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Creacionistas y negacionistas

Creacionistas y negacionistas

Hay dos debates milenarios hoy de actualidad. Dos opiniones que sorprenden por lo incomprensible e intolerante, incluso. Dos teorías que nos sumergen en los tiempos oscuros del medioevo.

Con motivo del 200 aniversario del nacimiento de  Darwin, todavía hay quien niega la evidencia del proceso evolutivo. No vale la ciencia ni sus descubrimientos, no valen las demostraciones y la lógica. Para algunos el hombre fue creado tal y como es, pero con menos ropa.

Sea del barro, del soplido y de una costilla. Hombre y mujer surgen a imagen y semejanza del Creador para ser centro del universo, para aplastar la cabeza de la sierpe, para ser la imagen de Dios en la tierra.

También, destaca en los últimos titulares, a raíz del levantamiento papal de algunas excomuniones a obispos que fueron ordenados por el polémico Lefrebvre, la negación de las cámaras de gas en la Alemania nazi.

No bastan los testimonios y las imágenes gráficas, no bastan los campos de concentración que aún siguen en pie para vergüenza de la humanidad. No valen los miles y miles de judíos muertos, la mayoría gaseados (en las "duchas", como decían ellos).

Entre creacionistas y negacionistas, empezarán a salir quienes reivindiquen a la cigüeña que trae a los niños de París o los que conciban el mundo plano y no quieran ir más allá de Finisterre o los que teman que se les ponga el ombligo azul a fuerza de homenajear a Onán.

Zimbabue. Aniversario y denuncia

Zimbabue. Aniversario y denuncia

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay siete millones de zimbabuenses
muriéndose de hambre.
Debajo de las sumas, un brote de cólera;
el mayor de su historia.
Existen las montañas, lo sé.
Y la Organización de las Naciones Unidas,
lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para saber de las tres mil personas
muertas por la epidemia,
para saber de los sesenta mil infectados,
según la Organización Mundial de la Salud.

En el ochenta y cinco cumpleaños de Robert Mugabe,
dictador de Zimbabue,
se sirvieron cuatro mil porciones de caviar,
tres mil patos para el gusto de la aristocracia,
dieciséis mil huevos,
tres mil tartas de chocolate,
champán francés
y ocho mil cajas de bombones Ferrero Rocher,
los favoritos de “su excelencia”.

Más vale sollozar afilando la navaja
o interrogar a los miles de invitados
que contribuyeron en los gastos.
Más vale escudriñar al banco,
que sólo admite dólares estadounidenses.

Los patos y el caviar
y los huevos y el champán
ponen sus gotas de sangre
debajo de los rostros de los hambrientos;
y los coléricos alaridos de las madres estrujadas
llenan de dolor el mundo
donde el África negra estalla por sus venas.

* (con el permiso de FGL).

Temporal

Temporal

Estamos tan acostumbrados a ciertas expresiones, que damos por válido lo que significa exactamente lo contrario de lo que nos quieren decir.

Sólo hace falta aplicar cierta lógica.

Hace poco, tras el temporal que azota el oeste europeo, la enviada a Londres de una cadena televisiva, con bastante emoción, comentaba, frente a una imagen blanca, que era "la peor nevada" caída en esta capital en dieciocho años.

No lo tuve que pensar mucho para interrogar a la pantalla: ¿Será más bien "la mejor nevada"?

Oscuridades. Cierre del Planta Baja

Oscuridades. Cierre del Planta Baja

Érase una vez una ciudad en la que todos querían vivir. Y no sólo por su fisonomía, belleza y contrastes, sino, sobre todo, por su efervescencia. Un tejido cultural, macerado durante muchos años, amortiguaba con creces el vacío que pueden crear la falta de oportunidades, la carencia industrial y el escaso patrimonio de las personas.

Esa retícula no oficial, la mayoría de las veces, atraía como un imán a los hambrientos de hacer cosas, alternativas. Igual que en un zoco árabe que la actividad se reparte por barrios, en Granada saltaban creadores por cualquier rincón. Dabas una patada y brillaban los poetas, mirabas al otro lado y saltaban los músicos, te agachabas y se levantaban los pintores o los flamencos o los filósofos o los bailarines.

Pero fuerzas oscuras niegan el trabajo anónimo, la creación extraoficial, la cultura independiente. Y si un libro no tiene el sello oficial, no ve la luz. Y si un artista no firma los papeles, se queda sin cantar. Y si un local incomoda por el motivo más nimio que se pueda imaginar, se clausura. Se cierra sin más, aunque siempre haya sido respetuoso, aunque procure cumplir con la legalidad, aunque tenga buena voluntad, aunque haya que sonreír ante un funcionario (porque nuestros políticos son poco más que funcionarios) o bajarse los pantalones (por exigencias del guión).

Ahora se clausura la programación en directo del Planta Baja, tras 20 años al pie del cañón, luchando por la cultura granadina, la no oficial y la oficial, la alternativa, la clandestina, la veterana y la principiante. Salas como ésta (como Eshavira, cerrada por razones parecidas) hacen de Granada un lugar único y rico. La ciudad no es la Alhambra o Federico (que también), no es Sierra Nevada, el flamenco y el sol (que también). Nuestra ciudad son sus gentes y sus sueños. Nuestro mundo es ahora. Nuestra tierra está viva. 

Pero para que Granada siga latiendo, para que siga siendo un referente cultural (en el más amplio y escandaloso sentido del término) hay que reivindicar el Planta Baja y, con él, la suma de todas las iniciativas individualidades, de la cultura endógena, que día a día iluminan la ciudad.

¡Basta de oscuridades!

El Carmen de las Cuevas en tela de juicio

El Carmen de las Cuevas en tela de juicio

Me recuerda a ese viejo chiste en que una señora denunció a su vecino por pasearse desnudo por su piso. Cuando la policía fue a constatar el hecho, se asomó a la ventana y advirtió a la señora que, pasease o no sin ropa alguna, desde donde estaban era imposible verlo. La mujer, con toda naturalidad, le dice al investigador: "súbase al armario, verá cómo va desnudo".

La libertad de un individuo termina donde empieza la de los demás. También está la educación y el respeto.

Cuando a alguien, con cierto sentido cívico, acusan de alguna anormalidad que perturbe al prójimo, lo primero que debe hacer es comprobar el daño, sopesar las irregularidades y, en su caso, erradicar ese desperfecto.

En el Albaicín hay una escuela de baile, que comenzó como una academia de idiomas. Su transformación fue progresiva y natural. Situado en un lugar emblemático, el Carmen de las Cuevas, hoy por hoy, es un lugar señero dentro del flamenco en nuestra ciudad. Tenemos que estar orgullosos que existan lugares como éste, que acojan a estudiantes de todas las nacionalidades y que lleven a su país, no sólo el idioma, las costumbres y el flamenco aprendidos, sino también el ambiente y la imagen edénica que se puede contemplar en su estancia en este lugar.

Son muchos los que acuden a Granada para ver, para vivir, para escuchar. Para escuchar ese silencio sacromontano que sólo mancillan los pájaros. Para escuchar el sonido del agua, verdadero tesoro y herencia nazarí. Para escuchar el lamento de una guitarra, las fiestas de los gitanos, el soniquete profundo de un zapateado.

Desde 2006, sin embargo, una vecina de dicho Carmen, en la Cuesta de los Chinos, se viene quejando por el ruido en la casa de al lado. Su pataleo es totalmente legítimo: el derecho a la tranquilidad debe ser inquebrantable.

Las inspecciones y los controles inmediatos que se realizan, por su parte, clasifican dicho "ruido" por debajo de los niveles permitidos y en horarios diurnos. Y, aunque encuentran deficiencias en el aire acondicionado y ven ilegales las máquinas expendedoras de refrescos, sus actividades pueden seguir desarrollándolas como hasta la fecha.

La vecina sigue enchufando el fonendo a las paredes, continúa con su denuncia y pone un contencioso. El juez le da la razón (¿?), pues no se hicieron debidamente las mediciones acústicas en su momento.

En diciembre de 2008 el Ayuntamiento decide acatar la sentencia de la juez y clausura el local para hacer las mediciones pertinentes. La vecina, en cambio, no permite medir en su vivienda (porque no se lo han notificado por escrito), que su abogado irá al Ayuntamiento y aclarará todo.

Pero este supuesto abogado no da señales de vida.

Finalmente, el Ayuntamiento decide reabrir porque piensa que los estudios están bien insonorizados, que los daños a la academia son mayores que el pataleo vecinal.

Hasta aquí está todo aclarado. Sin embargo, el carácter empecinado y centroeuropeo de nuestra fiel enemiga no descansa y seguirá agudizando su oído para no oí un tacón más alto que otro. Desde aquí nos solidarizamos con el Carmen de las Cuevas. Recogeremos adhesiones. Y, a este paso, nos vemos manifestándonos en Ámsterdam ante el Tribunal de La Haya.

El hombre es un lobo para el hombre

El hombre es un lobo para el hombre

Cuando yo estudiaba Historia, había un seminario permanente, una especie de postgrado, que se llamaba La paz y los conflictos. Se trataba de analizar la historia de la humanidad por medio de los enfrentamientos y las amistades.

Nunca coincidí con dicho seminario, pero las referencias a él, en otras asignaturas eran frecuentes. Sin embargo, me preguntaba, y aún me pregunto, si la paz era real o era una ausencia de guerra declarada.

¡En la guerra todo vale!, es repugnante.

El hombre, y el día a día así nos lo recuerda, es violento y cruel. Nadie se libra. Por muy pacíficos, tolerantes y fraternales que seamos, tenemos que tener un instinto asesino exagerado para nuestros congéneres.

Ya lo dijo Hobbes (s. XVII), "homo hominis lupus", el hombre es un lobo para el hombre. En el “estado de naturaleza” el hombre vive una guerra de todos contra todos.

Es tremendo, pero qué si no son los acontecimientos que vivimos. Abro el periódico y tiemblo, oigo las noticias y me indigno, veo los diarios televisados y me pongo a llorar.

Temo que algunos conflictos están de "moda" (entiéndase: tienen más repercusión mediática) y nos volcamos más con su causa, nos sensibilizamos más. Pero hay otros muchos que duelen por lo anónimos e indefensos.

No sólo Gaza, sino también Irak, Afganistán y gran parte del Próximo Oriente. También Egipto y Guinea y prácticamente toda África. Y el continente suramericano. Y Centroamérica. Y la violencia en Estados Unidos y las desapariciones en México y la inseguridad, la inmigración, la desigualdad, la corrupción, la doble moral... en muchos países europeos. Eso sin hablar de la violencia de género, el terrorismo, el desempleo, los atentados contra la naturaleza, etc.

No podemos renunciar a nuestra condición de ser humano. Hay organizaciones, individualidades que luchan contra todo eso, pero es insuficiente.

¿Será esta violencia atroz el verdadero estigma de Caín que todos hemos heredado?

* Uno de los cientos de hombres en Gaza con el cadáver de su hijo en los brazos (debe tener más o menos la edad del mío).

** (Intento restarle dramatismo quitándole el color para poder seguir abriendo este blog sin problemas y no deshacerme por las costuras).

 

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Hubo un tiempo (creo que coincidió con principio de siglo) (podría ser el efecto 2000, si no fuera tal efecto el haberme casado ese año), hubo un tiempo -repito- que los anuncios ("los comerciales" dicen en sudamérica) eran de una originalidad extraordinaria. Daban ganas de apagar la tele o levantarte del sillón cuando terminaba el intermedio y volver de nuevo cuando la película o el programa hacía un receso. Daba gloria.

Este esplendor se ha repetido en diferentes ocasiones. Creatividad, eficacia, humor, inteligencia, sorpresa, realización, montaje, música, ambientación... ¡Todo lo que se puede contar en 20 segundos de media! Hay concursos que premian esta calidad imaginativa.

No es fácil. (Hace tiempo escribí anuncios y algún publireportaje para una productora con resultados mediocres.)

Llevamos un tiempo, sin embargo en que la mayoría de los anuncios lo que provocan es angustia, por lo casposos, repetidos y esaboríos (’sosos’ en el más profundo andaluz). La palabrería cuasipoética que impera en la gran mayoría de estos espacios publicitarios, con la intención de conmover, son insufribles, y sólo logran el efecto contrario.

Llevo unas semanas sin televisión (como viene siendo costumbre en mi casa) y no vemos ni lo bueno ni lo malo. Respiro. Comer con la radio es toda una experiencia, que no te obliga a levantar la vista ni a voltearte si la tele te pilla de través o a las espaldas.

Pero a menudo y la echo en falta en muchos momentos. Por ejemplo, para tomarle el pulso al nivel de estos anuncios.

La calle herida

La calle herida

Como quien busca la vena propicia para extraer sangre, como si siempre dieran con el mismo vaso venéreo, junto a mi casa, por el camino que me lleva y me trae del trabajo, una misma calle siempre se abre en canal para meter no sé qué tubos, no sé qué cables, que ya van cuatro incisiones en el mismo carril en poco menos de tres meses.

Es una calle reciente, como todas las que me rodean, que no ha mucho era un descampado. Una calle más ancha que las demás. Se diría una vía principal dentro de la limitada periferia.

Aristóteles es su nombre, e ignoro si la han inaugurado oficialmente. Lo que sí sé es que las casas unifamiliares, adosadas (¿adobadas?), que la orillan ya están habitadas y ella, la calle, perfectamente asfaltada, arcenada y acerada, con sus peraltes, sus líneas continuas y discontinuas y sus pasos de peatones, donde rodaban felices y despreocupados vehículos de todas las clases ajenos a las prospecciones venideras.

El caso es que, una vez sellada y en pleno funcionamiento, se abrió de nuevo. Desviaron el tráfico y los peatones con flechas, señales y vallas. A los días se volvió a cerrar, dejando en evidencia sus cicatrices, parches en el asfalto, badenes involuntarios. Para volverla a abrir y después otra vez cerrar. Y otra más. Y ahora que ha sido levantada esta semana, para el metro, creo.

No esta mal que se mejoren las infraestructuras. Pero dentro de un orden. ¿Es que no se puede meter la luz, el agua, el teléfono, la fibra óptica, el alcantarillado, las minas antipersona y las toperas en una misma acometida? Es como quien se acuesta y se levanta para miccionar y se acuesta de nuevo y se levanta para lavarse las manos y se acuesta y se levanta para comer algo y se acuesta y se levanta para lavarse los dientes...

No sé quién ni dónde proponía hacer unos pasadizos debajo de las calles, una especie de cloaca máxima que, en forma reticular, recorriera la ciudad entera. Unos pasillos, no muy grandes, a manera de catacumbas, con puertas estratégicas que permitieran su entrada, para evitar los trastornos de las obras.

Bien señalizados, con planos, iluminación y ventilación, estos corredores facilitarían toda clase de incursiones en el subsuelo sin tener que intervenir, sin necesidad de horadar, sin las molestias de circulación, medioambientales y estéticas que suponen estas actuaciones. Sin contar el derroche de dinero que presiento que pagaremos todos los contribuyentes (aunque si es por dar cuartelillo a los obreros en estos tiempos de crisis, tendríamos que repensarlo).

Un abrazo a García Montero

Un abrazo a García Montero
La envidia, al igual que los celos, corroe al envidioso y erosiona al envidiado. La envidia, a diferencia del amor es rellenable. La envidia es negra, como el odio. Quema como la ira. Crece como el deseo, como la agonía.
La envidia es enfermiza como la gula e insatisfecha como la avaricia. Es amarga como la venganza. Amarga como la derrota. Ciega como la violencia.
El caso García Montero - Fortes reúne todos los síntomas para ser considerada una historia de envidia. Es el pecado nacional, concentrado en nuestra ciudad.
El mayor valor de un granadino es ser alguien y que se le reconozca en su tierra, antes de que su cabeza ruede por el suelo. De Granada salen grandes hombres. Algunos vuelven a entrar. Estos prohombres son traídos y llevados. Son tan libres como dependientes. Son imprescindibles en el panteón local. Blanco de miradas de admiración, pero también de envidia.
Fue envidiado García Lorca, es envidiado Ayala, es envidiado García Montero. (También Carlos Cano, Morente, Miguel Ríos, Andres Newman, el Mago Migue y tantos otros.) La historia se repite.
Por eso, nos reuniremos mañana, miércoles 19, en La Tertulia (Calle Pintor López Mezquita, 3), a las 23 horas, para apoyar a Luis, a Federico, a Francisco, para brindar por su nombre, por la limpieza de sus nombres, por la libertad de expresión...
Poetas, músicos, artistas, políticos y, en definitiva, todo aquel que quiera mostrar su apoyo al poeta, está invitado a La Tertulia para leer poemas, cantar o, sencillamente, alzar su copa y sacudirse la caspa.
La envidia conceptualmente es de derechas y el hombre feliz no tenia camisa.

La hija de mi jefe 2

La hija de mi jefe 2

Al igual que los Emperadores y otros próceres de Roma, que, en el desfile de la victoria por la populosa ciudad después de una exitosa expedición bélica con conquista incluida (la pax romana, ya saben), se hacía acompañar de un esclavo que le susurraba continuamente al oído: "recuerda que eres mortal", para que no se le subieran los humos y se quisiera semejar a un dios (destino muy común en estos dictadores), yo tengo a la hija de mi jefe que, cada dos por tres, emplea su lengua tan viperina como ignorante para recordarme eso mismo, que es la hija del jefe, que cuando él no está tiene que imponer su autoridad objetando cualquier "problemón sin solución"

Aunque se ha suavizado la cosa (pues no le ha costado mucho averiguar que soy inofensivo), la hija de mi jefe sigue siendo la hija de mi jefe. Así, como es la hija de mi jefe y habrá hecho el bachillerato, siempre que puede me dice algo, asumiendo la altura del capataz (el típico show de a ver quién la tiene más larga, pero en versión chica).

Ayer, a la una en punto (a mi hora), me levanté, me despedí y me fui. Antes de franquear la puerta, la hija de mi jefe casi gritó, ¡qué puntual! Sin volverme, respondí simplemente, que también soy puntual para entrar. Aunque por mi mente pasaron muchas cosas. Primero, el convenio que tácitamente firmamos para trabajar exactamente lo que me pagaran (aunque si hay que apurar el tiempo, echo horas sin problemas). Segundo, ella siempre que puede sale 10 minutos antes.

Hoy me he retrasado, sin embargo, cinco minutos. También me lo ha echado en cara. Que si me meto en internet, que si me he dejado la estufa encendida, que si hay que cerrar la tapa del váter...

Aunque ya sé que se parece a su padre. La hija de mi jefe se parece a mi jefe. Estoy cansado de cabezas de ratón, de perdonavidas, de iluminados, de figurantes, de rastacueros, de tanta guerra santa que declaramos por un absurdo dios llamado poder o dinero.

Pero, como todos los trabajadores, como todos los subalternos, tengo que tragar.

Recuerdo una letrilla flamenca ad hoc: "Pan y trabajo / siempre se escapa el tiro pa’ los de abajo".

* Montaje propio: "Set Barbie con corona, piruleta y cepillo" (corre, corre que cepillo).

No llevo la cuenta

No llevo la cuenta

Ya no llevo la cuenta. No creo que se reduzca a una cuestión estadística. Es una aberración. La violencia entre parejas, entre padres e hijos, es el castigo más grande de nuestra época.

¿No pueden tirar cada uno por su lado y en paz? ¿No se puede borrar el pasado e inventar un futuro? ¿No podrían los hijos decidir?

Un juez en Galicia, creo, ha dictado una sentencia modélica. La casa es de los hijos. Los padres, cada seis meses, irán a convivir con unos retoños que no cambian de ambiente, ni de cama, ni de cepillo de dientes.

¿Tan difícil se hace el entendimiento? ¿Tan grande es el odio entre quienes se quisieron tanto?

Hasta que la muerte nos separe no puede ser esto.

Ahora leo en un libro antiguo (de 1968), de los que tengo de cabecera, unas notas que aclaran algunas cosas. Juan Perucho, entreviendo los naturales avances sociales de la mujer en los sesenta, escribía:

Hay algo que al hombre le desazona. El impulso secreto del sexo parece como si hubiese quedado alterado, y no es la igualdad, el nivel cultural, la libertad de la mujer lo que le conturba y alarma, sino un cierto desplazamiento de la iniciativa en un muy determinado, tradicional y particular aspecto.

Y es que, lo que nos duele a los hombres es comparable a la dolencia de los blancos tras la esclavitud. Lo que no soportamos es peder el poder ancestral de ser el sexo fuerte, el sexo privilegiado, el hombre sobre la mujer, el blanco sobre el negro, los arios sobre los judíos, el dinero sobre la miseria, el primer mundo sobre el tercero, la arrogancia sobre la humildad, los violentos sobre los débiles...

Contenedores llenos

Contenedores llenos

Todos somos culpables de la finitud de la tierra. Desde antiguo se sabe que la tierra no es eterna. Que llegará el día que desaparezca, y con ella nuestras hipotecas. Pero tendrán que pasar miles de años, para que suceda. Tan sólo estamos precipitando la caída, el punto y final de nuestro Planeta Azul.

La tierra, como tal, desaparecerá. El hombre seguramente no. Bicho malo nunca muere, podíamos pensar. ¿El futuro del hombre estará en las estrellas? ¿Estaremos destinados a vivir con escafandra, como si todos fuéramos motoristas?

Más de una vez me habéis oído ese proverbio masai que dice: La tierra no es un regalo de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. Ahora leo en las Églogas de Virgilio: Que tus nietos disfruten de los frutos de tus árboles o Cárpeant tua poma nepotes, en latín, que es como más enigmático.

Y qué hacemos nosotros. Poco. La mayoría nada. ¿Cómo vamos a cuidar la tierra, si hay cosas más importantes que hacer, como sobrevivir lo mejor posible cada día? ¿Cómo no vamos a contaminar si la limpieza acarrea demasiadas pérdidas? ¿Cómo vamos a cuidar un medio ambiente que agoniza irremediablemente, pero que su fin no lo veremos, ni nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos? ¿Cómo preocuparnos de la bomba que cayó, cantaba Silvio, a mil kilómetros del ropero y del refrigerador?

Mi casa acumula desperdicios (un extraño síndrome de Diógenes), hasta que hacemos limpieza. Las bolsas de papel, las de vidrio, las de envases, el cajón de las pilas gastadas, la botella con aceite usado... se amontonan en la cochera hasta que las llevo con mi niño al punto de reciclaje más cercano (a unos 60 o 70 metros). Juan, más contento que una pandereta, les va diciendo a todos los vecinos que él lleva el cristal, por ejemplo, que le gusta estrellarlo por el agujero de la bombona verde.

Pero una vez más los contenedores están llenos y la basura se esparce a su alrededor y en su cubierta (cuando el reciclado no está en su continente es sencillamente basura). Así que nos deshacemos de lo que podemos y el resto lo devolvemos a casa. A ver si la próxima vez tenemos suerte. ¿O quizás es que en verano no hace falta reciclar?

* He introducido, a la derecha de este blog, un juguetillo de Google, que es capaz de leernos el texto que le pidamos. Probadlo, es divertido.

La grandeza del fútbol

La grandeza del fútbol

Tras haber comido (poco y mal), después de esperar mucho (incluso, reconociendo su culpa, nos invitaron a las cervezas, a los cafés y al helado del niño), volvimos a una playa que se iba quedando desierta.

A las siete o siete y media de la tarde ya no quedaba nadie. Tres, cuatro sombrillas, además de la nuestra, se desperdigaban por la arena.

Cuando recogimos, el único coche del aparcamiento apiñado de la mañana era el nuestro. Parecía más blanco, más coche, en esa soledad increíble. Nos sentíamos protagonistas de una película de ciencia ficción (ciencia afición, decía alguien).

Al pasar por las hileras de casas de la costa de Nerja, banderas rojigualdas pendían en los balcones como si de un nuevo alzamiento nacional se tratara.

Esto va a ser el fútbol, dije a mi dueña que conducía.

La vuelta fue fluida (nos cruzamos con algunos coches) (aún hay vida).

Cuando arribo a casa, todavía seguía el partido. La transmisión televisiva y los gritos de los aficionados se filtraban por todas las rendijas.

Ganamos. Y yo me alegro. Pero me habría alegrado más la noticia de que el gobierno se había retractado de esas medidas contra la inmigración que, comunitariamente, ha tomado. Por ejemplo.

¿Antipatriota? ¿Porque no me gusta el fútbol? ¿Porque me suena al pan y circo de siempre? ¿Porque me parece enfermizo e indecente el dinero que mueve a fondo perdido, la exaltación social que promueve, la ceguera incoantrolable de los hinchas?

Somos los primeros de Europa, y me siento orgulloso. Pero también podíamos ser los primeros en igualdad, solidaridad, oportunidades, seguridad ciudadana, menor índice de paro, mayor bienestar, etc.

Me cuentan de otro raro que se metió en el cine y era el único de la sala?

Graciosos

Graciosos

Todo tiene su momento. No hay nada más patético que alguien que tenga que demostrar en todo momento quién es o su condición.

Al igual que un médico no lleva siempre el fonendo y va diagnosticando a todo el mundo ni un campeón de metros lisos que vaya a todos lados corriendo, el humorista no tiene que hacer reír a toda costa al que se encuentre, ser gracioso allí donde vaya. A veces, le pagan para ello; a veces, parece forzado. Pero, otras veces, hay que guardar la compostura y el chistoso no sabe.

Chiste: © paisdelocos.com

El sexo débil

El sexo débil

El sexo débil es un concepto prehistórico que designa a la mujer, y viene desde que Eva accedió a comer la manzana de la tentación divina que el diablo le ofrecía.

Han pasado muchas lunas y ya nadie se cree eso de que haya un sexo débil, si acaso el sexo es débil en general, como la carne y sus apetitos.

Incluso, podemos pensar que, en el caso que hubiera un género especialmente fuerte sería el femenino. El sexo que ha soportado más carga a lo largo de su historia es el que pintamos de rosa.

En cambio, el hombre tradicional, rencoroso, primitivo, inseguro, temeroso, no quiere perder su estatus de supuesta superioridad. Y no encaja que lo que él considera sexo débil sea fuerte, independiente, carismático, autosuficiente, libre al fin y al cabo.

El hombre tiene miedo de esta revelación tan natural y tan digna como necesaria. Y el hombre en su simpleza se disfraza de rey de la jungla, de orangután descerebrado, y la emprende a golpes, que es la única manera ancestral y cobarde de imponerse, de levantar la cabeza y deglutir la superioridad de la hembra, de su compañera.

Es como cuando en algunos estados de norteamérica no entendían (todavía hay quien no comprende) la abolición de la esclavitud.

No estoy de acuerdo con ningún tipo de violencia, ni siquiera en defensa propia. Prefiero la huida a la lucha. Soy de los que proponen una huelga de brazos caídos ante la batalla. Cruzarme de brazos y que un tanque me pase por encima. Imaginar que haya una guerra y que no vaya nadie.

Pero ante la violencia de género quizás sea necesaria alguna suerte de castigo físico. ¿Qué tal la castración, aunque sea química, como proponen en Cataluña?

Van diecinueve o veinte mujeres asesinadas por hombres (parejas, ex parejas o perseguidores) y, casi peor, algunas niñas y niños desaparecidos, violados y también asesinados cobardemente.

No somos dioses para disponer de las vidas ajenas. No somos perros* para que nos maten impunemente.

* Quien maltrate a un animal tampoco debería tener perdón.

Mileurista

Mileurista

También tenemos la hipoteca,
la luz, el agua y el teléfono
(incluido el acceso a internet).
Pagamos los impuestos,
el colegio del niño,
los seguros de vida,
alguna suscripción
y algunos otros extras.

Ojala fuera mileurista,
del que todos se compadecen.

 

Todavía somos monos

Todavía somos monos

Cuando vimos "El Planeta de los Simios" no reparamos en qué clase de monos eran los susodichos simios, ni falta que nos hacía para disfrutar con este clásico de la ciencia ficción (hay quien dice "ciencia afición"). Aunque, si lo pensamos, eran más bien gorilas o, como mucho, un híbrido entre chimpancé y gorila (amenazando algunas leyes de la evolución).

De hecho, se saltan una escala completa. O sea, el chimpancé esta mucho más evolucionado que el gorila. En realidad está más alejado de su primo peludo que del hombre (y no digamos que de la mujer).

Así, entre monos queda el juego. Monos son los babuinos y el tití, el orangután y el gorila, el chimpancé y el hombre.

Los monos sorprenden por su "inteligencia", por su memoria, por su capacidad de aprendizaje, por sus inclinaciones humanas.

Los hombres sorprenden, en cambio, por su bestialidad, por su salvajismo despiadado y gratuito, superando a los mismos animales.

El hombre desciende varios peldaños en la escala evolutiva cuando piensa con las tripas (o con algunos otros órganos lindantes con el vientre).

El mono es hombre cuando emplea instrumentos, cuando piensa lo que hace, cuando aprende y adivina usando la razón, que no es otra cosa que la consecución de la prueba y el error.

El hombre es simio, además de cuando come frutos secos, cuando emplea la violencia, cuando hace lo que piensa, cuando sigue el orate instinto de la sangre.

Es una pérdida de valores, de una ética social, es un relajo total que ha desembocado en el egoísmo más atroz.

Individualmente somos el centro del mundo, somos ombligo, aparte de nuestro bienestar personal, pocas cosas existen.

Todavía somos monos, demasiado monos.

Los noticiarios están llenos de actos violentos contra nuestros vecinos, contra nuestras familias, contra nuestra compañera, contra nuestros hijos.

Pan para hoy y hambre para mañana.

Por favor, digamos sí a la comunidad, a la globalidad, a la tolerancia, al mestizaje, a los demás, a los otros, a la diferencia.

La hija de mi jefe

La hija de mi jefe

Las pequeñas y medianas empresas son pequeños feudos y, si son familiares, se constituyen en verdaderos reinos de taifas donde señorean los empresarios y están a la orden del día la explotación, el chantaje, la ley del embudo, los trabajos forzados y el trato de favor.

Si en estas tierras campea por sus fueros la hija del jefe, ésta se erige en favorita del sultán. Un ser desmedido y caprichoso que gira donde sople el viento de su abanico y obtiene dádivas y beneplácitos con tan sólo una sonrisa, como si dijéramos por su bella cara.

(Aunque generalizo, estoy muy lejos de pensar que esta es la tónica entre todas las princesas. A veces éstas son poco agraciadas en el trato y soportan más que nadie el peso y las iras de su progenitor.)

Mi jefe se ha tomado unas pequeñas vacaciones y ha dejado oficiosamente al frente del negocio a su hija que, genéricamente, funciona de administrativa por haber optado como única candidata al puesto que graciosamente le tendía su padre.

Mi madre decía que lo peor eran los nuevos ricos. El rico de toda la vida es natural, diría que básico, pues está acostumbrado a tener dinero.

La hija de mi jefe, esa aspirante a rastacuero que a lo más que llegará es a mirarle los bigotes al ratón de cola, me recrimina a diario por una u otra razón. Me apremia en un trabajo que llevo metódicamente al día, por ejemplo.

Lo último fue que me dijo que me había despedido diez minutos antes de mi hora habitual de salida. No pude demostrar lo contrario ni anteponiendo mi escrupuloso sentido de la puntualidad. No pude comentarle que siempre entro antes de las nueve para que mi hora me encuentre ya sentado en el ordenador. No pude convencerla de que no salgo a desayunar (lo que sí hace ella y gran parte de la plantilla), pues llego ya comido de casa. No pude insinuarle que, cuando el trabajo necesita un poco más de tiempo, no me miro la muñeca y la sirena me traspasa.

A partir de ese día, aguanto diez o quince minutos al fin de mi jornada y, cuando cojo el abrigo para irme, le pregunto la hora a "la hija del jefe" que me la dice a regañadientes.

Me venden

Me venden

Me imagino que es como todo. El primero que tuvo una ocurrencia, que es original, puede que sea un genio. Los demás que repiten esa propuesta, pueden ir desde los respetables admiradores hasta los burdos imitadores o directamente los cretinos.

El otro día vi por la calle tres o cuatro coches con el cartelito "Me venden". Es gracioso al principio. Pero después de tenerlo visto, puede ser un agobio. Como el ejemplo que he sacado de internet del coche de la fotografía. Su texto dice: "¡Me venden! Soy un Volkswagen Beetle 1303 Cabriolet (familiarmente conocido como «escarabajo descapotable» o «bug») del año 1976. Llegué desde Alemania a España en 1992, cuando me matricularon. Color blanco...".

Quizá en este ejemplo no se vea demasiada clara mi denuncia, pero ¿qué os parece que cuando digamos que queremos un café solo, el graciosillo de turno nos diga "pues nos vamos todos"? o ¿cuando digamos que vendemos una moto, por ejemplo, este mismo graciosillo salte con eso de "y yo para qué quiero una moto vendada"?

Intimidaciones

No sé qué hacer. Por tercera vez (las tres en esta misma temporada) me llega una advertencia (amenaza suena demasiado fuerte) por mi labor como periodista y crítico de flamenco.

La primera fue en diciembre pasado, cuando uno de los encargados me negó el acceso al teatro, pues mi periódico no era bien recibido en su festival otoñal de flamenco.

La segunda fue recientemente en el FEX, cuando Juan Andrés hizo gala de su furia Maya sobre mí por no haber ido a verlo y sacado en los papeles.

La tercera, ha sido esta misma mañana. Recibo un mensaje anónimo en el móvil de tal guisa:

"Me ha llamado la chica que cantó el viernes [Esther Crisol] llorando que habías hablado mal en el periódico. Tampoco lo hizo tan mal para ser una que empieza. Tú haz caso a lo que te dice la gente como el Isidoro ese y demás que yo sé y no seas objetivo y lograrás que se te pierda el respeto." (los acentos son míos).

Como digo, no sé cómo tomármelo. A Esther es la segunda vez que la veo y no le he hecho tan mala crítica (leer el post anterior ). Tan sólo no me llegó, no me sorprendió tan gratamente como cuando la escuché por primera vez. Hay días y días (para ella) (para mí).

Llevo cuatro años haciendo crítica de flamenco y si de algo puedo presumir es de mi imparcialidad y objetividad. No me caso con nadie. A los de mi alrededor les presto la atención precisa, pero nunca dejo que me influyan. Me alegra no obstante contrastar mis apreciaciones.

Cuando me llega un artista lo alabo. Cuando no me dice gran cosa lo paso un poco por alto y destaco lo bueno (que siempre lo hay) (si no no estarían donde están). Pero todos merecen mi respeto y aplauso. Admiro su decisión y su empeño. Nadie puede decir que le he faltado, que no le haya encontrado un brillo, que busque otra oportunidad...

El mundo flamenco es pequeño y como todos hay envidias y zancadillas. Supongo que en cuatro años tres traperas no son tanto. Seguiré, como siempre digo, ejerciendo mi trabajo de la mejor forma que pueda, aun sabiendo que alguien me mira mal, aun sabiendo que puedo tener problemas, aun sabiendo que quien sufre con esas cosas soy yo.

Después me dicen en la redacción que los flamencos no leen los periódicos.