / puede dar otra vuelta". Yo soy menos optimsta y pienso en la situación inversa, pienso en quien empieza a descender, en quien cae de la cresta de la ola, palacios de marfil que se derrumban.

Cuanto más subamos, más alto puede ser el batacazo. Es necesario acolchar nuestra caída con un buen colchón (los mejores almohadones que conozco son los buenos amigos, los amigos de verdad, los que te miran (léase, quieren) igual estés a la altura que estés), (eso sí, no los defraudes).

Podemos ascender, la vida es una carrera de logros y batallas que podemos ganar, pero que también podemos perder y entonces caemos y no nos podemos hacer una idea lo profundo que está el fondo (nunca tocamos fondo hasta sentir el cañón de un calibre 22 entre los dientes).

Es inútil comentar la foto que precede este artículo. Es innecesario recrear un antes y un después. Es demagógico advertir sobre los estragos de la droga. Es imposible que no te conmueva tanto deterioro en una persona que lo tenía todo, que lo era todo.

Ayer escuché por casualidad el tema principal de la película "El guardaespaldas", de Whitney Houston y recordé estas fotos, esta comparativa. Aunque dicen que se ha recuperado, la visita al infierno no se la quita nadie y lo peor es que guarda billete de vuelta en primera clase guardado en la manga (aunque no lo sepa).

Bullying

Bullying

Leo con verdadera preocupación un artículo en El País de ayer domingo sobre un caso de asoso escolar, lo que se viene denominando bullying (palabra que lamentablemente se nos está haciendo familiar). Se trata de Andrea, una niña de 13 años de un instituto de Ponferrada (León), que lleva varios días en la cama con la pierna fracturada por la agresión de unas compañeras de estudios.

No es la primera noticia que tenemos. La violencia en las escuelas está a la orden del día. Dicen que el 62 por ciento de la responsabilidad de este comportamiento es de los padres. También influye la televisión, internet, los amigos, la calle...

El problema no es sólo entre adolescentes (¡que viva el botellón!) sino entre niños de todas las edades. Hace algún tiempo salió a la luz el acoso sufrido por un niño de seis años (¡seis años!). En un artículo que leí habla de que el sentimiento de agresividad en el hombre se genera desde los tres años (antes, el hombre es hombre -quiero decir niño-, a partir de los tres años tiene la posibilidad de convertirse en animal, en energúmeno).

Pero no sólo este animalismo se da entre niños o niñas (que en eso sí que hay igualdad), sino entre alumnos y profesores (Jesús Palomo comentaba la mala suerte que tenía de vivir esta época, pues cuando él era chiquillo, los profesores pegaban impunemente, ahora, que es profesor, quienes pegan son los alumnos); o entre padres y profesores (hace poco una madre agredió con una barra de pan a la maestra de su hijo); o entre niños y padres (hay padres que denuncian a sus hijos por violentos, les tienen miedo), (hay hijos que matan a sus padres), (tengo unos recortes, de los que hablaré algún día, sobre padres acosados (léase 'acojonados') por sus hijos).

Y encima lo graban en el móvil. Y encima se lo pasan de uno a otro. Y encima lo cuelgan en internet. Y encima se lo quieren vender a la prensa... Tal es su hazaña. Son cazadores y siempre hay presas desvalidas. Ya no hacen falta 'juegos de roll' ni 'idas de pelota'. Se está muy cuerdo cuando se agrede. El imbécil, el loco, el ébrio, es quien rueda por el suelo, el que se estrella contra la pared, el que soporta la navaja en el pecho.

Siempre, por lo que sé, por lo que he vivido, han existido los discriminados, las "víctimas" en las escuelas, a manos de otros chicos, pero antes, por decirlo así, existían límites, había una ética generalmente aceptada, planeaba una especie de miedo por las cabezas de los jóvenes que impedía dar el paso funesto, que evitaba quemar las naves... Quizá no fuera lo mejor. Pero ¿qué futuro nos espera si nuestros hijos son acosados o acosadores desde su más tierna infancia? Si tres amigas preadolescentes son capaces de romperle la pierna a una compañera, ¿qué harán con 20 ó 25 años?, ¿o 50 y sean dueñas de una empresa o jerifaltes de un país?

Yo, como padre, siento escalofríos con noticias como ésta. En su caso, creo que preferiría que mi hijo fuera acosado que no acosador, que fuera víctima y no verdugo, que las lágrimas nos hicieran surcos en las mejillas y no hacerle muescas a la culata de nuestro revolver.

Violencia de género

Violencia de género

Un niño le pregunta a su madre: "Mamá, ¿papá esta en la Gloria?". La madre lo corrige: "No, papá está en el Cielo, en la Gloria estoy yo".

Puede que antes el único recurso que tuviera una mujer de librarse de un hombre, de salir del infierno, fuera esperar a que se muriese, a que desapareciera de su vida (la lenta venganza árabe).

Las cosas, por suerte han cambiado (¿no para todas/os?) y tienen que seguir cambiando (¿no para todas/os?). Pero el avance hasta la igualdad, la "liberación" de la mujer, no la hemos asimilado. Una mujer, que antiguamente formaba posesión del hombre en el mismo plano que su montura o sus armas (o ligeramente por debajo), es difícil mirarla ahora directamente a los ojos, es inconcebible que quiera dejarnos, es impensable que sea independiente y no sea una puta.

Esta bien que las mujeres tengan alma (no hace tanto que la iglesia así lo consideró), esta bien que las mujeres trabajen (con el paro que nos corroe), está bien que las mujeres conduzcan (con el parque móvil tan desmesurado que embotetella nuestras ciudades), esta bien que las mujeres voten (un logro relativamente reciente), (y no en todos los países y no en todas las sociedades y no en todas las casas), pero que las mujeres se divorcien sin nuestro permiso, que a "nuestra" chica le guste otro hombre (o una mujer) o que tenga un amante o que sea promiscua... eso ya es pasarse.

El hombre, en su infantilismo permanente, en su primitivismo irremediable, ejerce la Ley de la Selva (que a veces es la única que conoce y respeta) y decide cortar por lo sano, acabar con el problema de raíz y en su lógica salvaje se impone: "si no es mía no es de nadie" o "la maté porque era mía" o "ella se lo ha buscado" o "lo hago por su bien"...

Convirtiéndose así, en vez de en violencia de género, en violencia de número. Pues, si no me equivoco, van más de cincuenta asesinadas en manos de sus supuestas parejas en este año, al que le quedan aún dos meses y medio para que termine (¿y empezamos otra cuenta?). Una debacle. Es Guerra Civil, como dijo Miguel de Cervantes ante la persecución de los gitanos y que les cortaran las orejas y que los condenaran a galeras.

Algunos deciden quitarse de enmedio, a veces lamentablemente sin éxito, despues de haber acabado con su enamorada (¿?). Antiguamente se conocía como crimen pasional y, si no estaba bien visto, era al menos romántico. Hoy da náuseas.

Violencia doméstica la llaman, aunque de doméstico nada tiene. Son asesinatos puros y duros de gente desequilibrada, de mediohombres que no entienden que su libertad acaba donde comienza la de los demás, la de su compañera.

* ILUSTRACIÓN: Fragmento del cartel "La guardia civil del medio rural ante el maltrato a las mujeres". Dirección General de la Mujer (Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades). Junta de Castilla y León, 2004.

La Pena de Muerte

La Pena de Muerte

Ayer, 10 de octubre, fue el día mundial en contra de la pena de muerte (esa institución bárbara que se emplea cuando faltan argumentos). O sea, es como el día de la bicicleta o el día sin humo, nadie coge el coche y se procura fumar menos. Hoy no se mata. Me temo que quien mata seguirá su calendario de ejecuciones y quien no mata quizá se manifieste en contra de esta aberración contranatura (y dejemos la sodomía en paz).

Este año, la abolición contra la pena capital (y, de paso, la tortura) se centra en el continente africano. Aunque no todos matan. De 53 estados que hay en el continente, han abolido la pena capital, unos 13 (incluyendo a Liberia, que se apeó del tranvía de la muerte el año pasado, y Senegal, que dejó de matar en 2004). De los 40 que nos quedan, unos 20 recogen la pena de muerte en sus leyes, pero no la practican (es como el cristiano que no va a misa).

Pero, por desgracia, no sólo África. La muerte no tiene color. En Estados Unidos (no todos los Estados) desde 1976 llevan mil asesinatos políticamente correctos; en China, que junto con Irán y Vietnam superan en muertes oficiales al imperio americano, el terrorismo de estado está a la orden del día, y se ejecuta con un tiro a la cabeza; Singapur, que presume de ser el país más limpio del mundo (hasta está prohibido el chicle), tiene las manos manchadas de sangre...

Lo peor es quien se plantea reforzar esta pena, como nuestro querido Perú. O quien se plantea establecerla, como Polonia. Sí, en la Europa de euribor, hay países cangrejo que empiezan a recordar que la letra con sangre entra y que el enemigo bueno es el enemigo muerto y que muerto el perro se acabó la rabia...

No nos colguemos medallas, sin embargo, por lo buenos que somos. No matamos pero hacemos la puñeta. Miguel Gila contaba de aquel país tan pobre que no tenía ejército, no tenía carros de combate; utiliza un Fiat 600 con un enano dentro, que en vez de disparar insulta, que no mata pero desmoraliza. Los "crímenes" de estado, las presiones, el desequilibro social, el paro... son otro tipo de penas últimas y, a veces, sin solución (¿porque no interesa?).

Es la muerte en vida. El muero porque no muero de Santa Teresa. Los cuentos de mi hijo están plagados de brujas que envenenan a princesas que caen en un sueño eterno hasta que el príncipe azul le da un beso de amor en la mejilla. (Menos algunos que el beso se lo da una princesa a una rana para que se convierta en buen mozo, hijo de rey casadero (el hijo, no el rey), (Serrat proponía lo contrario, que si la bella besaba al príncipe, éste se trocaba en batracio).

¿Dónde estará nuestro príncipe azul? ¿Donde nuestro elefante rosa?

* Tenía un primer plano de ejecución asiática con disparo en la nuca, pero me ha parecido muy fuerte para verla cada vez que abro el blog.

Amanecer

Amanecer
Lo malo del presente es el futuro

Primeros en reventar

Primeros en reventar

En unas jornadas, que en Australia reunió nada menos que dos mil quinientos expertos de todas dimensiones corporales y adiposas, advirtieron que "en el mundo hay más obesos que personas con hambre". Yo pensaba que estábamos locos, pero después de esta noticia creo que no tenemos remedio. O sea que el primer mundo (que englobaría a todos los que se pueden comprar un bollicao al día) está tocando límites catastróficos por los abusos de grasa, de azúcares y de edulcorantes adulterados, por sobrealimentación y hormonas irregulares...

En un diarío apócrifo, Lope de Aguirre, conquistador de El Dorado" cuenta que en sudamérica, en la selva amazónica, le sorprendieron unos mosquitos, chupadores de sangre que eran insaciables (como una amiga mía, pero eso no viene a cuento), que empezaban a succionar sin compasión a hombres y bestias, hasta adquirir un color sanguinolento y engordar y engordar hasta caer por su propio peso y explotar reventados en el piso.

* Ilustración: "Esclavo gordo" de un tal Matthius 

Guardacostas

Cuando yo era joven, durante los meses de verano en la ciudad, acudía con algunos amigos (muchos) a una piscina privada. Era la piscina de Los Mondragones, un club social para oficiales del ejército. Entre el grupo de amigos, había varios hijos de militares que, gracias a ellos, pasábamos todos por hijos de condecorados. (A veces, ninguno de los que íbamos a aquellos jardines era del gremio, pero a fuerza de vernos, entrábamos como usuarios legalmente reconocidos.)

Había allí en la piscina algunos vigilantes que nos pedían de vez en cuando el carnet o nos llamaban la atención o nos echaban directamente cuando nuestros juegos no eran del agrado de los hijos más inmediatos de la patria o cuando cantábamos canciones subidas de tono. A esos vigilantes los llamamos 'guardacostas' en plan irónico, pues parecían guardias del litoral. Y, el cachondeo se armaba cuando alguien avistaba la gorra oscura y gritaba: "que viene el guardacostas".

A raíz de aquello, llamo 'guardacostas' a cualquier encargado, vigilante o portero que se cree con un poder superior, cabeza de ratón por unas horas. Gente (como los jueces) arrogante con los humildes y humilde con los arrogantes.

Anoche, por tercer año consecutivo, estuve, como periodista, en el XXVII Festival Flamenco de Los Oíjares (mañana sacaré la crítica) y por tercer año consecutivo tuve problemas para entrar a pesar de identificarme. Un grupo de guardacostas se pasaban mi carnet de prensa de uno a otro escrutándolo y mirándome de soslayo me preguntaban si no tenía algo más (yo pensaba que si tuviera entrada no me haría falta 'pelear' en la de esa forma y pasaría de todos aquellos liliputienses). Al final siempre me dejan pasar pero me vigilan de cerca. Parece que me hacen un gran favor dejándome que le dé cobertura y publicidad gratuita a su pueblo y a su festival. Me encuentro con Juan Pinilla, crítico de otro periódico (La Opinión), que le pasó un tanto de lo mismo.

El mundo está lamentablemente lleno de guardacostas, de catetos y de bodoques. También de rastacueros, pero eso es otra historia. 

Atención, pregunta

Atención, pregunta

¿Si hasta julio de este año han ardido en España 35.000 hectáreas, una tercera parte de lo quemado en 2005, no será porque cada año hay menos que quemar?

 

* FOTO: El incendio de Zuera de final de julio arrasó 40 hectáreas (el Heraldo de Aragón)

 

trasbordos

Un hombre pobre es quien no se puede ir de vacaciones. Un pobre hombre es quien puede irse de vacaciones pero no se va. Yo, posiblemente, reuna los dos calificativos (o participe de ellos, que no es lo mismo pero es igual). Y, por lo que veo, Granada está llena de pobres hombres pobres, pues el tráfico sigue como al principio y el aparcamiento es un milagro (menos para mi amigo Jesús Herrera, que parece que siempre hay un conductor esperándolo para, cuando él llegue, cederle su sitio).

Los que no vacacionamos, sentimos cierta envidia del que disfruta de su descanso estival y no comprendemos los servicios mínimos. Como si quienes nos quedamos en casa tengamos menos derechos que quien se va. Hay menos autobuses y los periódicos tienen menos páginas.

Además, parece que nuestros poderes fácticos, ordenan trabajar con más ahínco en la reforma de nuestra ciudad. Es decir, como si pensasen: "como la mayoría de nuestros ciudadanos se ausetan, al menos nosotros, vamos a dejar lo más fuerte de las obras para julio y agosto". O sea, un caos.

Y en ese caos me encuentro cuando salgo a la calle y subo al autobús y voy de parada en parada, como se fuese el Monopoly (aunque sin pasar por la salida y sin cobrar las veintemilpesetas). Lo bueno es que tengo bonobús (varios), que tienen trasbordo gratuito (hasta ahora que se paga aunque sale más barato). Lo malo es que el trasbordo no sirve después de transcurridos cuarenta y cinco minutos, que son los que pasas en el autobús en un atasco 'a mano armada' por culpa de las obras que al Ayuntamiento le ha dado por intensificar en verano porque cree que la mayoría estamos de vacaciones. (Lo mismo me voy unos diítas a la playa.)