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Miedo

Miedo

Los maderos hacían rebotar las pelotas de goma en las paredes de las calles estrechas con tal virulencia y efectividad que si no te golpeaban de derecha a izquierda, te machacaban de izquierda a derecha. Eran los años setenta, cuando la policía era gris (los grises), después, con la democracia pasaron a ser marrones y después azules, el color del “servicio”.

Pensábamos que este miedo visceral a las “fuerzas del orden” ya se había acabado. Creíamos que el grito de “disolución de las fuerzas represivas” había quedado para la historia, para la historia negra de este país.

Pero no sé lo que tiene un uniforme, lo que tiene una porra, lo que tiene un cargo, que llega a cegar hasta convertirnos en animales, en lobos para el hombre (homo hómini lupus), que diría Hobbes.

Parece un concurso, un reality show para a ver quién pega mas fuerte, de a ver quién es más salvaje.

Desde hace unos años, la policía de todo el mundo “libre” ha abierto el grifo de la violencia, de la intolerancia. Lo que creíamos sagrado, nuestro deber de manifestarnos, de protestar, de pedir democráticamente mejoras o de simplemente quejarnos, ya es peligroso, como antes era peligroso vestir diferente, llevar el pelo largo o pensar otra cosa que no fuera la impuesta por el sistema.

Ya lo sufrimos con los indignados. Y lo sufrimos con los recortes. Desde Nueva York hasta Grecia hubo palos y los sigue habiendo. Desde Chile hasta Estambul hubo palos y los sigue habiendo.

Y, aquí en España, “la tierra del amor”, hubo palos y los sigue habiendo. No hay diferencias entre hombres y mujeres, grandes y chicos, la guerra es la guerra. Se sueltan a los toros y arrasan a una orden todo lo que ven (hay que mantener el orden).

¿Y esos policías armados no sufren los recortes? ¿Y esos policías ciegos no se sienten indignados por la situación? ¿Y esos policías indignos no tienen hijos que protestan? ¿Y esos policías salvajes no viven en un país democrático que está en crisis?

¿Y esos políticos gobernantes cómo los justifican? ¿Y esos políticos cerrados cómo miran a otro lado? ¿Y esos políticos confusos no ven que el país hace agua?

Las cargas policiales en Valencia contra chavales (muchos de ellos menores de edad) que se manifestaban pacíficamente en contra de los recortes en educación que les afectaba directamente en sus lugares de estudio es una aberración. Las cargas en Barcelona, en Castellón, en Granada, en Madrid… contra los indignados o los desahuciados es una aberración.

Tengo miedo de quejarme, de decir lo que pienso. Además de que nos dan por detrás debemos pedir disculpas por darles la espalda.

Y lo peor es que temo que estamos empezando.

* Foto tomada al azar de las miles y miles que se pueden escoger cuando se teclea "carga policial en España" en el buscador de imágenes de google.

La Quinta del Sordo

La Quinta del Sordo

Hoy he salido tan temprano que al atravesar la puerta el portero me ha dado las buenas noches.

En llegando a casa de nuevo, en el momento en que las calles están llenas de prisa y de sueños rotos para entrar al trabajo, quien lo tenga, o al lugar de estudio, observo a la mayoría de los transeúntes, sobre todo los jóvenes, ajenos, con auriculares en las orejas o con el móvil activo, desarrollando el pulgar en el chateo (antes era ’tomar chatos de vino) o hablando por él.

Mi atención se ha centrado no obstante en una chica, rubia, morena o castaña, hablando con esa especie de “manos libres”, que hace como el que piensa en voz alta.

Yo tenía un profesor de pintura que me decía que los que hablan solos son los niños o los locos. Niños no he visto (o no me he fijado), locos, todos.

Ahora porque estamos acostumbrados, familiarizados con las nuevas tecnologías de la comunicación, pero hace escasamente veinte o treinta años, cuando un teléfono de bolsillo era impensable, nos hubieran tomado por orates.

Todo esto: móviles, música, obras, coches y otros ruidos, hace que perdamos el oído, que disminuya nuestra sensibilidad a la hora de apreciar sonidos, y tapamos el ruido con más ruido, como quien se pone desodorante después de haber sudado.

Vivimos en una Quinta del Sordo permanente (que no se llamó así por la sordera de Goya, sino a la de un propietario anterior). Cada vez somos más duros de oído y, si hubiera vida exterior, estoy seguro que se nos conocería por el planeta ruidoso, a pesar de la Gran Muralla que, digan lo que digan, no se ve desde el espacio.

Es evidente, hablando de algo cercano, que los cantaores de antes, sin ningún tipo de megafonía, llenaban plazas de toros en sus actuaciones, y no es que tuvieran una voz prodigiosa, que la tenían, pero como pueden tenerla más de un artista en la actualidad, sino que el público en general tenía el oído más limpio, menos contaminado, más hecho a la lejanía y a la percepción de un sonido único, pues tampoco había qué lo distorsionara.

* El perro, pintura negra de Goya en la Quinta del Sordo.

La Lhambra

La Lhambra

Si el Presidente de la Comunidad andaluza habla un castellano que no se le entiende, el Presidente de Cataluña Mas.

Lo peor de los nacionalistas es el patrioterismo, el convencimiento de la superioridad, la comparación odiosa y el ninguneo de la otredad. Me temo que éstas fueron las mismas razones del nazismo, llevadas a su extremo, como preponderancia de la raza aria, por otra parte de origen extraalemán (pero esa es otra historia).

Resulta que Artur Mas afirma que los niños catalanes hablan mejor el castellano que los mismos castellanos, y no digamos de los andaluces o de los gallegos que no se nos entiende.

Muchos políticos y comunicadores le han salido al paso, criticando con vaselina sus declaraciones, teniendo un miramiento que él no ha tenido, intentando la corrección política en todo momento. ¿De qué tenemos miedo? Hay que llamar a las cosas por su nombre, y este señor es un ignorante.

Razones hay muchas para la defensa del habla o de la lengua tanto andaluza como gallega. Si quieren, aquí no se habla castellano, sino andaluz, que es un castellano más rico y evolucionado, con un sinfín de particularidades. Entre otras cosas, podemos demostrar, sin temor a equivocarnos, que aquí tenemos diez vocales, cinco abiertas y cinco cerradas, que corresponden generalmente al plural y al singular respectivamente, mientras el resto de la península utiliza tan sólo la mitad.

No es la primera vez que se nos tacha de balbucientes. Otros políticos chovinistas y opinadores varios, recientemente o a lo largo de la historia, han criticado nuestro ’dejillo’, acusándonos de malhablados. Tanto la lógica como la intelectualidad han defendido, quizá sin necesidad, estos modismos. Pero nunca se les ha ocurrido que el problema puede ser suyo, de falta de oído, que a algunos no les sirven las orejas ni para echarlas al cocido.

Lo que quizá aún no está normalizada es la ’escritura andaluza’, donde existe una apertura permisiva para cada escribiente, sabiendo quizás que es una lengua tan versátil que cualquier regla tendría cientos de excepciones.

Recuerdo nebulosamente, no puedo dar ningún detalle, que algún andaluz, en la primera mitad de siglo veinte, se dirigió a alguna autoridad catalana por escrito. La respuesta le vino en catalán. Así, la contrarespuesta fue transcrita en andaluz cerrado.

Ahora leo en un librito de flamenco algunas letras, impresas fonológicamente por el escritor y poeta Manuel Ríos Ruiz, y no tengo más que asombrarme por la belleza formal y la grandeza expresiva de este fandango tan granaíno:

Viva er Puente der Gení,
viva Graná que es mi tierra,
viva er Puente der Gení,
la Virgen de la Sangustia,
la Lhambra y el Arbaicín.

Y a mucho orgullo.

El arte de la crítica

El arte de la crítica

He puesto el título a este artículo con toda intención, aún a sabiendas de lo arriesgado e inexacto de este aserto. Pues la crítica no es arte, aunque critique el arte. Al igual que el crítico no es un artista, aunque osa evaluar la obra de un artista verdadero hasta el punto de dudar de su verdad.

No hay nadie más criticado que el mismo crítico. Sobre todo por las personas que él critica, sus seguidores o incondicionales, hasta el punto de salir mal parado, cuajado de insultos, menosprecios, amenazas y otras agresiones, incluso físicas.

El crítico opina desde el conocimiento, aunque se ponga en duda. Una mínima (o máxima) formación lo avala.

Algunos opinan que si el crítico no sabe pintar, no sabe cantar o tocar la guitarra no tiene la capacidad de enjuiciar al que expone o al que se sube encima de un escenario.

Bien mirado, sin embargo, si el crítico fuera un artista, sería un artista y no un crítico. Muchos críticos, siguiendo este razonamiento, han sido artistas o pretenden serlo o están frustrados. De todo tiene que haber.

A nadie se le ocurre tachar de intrusismo al analista político o al comentarista de fútbol, que en realidad son críticos, interpretan un partido (esto vale para los dos ejemplos) para hacerlo más asequible, desmenuzan sus pros y sus contras, siempre de manera subjetiva, pero con parámetros universales. De igual manera se podría pensar de los historiadores, de los arqueólogos o de los antropólogos. ¿Cómo pueden hablar de lo que no han vivido?, se preguntarán los incrédulos.

Gabriele D’Annunzio decía a este respecto que “la crítica es el arte de hacer disfrutar del arte”. Mejor no se puede decir. Se trata de poner tus conocimientos y tus apreciaciones al alcance de los demás. Pero no para que piensen como tú, sino para que tengan un punto de partida donde afianzar sus propias opiniones.

También, por oficio o abundancia, el crítico suele fijarse en todos los detalles posibles. Es posible que, a lo largo de todo su ejercicio, el crítico esté pendiente de toda la oferta. Muchas veces, después de ver y analizar todas las propuestas artísticas que pasan a tu alrededor, adquieras una perspectiva determinante o simplemente un baremo “comparativo” con que se puedan evaluar las obras venideras.

El oficio de un crítico también viene dado por su capacidad, su sensibilidad y su aprendizaje. A Tony Leblanc, que hacía de mecánico en una película, lo requirieron para revisar el motor de un coche que se había parado. A los minutos el coche empezó a andar y el operario pasó la minuta. El dueño del coche indignado le dijo que cómo podía cobrar esa barbaridad por sólo apretar un tornillo. El mecánico, limpiándose las manos, le respondió que apretar el tornillo lo hacía gratis, que por lo que cobraba era por saber el tornillo que había que apretar.

Conozco a alguien que, tras coincidir a la salida de un espectáculo, me dijo que esperaba leerme para ver lo que se había perdido. Algo exagerado, pero es una manera de reconocer el ojo, el oído, el gusto, el olfato y el tacto del crítico. Creencia en los sentidos, incluyendo el común, que no es un acto de fe, sino el convencimiento de un criterio “profesional” por evidencias, coincidencias propias o comparación con otros críticos u opinadores de calidad contrastada.

Porque, ni siquiera todos los críticos coinciden, y para lo que unos está bien, para otros es mediocre o está mal. O, unos le dan más importancia a determinados aspectos que para otros son baladíes. O, unos se fijan o aprecian detalles que para otros pasan desapercibidos. Repito que la crítica es subjetiva.

Oscar Wilde dice que “el crítico es el hombre que puede interpretar de una u otra manera su impresión de las cosas bellas”. Es el usuario, el espectador, quien debe tener criterio y saber filtrar la información y quedarse con lo válido, con lo que a él le valga, y estar abierto a las críticas y a las opiniones, y reconocer, si es el caso, la viga en su ojo, antes que la paja en el ojo ajeno.

Como conclusión, para los más reacios, les aconsejaré que no acepten consejos, como canta Arcángel, “que nadie me dé consejos que yo me equivoco solo”.

Si tengo hambre…

Si tengo hambre…

Tan importante es alimentar el cuerpo como es espíritu. Lorca decía que si tuviera hambre no le dieran un bocadillo, sino medio bocadillo y un libro. Un refrán muy castizo lo pone claro: “No sólo de pan vive el hombre”.

Lo que nos distingue de los demás animales es nuestro raciocinio y sensibilidad. Un perro no puede extasiarse ante un cuadro de Zorolla, ante una puesta de sol o el canto de una soprano. Los “seres inferiores” tienen instinto no “corazón” (todo esto entendido ampliamente, atendiendo a los entrecomillados y refrigerando nuestro bio-amor).

Puede que el arte y la cultura no sean productos de primera necesidad, pero sin duda son productos necesarios para no embrutecernos. Cubiertas las necesidades básicas, qué mejor inversión que la trascendencia, que la belleza, que lo inmaterial.

La naturaleza ha dotado al ser humano de un don “divino”. No sólo del poder de crear de la nada, de llenar el ambiente de melodías, de remedar la vida en un lienzo, de soñar realidades paralelas en un libro, de expandir nuestro ser hacia la danza, hacia el teatro…

Cuando hay “crisis”, los primeros recortes son para el espíritu. Cuando hay “crisis”, nos asilvestramos. Nuestros dirigentes se vuelven marmolillos que ni sienten ni padecen. De proteger el calor comunal se pasa rápidamente a dirigir una recua de mulas provistas de anteorejeras que borran los márgenes que dan sentido a la vida. Y la crisis financiera se convierte en una crisis de valores difícil de superar.

Así que cuando me lea el libro seguiré comiendo.

* El baño del caballo (1909).

Victorias pírricas

Victorias pírricas

Cuándo nos vamos a dar cuenta de que el mundo es uno y que nuestro enemigo no es el hombre sino su conciencia, el sistema, la explotación descontrolada, el progreso insostenible. Cuándo nos vamos a dar cuenta que la humanidad debe caminar al unísono, que navegamos todos en el mismo barco y que la mierda no la podemos esconder bajo la alfombra porque nos salpica a todos.

Pirro II, un poderoso general de Epiro (región al oeste de Grecia) libró la primera batalla (Asculum) contra las legiones romanas en Heraklea (o Siris), en el año 279 de nuestra era. Como tenía por costumbre venció. Entre otras cosas por el uso de elefantes en sus filas que intimidaron al enemigo, pero el arrostramiento fue tan cruel y sanguinario que, sufriendo infinitas bajas, llegó a exclamar si dénuo sic vincendin sunt romani, períbimus (si otra vez han de ser vencidos los romanos de esa manera, pereceremos).

Desde ese momento se conoce por "victoria pírrica" aquella que no merece la pena haber sido ganada, pues las pérdidas son tan incontables que el sabor del triunfo no podría ser más amargo.

Ahora sabemos que cualquier batalla es una debacle, que cualquier victoria es pírrica. Ahora sabemos que todos somos víctimas, que todos pagamos la derrota y los laureles están marchitos, contaminados, radiactivos.

"Paren el mundo que yo me bajo". Cómo si fuera tan fácil. Ya no hay náufragos, ya no hay independientes, apartidistas, apátridas. Nuestra patria es el mundo. Un mundo que hoy por hoy es una bomba con cientos de chispas. Nuestros días están contados a no ser que todos a una apaguemos la mecha.

Un proverbio masai, que no me cansaré de repetir: "La tierra no es un regalo de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos".

El arte y las cabras

El arte y las cabras

Granada, por suerte, pero por desgracia, es una tierra de creadores, un pozo de iniciativas. Digo “por suerte” porque no hay mañana que no amanezcamos con un nuevo logro ciudadano, con un apunte novedoso en la agenda de los días, con varias propuestas diferentes. Digo “por desgracia”, pues a la vez que brotan estas novedades acaban sin madurar.

Y, no sólo no tienen fin, sino que carecen de cuna. Son ideas bastardas por falta de apoyo y de apuesta. Son utopías porque las hacen inviables e increíbles.

En tierra de pastos, la hierba no crece cuando pasan las cabras. El ganado caprino es duro y empecinado. Son cortacéspedes naturales. Como los hunos, devastan todo a su paso. Se elevan sobre sus patas traseras para alcanzar cualquier brote, sin temor a las púas o la ponzoña que utilizan algunas plantas para defenderse.

Los pastores, conscientes de su atropello, no repiten un mismo lugar donde pastar y dividen los prados en varios triángulos concéntricos, de modo que cuando regresan nuevamente al lugar de partida, éste ya se ha recuperado.

La zona finalmente acaba infructuosa.

En nuestra ciudad, en general, baste que brote algún conato artístico para que aparezcan las cabras y le corten la cabeza y las yemas.

Las estatuas de la Avenida

Las estatuas de la Avenida

No se ha oído una voz más alta que otra que cuestione las estatuas del llamado boulevard de la Constitución en Granada, si acaso algún aplauso oficialista. Estamos tan acostumbrados a que nos den gato por liebre, sobre todo si el gato es hermoso (sinónimo de grande, no de bello), que cualquier atentado casposo pasa desapercibido, convirtiendo a la ciudad en una enorme recua de mulas.

A ver. Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador (Jack the Ripper en inglés). Me parece bien cualquier intento de mejorar el aspecto externo de la ciudad (el interno requiere una reflexión más profunda de la que podría caber en este artículo); veo apropiado que la escultura, como ornato de privilegio, cubra nuestras plazas y rotondas, paseos y avenidas; reconozco que es una labor de justicia histórica vindicar a nuestros próceres; alabo incluso la idea de una ubicación determinada para tales acciones.

Lo que no comprendo es que, pasada la primera década del siglo XXI, se esculpa con visión pleistocénica. No entiendo que todas las imágenes sean de igual factura y de un realismo pueril. No llego a alcanzar la regla de por qué se han agrupado las diez figuras en algunos metros. Mi madre, cuando ya era mayor, decía que un viejo solo pasaba desapercibido, pero que un autobús de viejos quedaba muy feo.

No sé porque la mayoría están sentados, y se esculpen bancos y sillas, cuando ya tenemos a un sentado en el Parque de las Ciencias que allí tiene cierta relatividad (obsérvese el doble sentido de la palabra). No llego a discernir el reparto de maestros escultores a los que se ha acudido, teniendo en Granada una pléyade artística con una visión tan amplia como actual.

No concibo por qué García Lorca y Benítez Carrasco tienen la cabeza tan gorda y por que María la Canastera no se parece a ella, según me dijo Jaime que la conocía. No asimilo, por mucho que lo intente, el chorreo de gente que se para en estas figuras y las lee y estudia y se hace fotos con ellas.

No entiendo en fin el provincianismo en que está inmersa esta ciudad y la alabanza al anquilosamiento continuo al que nos castigan, pintando nuestras mentes de azul, cuando el rojo y el negro están marginados, en peligro de extinción, y la conciencia crítica no existe, ni en la política ni en los mass media ni en la sociedad.

Pero no me quedo en la Avenida. Me vienen a la cabeza las estatuas del Chorrojumo, la del Aguador, la de Fernando de los ríos o la patética granada de la carretera de Jaén (no la partiera un rayo y dejaran a las prostitutas en paz).

Se pueden hacer las cosas más malas pero no más feas.

Feedback

Feedback

Mirándolo bien, en Granada, sólo un diez por ciento de sus habitantes consumen cultura (digo de memoria, aunque pienso que es mucho decir). Una gran parte de ese porcentaje, a su vez genera cultura. Lo cual quiere decir que la cultura se retroalimenta a sí misma.

En Granada hay 237.929 habitantes (censo de 2006), sin contar la provincia. El movimiento cultural de esta ciudad, si se pensara como en las farmacias, para distribuirlo entre la población, sería escaso. Era para que cualquier evento, cualquier manifestación artística o cultural, estuviera sobresaturada.

¿Por qué entonces, salvo ecepciones, hay teatros a medio llenar, conciertos sin aforo o exposiciones vacías? ¿Por qué los artistas se quejan por el poco interés que suscitan siendo más que válidas sus propuestas? ¿Por qué, sabiéndolo, coinciden en el tiempo tres y cuatro actividades de las mismas características y siete u ocho de disciplinas dispares?

Algo pasa. Algo que habría que analizar detenidamente. Algo que debe preocupar a Granada como "ciudad cultural de primer orden".

No tengo respuestas, pero sí muchas preguntas. Empecemos:

¿El ciudadano está suficientemente informado de la oferta cultural de su ciudad?

¿Los precios se adaptan a la realidad social del pueblo y a la calidad de lo que se le ofrece?

¿El caché de los artistas es proporcionado a su repercusión y exclusividad?

¿Las instituciones deben crear cultura o apoyar a quien decide crearla y se ocupa de ello?

¿Desde la Junta, el Gobierno o la Comunidad Europea nos olvidan, nos ningunean o se diluyen sus esfuerzos?

¿El horario, el más tardío que conozco en toda España, puede influir en esta apatía?

¿La oferta es demasiado cerrada, elitista o poco interesante?

¿Es más rentable, económica y socialmente hablando, la cena en un restaurante, los bares de copas o el botellón?

¿Es el fútbol, casi diario, o la televisión en general, una alternativa válida o el opio del pueblo, el panem et circcenses latino?

¿La envidia o el orgullo, profusamente locales, tienen que ver algo en esto?

¿En otras ciudades ocurre lo mismo?

¿Seguimos siendo europeos?

¿Seguiremos quejándonos de la ausencia cultural y seguiremos sin responder?

¿Nos seguiremos sintiendo olvidados y marginados? ¿Seguiremos llorando?

No sé. Estamos perdiendo fuelle. En Granada hay "artistas" por doquier. Personas que hacen cosas. Gente que se ilumina constantemente. Pero como los fuegos artificiales, suben, brillan, estallan y caen como varas muertas. ¿Por falta de apoyo? ¿Por falta de fuerza? ¿Por falta de ruído? ¿Por falta de eco? ¿Por falta de proyección? ¿Por alguna zancadilla institucional, política, social, gremial?

Dan ganas de...

Más sobre la crisis

Más sobre la crisis

- ¿Le puedo hacer una pregunta?

- Ya me la está haciendo.

- Otra. Digo, otra.

- Ya me lo imaginaba.

- Es usted radical. Es como si le preguntara si tiene hora y me dice simplemente que sí, y se va tan campante.

- Pero yo respondo exclusivamente a lo que me preguntan. La vida no está para excesos, con este paro que está cayendo.

- Entonces, ¿está usted en paro?

- No se lo he dicho ya, señorita. Si no estuviera parado no estaría hablando con usted.

- Es que están muy mal las cosas.

- ¡Que me lo digan a mí!

- A usted se lo estoy diciendo.

- Ya, como que estamos solos.

- Es que no hay trabajo...

- No se engañe, señorita. Trabajo sí hay, lo que no hay es dinero.

- ¡Me lo va a decir a mí!

- A usted se lo estoy diciendo.

- Hace tres meses que no cobro. Por eso me dedico a hacer entrevistas.

- Es que están muy mal las cosas.

- Claro.

- ¿Y para qué son estas preguntas?

- Estamos realizando estadísticas.

- Para qué, si puede saberse.

- Es para la revista "España a fondo".

- No la conozco. ¿Es buena?

- No lo sé. Yo no la leo.

- Así va España.

- Bueno, no le entretengo más, muchas gracias.

- Nada, un placer.

- Adiós.

- Suerte con "España toca fondo".

* Esta conversación pertenece a un trabajo que no existe, llamado "Devaneos dominicales".

** Fragmento de una ilustración en Corel de Hermes Torres.

Nunca llueve a gusto de todos

Nunca llueve a gusto de todos

A estas alturas no creo que nadie esté a favor de una lluvia tan persistente y destructiva como la que nos viene cayendo, pero hay colores, como quien prefiere el exceso que el defecto. ¿O es mejor pasar de los 40º y ver agrietarse la tierra durante equis días?

Habrá quien no se pronucie, como quien diga aristotélicamente que en el medio está la virtud, que no nos vayamos a los extremos.

Pienso, no obstante, que la eterna primavera es aburrida, que la bonanza sin aristas llega a cansar. No sé quien escribió que nuestros primeros padres ante la oferta divina del paraíso terrenal tuvieron la delicadeza de decir: no, gracias.

Hace unos días, en el artículo de mi blog La buena suerte (http://volandovengo.blogia.com/2010/030201-acerca-de-la-buena-suerte.php), me encontré un comentario de un tal David Montoya que me hizo daño especialmente.

David critica mi crítica sobre el Festival de Monachil (http://volandovengo.blogia.com/2010/020601-prueba-superada.php), aquel que presenté a mi estilo, porque no sé hacerlo de otra forma.

Desde que empecé a escribir en el periódico, hace más de 6 años, establecí unas normas, como un compromiso ético, una autocensura honrada. En primer lugar me prometí ser respetuoso, no ofender a nadie conscientemente. En segundo lugar quise primar los valores por encima de los defectos, ensalzar lo bueno y minimizar los errores. En tercer lugar, y no por último, intentar hacer de mi crónica algo útil, que sirviera para impulsar el flamenco y a los flamencos, que fuera una constante para este mundillo, intentar estar en todos lados, darle igual importancia a todo, y, entre líneas, que el artista que quisiera tomara nota de lo que yo, desde mi humilde tribuna, pensaba que eran sus debilidades.

Ahora me encuentro que soy la víctima, el cazador cazado. Y que ninguno de los principios expuestos se ha respetado. Cada vez el fondo lo veo más cerca y esta tormenta, desde luego, no es de mi gusto.

Derechos y deberes

Derechos y deberes

Cuando Hammurabi, en el siglo XVII a.C, enuncia la Ley del Talión, el conocido ojo por ojo y diente por diente, que ahora nos parece una barbaridad, sólo pretendía lograr una proporcionalidad que antes no la había.

Es decir, si yo te saco un ojo o mato a tu suegra (por ejemplo), tú no puedes despellejarme vivo y matar a todos mis descendientes. ¡Cuidado! Si te rompo un diente, según uno de los códigos legales más antiguos que se conocen, tú tendrás "derecho" a quebrarme igualmente uno de mis dientes, a ser posible el mismo.

El Talión, de esta manera, se convierte en una exquisitez histórica, en un gran paso para la justicia.

Las leyes, desde este primer despertar, fueron evolucionando y "civilizándose".

Ahora, es difícil que un código de un país civilizado, no tenga una compensación de las penas (Voltaire tiene unos textos memorables sobre el delito y la pena, que comenté tiempo ha en este mismo blog).

La mayoría de las Constituciones comienzan con una serie de derechos y deberes del ciudadano o de la sociedad, que no son más que normas de comportamiento para evitar "penas" mayores. Normas sociales que responden a la lógica.

Pero hay unas leyes no escritas, que caben en cualquier cabeza y responden a la educación.

Por mucho que viajemos más allá del bien y del mal, la conciencia, el deber, la libertad bien asumida, nos dicta lo que hay que hacer.

Me refiero es que la libertad de uno acaba donde empieza la libertad del otro y viceversa.

Es decir, si tienes derecho a sentarte en un asiento del autobús que ves vacío, porque has pagado tu billete y eres un usuario como otro cualquiera, también tienes el deber de cedérselo a ese viejo que entra con su bastón y evidente desequilibrio.

Y no te levantas. ¡Sinvergüenza!, que eres un sinvergüenza.

Dinero

Dinero

¿Has visto las tortugas, de esas que venden para cuidar en casa, que crecen conforme aumenta el recipiente que las mantiene?

Las tortugas son seres inadaptados. El tortugario siempre les viene pequeño.

Igualmente, le doy vueltas, el capital nunca llega. El hombre se adapta al dinero que posee para llegar a la conclusión de que siempre es poco. Las necesidades del ser humano siempre superan a las posibilidades de conseguirlas.

Desde luego es más fácil adaptarse a nuevos ingresos que a la disminución de recursos. Quien ha tenido, su carencia puede ser mortal (suicidante). Quien no ha tenido, el éxito se le puede subir a la cabeza (derrochante).

Dinero y felicidad. ¿Dicotomía? ¿Antagonismo? ¿Compenetración?

Aristóteles, filosofó de mal carácter pero con ideas económicas, declara que no puede confundirse la moneda con la riqueza, porque, si bien el dinero es riqueza, no toda la riqueza es dinero.

El dinero no da la felicidad, pero ayuda mucho.

Quien tiene dinero -digo dinero- lo puede relegar a un segundo plano. Su búsqueda y oportunidad ya no es económica. Piensa en poder, en honor, en amores, en reconocimiento social, en prestigio.

La salud es importante. Quizá lo más importante. ("La salud y la libertad", que dirían los flamencos.) Pero el dinero ayuda mucho. La sanidad pública está bien. La gratuidad de la S.S. (Seguridad Social y no el corpúsculo tudesco del miedo). Pero, cuando hay dinero, "qué descansada vida".

Ahora, con la crisis, el dinero es un fetiche que brilla por su ausencia.

Cuando la miseria entra por la puerta, el amor, la salud, la libertad y la vida, saltan por la ventana.

El dinero sustituyó al trueque. Y, ahora, el único trueque posible es la bolsa o la vida, el dinero o la dignidad, el amor o la miseria.

Repito las palabras de Mario Moreno: "Yo no estoy en contra de que haya ricos, yo estoy en contra de que haya pobres".

Ayer, hoy y siempre, poderoso caballero...

La manita en la cara

La manita en la cara

No puedo más. Es necesario que me pronuncie. Hay una degeneración entre los articulistas, columnistas y demás colaboradores en revistas y periódicos que les inclina a retratarse con la manita en la cara. Se sujetan el mentón, se la acercan a la nariz, se amasan la oreja o se tocan la mejilla.

Reconozco que a algunos les da una dimensión interesantísima y otros, los menos, aparecen con una naturalidad pasmosa, como si fuesen El Pensador de Rodin. Los primeros que aparecieron con la manita en la cara daban cierta envidia, como si estuvieran por encima de todo, como si en la sobremesa sólo hablaran de metafísica.

Pero uno se cansa y los intelectuales que veía en un principio, ahora sólo veo intelectualoides, pamplinas que esconden su cortedad en una foto con aspiraciones.

No soy gran lector de periódicos, lo reconozco, pero sí de artículos y columnas de opinión. Tengo mis favoritos y mis odiados, como todo el que lee. También me gusta descubrir nuevos opinadores en periódicos inhabituales o en revistas de consultorio o navegando por la red.

Pero no soporto que el personaje tenga la manita en la cara, que adquiera la típica (tópica) pose de "dueño de la verdad absoluta", de "fiaros de lo que digo porque le he dado muchas vueltas y, además, tengo gracia".

No. A mí no me engañan. Cuando veo a alguien con la manita en la cara, paso la página y ya encontraré a otro con la frente más despejada.

Gripe A

Gripe A

Mucho se escribe sobre la gripe A. Mucho se oye sobre la gripe A. Mucho se sospecha sobre la gripe A. Como en todo, hay algunos entendidos, pero muchos enterados.

¿Quién tiene la culpa? ¿La culpa primera o la culpa última? ¿Las culpas intermedias o las culpas colaterales?

Es una locura. Sobre todo la alarma social. Debemos aprender a convivir con todas las enfermedades, con el avance de la vida sea malo o bueno. Conozco a quien no sale sola de su casa cuando oscurece porque la atracaron en los años ochenta.

Entre mis papeles, encuentro un pequeño apunte de cuando apareció el sida:

"Tras la última copa en el último bar, donde intimaron hasta lo indecible, la chica cogió al chico de la mano y lo metió en el lavabo con ella.

Se subió la falda y bajó su braga humedecida.

Él quería tanto como ella, pero antes de desabrocharse los jeans, se vio obligado a decir que estaba limpio. La época requería esas confesiones.

-Muy bien -respondió ella con premura.

-Quiero decir que no soy portador ni tengo hongos ni gonorrea ni nada de eso -continuó aclarando.

-Me da igual -respondió ella con indiferencia.

-¿No te da miedo el sida? -disparó él a bocajarro.

-No -zanjó la chica-. Me da miedo el miedo."

El síndrome de Cenicienta

El síndrome de Cenicienta

Con la emoción, el príncipe (azul, para más señas) había cenado poco. Algunas cervezas y dos copas le dieron el ánimo suficiente para abordar sin tanta ligereza a la joven que tenía al lado. Era de una belleza extraordinaria y, aunque su cuna fuera incierta, para una aventura veraniega no estaba mal. En el próximo baile la besaría y le haría proposiciones (la honestidad de esas proposiciones tendría que ponerla ella) o, en un apartado, entre las enredaderas del jardín, le metería mano directamente por debajo de su miriñaque.

Dos vueltas llevaban cuando la campana del reloj, siempre cruel, de palacio, le dio por vomitar sus doce enteras. La excusa fue de lo más peregrina. Que si no sé qué de una calabaza y unos ratones, que si un hada madrina, que si su vestido hecho añicos... No sé qué se metería que corrió como alma que lleva el diablo hasta el fondo de la escalera y con el príncipe ligeramente excitado.

En su carrera perdió un zapato de la talla treinta y cinco, con tacón de aguja y cuerpo de cristal...

Ni todos somos príncipes ni todas somos Cenicienta, pero sus síndromes atacan a diario.

Siempre hay algún/alguna Cenicienta que pierde un tacón cuando las campanadas advierten su fin. Ya sea por cansancio, por responsabilidades inmediatas, por obligaciones tempranas o por formalidad trasnochada, alguien agua la fiesta: la suya, la de su pareja, la de los demás.

¿Dónde dejamos el carpe diem horaciano? ¿Dónde la sublimidad baudelariana?

¿La crisis aumenta o relaja este síndrome?

¡Líbranos, Señor, de fuguillas Cenicientas y dulcifica la presencia de sus hermanastras que, ni siquiera, se enteran de que el reloj existe!

El metro de Granada

El metro de Granada

En Granada nunca se deberían haber quitado los tranvías. Los de mi quinta y mayores nos acordamos cómo recorrían las calles de la ciudad con su destello amarillo y su traqueteo eléctrico. Con el tranvía nos subíamos a Cájar o a Huétor Vega, donde mi abuelo jugaba cartas y bebía chatos, o a Guéjar Sierra, al Charcón, donde comenzábamos nuestro paseo campestre o nuestro baño en las gélidas aguas del San Juan.

En Granada nunca se deberían haber quitado los tranvías. Como no se deberían haber embovedado los ríos. Como no se deberían haber removido las tierras de la laguna de las Yeguas. Como no se debería haber atentado contra nuestro patrimonio, contra nuestros artistas y nuestros pensadores.

Ahora nos prometen el metro y lo que obtenemos, por ahora son socavones, cortes en las calles, embotellamientos continuos.

El metro llegará, sin embargo, como ha llegado a Sevilla (¿después de 40 años?). Tan sólo espero que haya merecido la pena el levantamiento obrero por su futuro paso; espero que haya merecido la pena nuestra paciencia; espero que haya merecido la pena el presupuesto millonario que se ha invertido (y lo que queda); espero que haya merecido la pena el triunfo perentorio y medallístico que ya se está colgando más de uno.

A vuelapluma, le pediría al metropolitano de Granada que sea asequible a todos, que su precio sea competitivo con otros medios de transporte; que pase con asiduidad y no desfallezcamos en sus paradas; que sea rápido y no desfallezcamos en su interior, que no sea más efectivo coger el bus o ir andando; que tenga paradas estratégicamente útiles; que no entorpezca la dinámica de la ciudad, en su caso, tanto peatonal como automovilístico; que abra un importante cupo de contratación; que sea cómodo; que sirva para embellecer la ciudad; que se expanda por otras zonas (si funciona todo lo anterior)...

Reclamos discotequeros

Reclamos discotequeros

Durante mi mocedad hasta bien entrada mi edad madura, si acaso la he alcanzado (aunque la paternidad obliga, en todo caso), las mujeres entraban gratis a la discoteca. Era algo tan natural como lógico. Donde cae la hembra, el varón va de cabeza.

Era un reclamo obvio, sin retorcidas pretensiones, aparte de la aludida. A veces, se facilitaba el pase, según la época si venías en pijama, enrollado en una sábana, a manera de toga, o en bikini. Era divertido y picante, a veces. Pero nunca escandaloso.

Que me perdonen legalistas, liberales, feministas y demás etiquetados para declarar guerra santa. Lo que ocurre hoy (y ocurrirá mañana, esperemos) es lo mismo. El morbo, lo obsceno, la humillación, está en gran medida en quien lo evalúa. (Más sufre el que ve que el que enseña.)

En Granada se subastan chicas en una discoteca. El fin no lo sabemos claramente. Unos días atrás se subastaban chicos y no pasó nada. Quien quiera entrar en el juego, ser subastado o pujar, es libre. Como si en la fiesta del bikini vas vestido de buzo o con cualquier otro burka.

En Almería, se lleva una copa gratis la que vaya en minifalda, y en Málaga, la que vaya vestida de colegiala. No deja de ser un juego, un reclamo que se merece unas risas. Hay quien se viste de estudiante o usa mini sin proponérselo.

También recuerdo, en mi atolondrada juventud, que había un bar que si tomabas siete, ocho o nueve cervezas (el número no lo tengo muy claro) te regalaban la siguiente (con sus respectivas tapas). Todos los amigos, sin necesidad de mostrar carnéts de identidades, rellenábamos el cupo y a veces lo doblábamos. Eso sí era punible proselitismo alcohólico.

Hay muchas cosas por qué preocuparse. Cosas para escandalizarse y caernos del asombro. Hay mucho qué denunciar y mucho por lo que luchar.

Dejemos en paz a la juventud y al juego de las apuestas. Porque desde que el mundo es mundo tiran más dos tetas que dos carretas (sin ánimo de macho, aunque sea cabrío).

Condones

Condones

Las mayores atrocidades de la historia se han cometido en nombre de Dios, cualquier dios, o de un hombre endiosado, que no es lo mismo, pero es igual.

En la reciente campaña móvil de los ateos se negaba la existencia de dios. Pero, el mensaje quiso ser tan respetuoso que ese ateismo nietszcheniano terminó siendo un descafeinado agnosticismo. ("Probablemente, dios no existe".)

La respuesta de la Iglesia fue inmediata y radical. Entre líneas, no sólo afirmaba la existencia de dios sino que anatemizaba a los negacionistas.

Ahora, toman ellos la iniciativa respecto al aborto, queriéndonos convencer de que se protegen más los linces que la vida humana. Viéndolo como lo muestran, es una barbaridad. Un niño, por infinitas razones, vale más que un animal. Pero no es eso.

Un proyecto de hijo "no querido" (se me ocurren mil razones) sería comparable a un animal no nacido, que se le impide su paso a la vida por riesgos varios. Así podríamos apreciarlo. La falacia de la publicidad es ancha como Castilla.

El Papa visita el continente africano con la castidad por bandera. Hay 22 millones de afectados por el sida en el continente negro. La mayoría mueren antes de cumplir 30 años. Pero no usen condón, que es antinatura.

Lo que es antinatura es la represión, la castidad, una Iglesia anquilosada que habla en nombre de un Dios medieval y cruel.

Hay, sin embargo, miles de cristianos, miles de creyentes, auténticos, respetuosos y respetables, que firmarían hoy por lo que la Iglesia puede arrepentirse mañana.

Las siete vidas de un gato

Las siete vidas de un gato

Ayer oí en las noticias que en ciertas partes de china se siguen comiendo los gatos. Incluso los roban para venderlos con esta finalidad. Los dueños lloran desconsolados. Los usuarios del restaurante saborean un delicioso gato casero con salsa agridulce.

¿Y si les diésemos liebre por gato?

Entre apuntes antiguos encuentro este texto desgarrador del lunes, 16 de julio de 2007. Desgarrador por la impotencia, la indiferencia y el recuerdo estremecido de gato troceado.

Hoy he visto como atropellaban a un gato pequeño en la autovía. El conductor no pudo evitarlo, el pequeño felino se metió debajo de las ruedas. No creo que el del volante se diera cuenta, sólo lo vimos los de atrás. No hizo nada, ni girar ligeramente ni hacer amago de frenar. Observamos como al gato se le iban yendo una a una las siete vidas que poseía. Dio un salto por cada vida hasta que quedó tumbado inconsciente en la línea discontinua. Pasamos de largo, como todos. Llegábamos tarde al trabajo.