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Perrateterías en Algeciras

Perrateterías en Algeciras

Homenaje a Perrate y Perrata de Utrera

El último viernes me escapé. Invitado para asistir a la entrega de la XXI Palma de Plata en Algeciras, decidí casi sin pensar invertir tres horas de carretera para ir y otras tantas para volver sólo para asistir al reconocimiento de los Perrate, una saga utrerana de arte indiscutible.

El festival en sí, lo digo desde un comienzo, fue mediocre, pero tuvo un punto de emotividad para tener en cuenta y sobre todo un sabor diferente al flamenco habitual que en mi cercada Granada puedo contemplar.

Se trataba de, a través de sus hijos, reconocer el trabajo impagable del Perrate de Utrera y de su hermana María la Perrata. Descendiente directo de José, estuvo presente Tomás de Perrate y su hermano Adán, que recogió el galardón. Por parte de María estuvieron Inés Bacán, Mari Peña y, como apoyo imprescindible, Tere Peña, hermana de Pedro Peña y Juan Peña ‘el Lebrijano’.

Como guitarrista único (como en los festivales de antaño) compareció Antonio Moya, con buen pellizco, soltura y complicidad con todos los artistas.

Mari Peña abrió la noche por tientos, después hizo soleares y alegrías de Pinini, con algunas cositas destacables. De Inés Bacán sorprende su eco tan flamenco. Comenzó con fandangos, para desembocar en lo jondo de una soleá y rematar por seguiriyas.

Tomás de Perrate, creo que se templó con soleares (no tomé nota y no recuerdo muy bien). Su sola garganta, la cadencia tan especial que tiene su voz y el soniquete que lo envuelve, ya son cartas a tener en cuenta. Continúa por seguiriyas, con más ganas que eficacia, y termina con las bulerías ‘arremansás’ que impone su sello.

Como fin de fiestas, toda la familia proponen se van por fiesta.

Tras el ‘acto protocolario’, dirigido por Manuel Martín Martín, que ha ido haciendo de presentador, de entrega de la Palma de Plata, y de un breve descanso, la segunda parte la ocupó el bailaor local David Morales, haciendo un resumen de su trayectoria. Lleno de ideas, no termina de convencer el concepto de su baile, en el que destacaría algunas cosas. Sorprende el gusto de prescindir de la percusión (caja, pandero, tinaja y tambores varios) a favor de la palma desnuda. Su dominio del espacio también es loable. Pero aplaudimos sobre todo al tocaor que lo acompaña, Dani Casares, que, siendo un guitarrista de concierto, arropa sin fisuras; que, asomado a la vanguardia, suena flamenco a cada paso.

 

La copla andaluza

La copla andaluza

Antes de la literatura escrita, antes que el hombre supiera escribir si quiera, y aún siendo conocedor de la letra y de la pluma, existía una memoria colectiva que iba pasando a través de las generaciones de forma hablada.

Casi todos los cuentos de antaño que conocemos se los han contado a nuestros padres y a los padres de estos hasta perderse en las nieblas de la historia. Muchas narraciones, poemas, novelas o antologías no son originales, sino recreaciones de aquella anécdota primigenia que dio pie a explicar, por ejemplo, algún suceso o fenómeno de la naturaleza o la razón para ejecutar cualquier sentencia.

La literatura oral, huelga repetirlo, ha sido el germen de nuestra civilización sensible. El hombre avanza porque recuerda. El hombre es social, entre otras cosas, porque al calor de la lumbre ha escuchado las verdades de los viejos, la disciplina del chamán, la comicidad del bufón.

Pero este recuerdo colectivo sería materialmente impensable sin una doctrina, sin el apoyo de una cantinela. La épica, los epinicios, toda la lírica sigue un sistema nemotécnico que alimenta la remembranza a base de música.

La tabla de multiplicar o las oraciones de misa, y aún la lista de los reyes godos, las aprendíamos en la niñez con esa cantinela, con un ritmillo machacón que ayudaba a concatenar las palabras y las frases con asonancia.

El pueblo andaluz, desde muy joven, ya practicaba el arte de la poesía. Se cuenta que la civilización perdida de Tartessos confeccionaba sus leyes de forma rimada.

Así se han ido creando cantares y repertorios. Así se han ido compilando cancioneros y gavillas de letras para dejar constancia.

Alguien dijo recientemente que se calculaban en ochocientas mil las coplas andaluza, de ellas unas doscientas mil en pleno uso. No puedo garantizar la veracidad de esta cifra, pero si buscamos, el pozo de la letra popular carece de fondo.

Y aquí está la palabra clave: popular. En lo popular se asienta nuestra sabiduría. El poema, la letra, la copla salida del pueblo tiene la simple grandeza de un monumento.

Bécquer escribía en El Contemporáneo: “la poesía popular es la síntesis de la poesía. El pueblo ha sido, y será siempre, el gran poeta de todas las edades”.

Manuel Ríos Ruiz, en Introducción al Cante Flamenco (1972), va más allá diciendo que “la copla que no hace el pueblo, difícilmente la canta el pueblo”.

Antonio Machado pone en boca de Juan de Mairena: “si vais para poetas cuidad vuestro folklore. Por­que la verdadera poesía la hace el pueblo. Entendámonos: la hace alguien que no sabemos quien es o que, en último término, podemos ignorar quién sea sin el menor detrimento de la poesía.

Pienso, lo he dicho bastantes veces, que lo mejor que le puede pasar a un poema es que deje de pertenecerte. La misma idea encuentro en un prólogo que con el tiempo (agosto de 1969) hizo Borges a Luna de enfrente, una obra de juventud de 1925. En él escrbía: "Poco he modificado este libro. Ahora, ya no es mío".

Estaba con Juan de Loxa, hará cinco o seis años, viendo un recital de cante. Cuando el cantaor abordó las alegrías, Juan me dijo: “Qué gracioso. Esa letrilla es mía”. Cantaba eso de: ¡Pan y trabajo! / Siempre se escapa el tiro / pa los de abajo. // ¡Que mala pata / no les saliera el tiro / por la culata!

Las seis cuerdas de un piano

Las seis cuerdas de un piano

Falla por Cañizares 

Desde que en 1991 Juan Manuel Cañizares colaboró como segunda guitarra en el Concierto de Aranjuez de Paco de Lucía (al que acompañó durante diez años) la música clásica entró de lleno en el ideario musical del guitarrista catalán. 

En 2008 edita la Suite Iberia de Albéniz y en 2012 Goyescas de Granados. Para este año, centenario del estreno de La vida breve, Cañizares se propone transcribir una trilogía sobre Manuel de Falla. Los dos primeros trabajos, El sombreo de tres picos y La vida breve, ya ha visto la luz. El tercero, El amor brujo, saldrá en abril.

Dentro de los ‘XIX Encuentros Manuel de Falla’ que organiza la Fundación de su mismo nombre y el Ayuntamiento de Granada, se programa, como estreno mundial, la presentación del trabajo discográfico mencionado.

Cañizares divide el concierto en dos partes. La primera clásica, donde interpreta a Falla. La segunda flamenca donde desgrana su disco de 2010, Cuerdas del alma, y algún tema más de su discografía anterior.

Tres momentos igualmente definen la primera parte. El primero de ellos son Siete canciones populares españolas, donde expone temas en general de exquisita brevedad. El paño moruno se saborea de forma familiar y, su final buleaero es agradecido. Se echa de menos la voz. Como segunda guitarra, remarca su sombra Juan Carlos Gómez, llevando el peso de la base, la gravedad en la contienda y haciendo de vez en vez sus escapadas en solitario. Esta primera canción, junto a la Seguidilla murciana y a la Jota (de más amplio minutaje), está acompañada por las castañuelas de Charo Espino y de Ángel Muñoz, que también harán de palmeros y bailaores cuando se precise.

Una Nana y una Canción dejan paso a un segundo momento muy aplaudido. Se trata de la Danza de los vecinos, con claro protagonismo de la segunda guitarra, y de la Danza del molinero, donde Ángel mete los pies. Las dos pertenecientes a El sombreo de tres picos.

De La vida breve se abordará solamente la Primera danza española, ilustrada con el baile de Charo. Los bailes de estas piezas clásicas son parcos y precisos, resaltando el juego de tacón punta y algún elemento percusivo más.

Cañizares no ha tratado de trasladar literalmente el piano a otro instrumento. La guitarra suena guitarra y, a fuerza de arpegios y notas intermedias, ha hecho suya las composiciones, logrando un sonido tan espectacularmente delicado que firmaría sin condición el maestro gaditano.

Después de un descanso más largo de lo deseado, el cuadro se transforma en flamenco, que arranca con Añorando el presente, una pieza un tanto libre, con sonidos fandangueriles, cercana a la granaína, que Cañizares dio simplemente por llamar ‘fantasía’.

Le siguen unas bulerías (El abismo), del mismo disco Cuerdas del alma, y unas rumbas (Lluvia de cometas), de Noches de imán y luna (1997) de clara influencia del maestro de Algeciras. En realidad, las maneras y el concepto musical de Paco de Lucía, descansan conceptualmente en este guitarrista.

Volvemos al trabajo de 2010 con las guajiras Mar caribe que baila con corrección Charo Espino; con las rumbas que le dan nombre al disco; con la bella balada Lejana; con las alegrías Collar de perlas, donde hay momentos cercanos al folk, con un somero paso a dos; y con Palomas, el sabroso vals con que termina el espectáculo.

De la zambra al duende

De la zambra al duende

Latidos del agua

Hay veces que siento que este blog no llegue más lejos, que mis artículos no tengan un eco definido. Y no por la columna en sí, sino por su protagonista, por la persona o personas que lo sostienen.

Patricia Guerrero, una de las tres o cuatro bailaoras imprescindibles en el flamenco actual granadino, después de muchas colaboraciones y actuaciones en general, estrena en Granada su primer espectáculo de envergadura. Una obra completa, coherente y sensible donde la bailaora, como tantas otras, se hace empresaria, haciéndose cargo también, además del baile, de la coreografía y de la dirección. Sorprende que, una primera incursión de este tipo, en una chica tan joven, aparte de algún problema de ritmo, sea tan acertada y redonda.

El referente es el compositor Ángel Barrios. La excusa Granada y sus aromas a través del agua. Dicen que un invidente que visite el Albaicín o la Alhambra se podría orientar sólo por el sonido de sus aljibes, manantiales y regueros.

Patricia, a boca de escenario (bello y exclusivo, a pesar de la simetría), con aire moruno comienza a ser fuego con una danza cercana a oriente mientras unos compases de piano (Alejandro Cruz Benavides) le dan paso al Trío Albéniz (José Luis Recuerda, bandurria; Ismael Ramos, laúd; José Armillas, guitarra) para que arranquen los primigenios sonidos de Granada cuando se asoma a la zambra. Se va sucediendo la danza árabe y la trova, el recuerdo y la perspectiva, el pandero y la guitarra, la Albaycinera y el Zacatín.

Y, entre medias, la bailaora nos sorprende cantando y recitando. Es delicada y segura. Es una apuesta vencedora que te advierte que el arte casi nunca es huérfano. “El cante es agua de manantial”.

Al Trío Albéniz lo sustituye un inspirado Luis Mariano a la guitarra y un correctísimo Miguel ‘Cheyenne’ a la percusión, una efectiva pareja (marchamo de calidad donde estuvieren).

El piano aborda una guajira que canta David ‘el Galli’, con la voz algo tomada y con el volumen en su contra. No obstante, estos cantes aflamencados no son las aguas en que mejor nada el cantaor moronense.

Otra sorpresa vino de la mano del artista invitado, Arcángel, que por momentos, con el brillo de su voz siempre afinada, ofuscó el fulgor de la artista.

Nueva incursión de piano por Barrios, toná y seguiriya, cantada por Galli, donde Patricia hace quizá su mejor entrega, donde se aprecia el conjunto de manos y pies, hombros y cintura, rostro y expresión, para decirnos que sobre todo es bailaora.

Un poquito por tangos de Granada no podían faltar. Con su roneo preciso, anuncian la recta final, que viene en forma de petenera, conducida nuevamente por el onubense que interactúa de a ratos con la bailaora con bata de cola en una especie de estático paso a dos. Patricia es esencia serena. Parece que cada uno de sus pasos esté destinado a acariciar las sensibles entrañas de quien la observa.

Termina de nuevo acordándose del compositor granadino, de sus últimos días, de su querido Ravel (Daphnis et Cloé) y de su deseo de “cuando llegue a Granada, nada de penas. ¡Que bailen los gitanos!” por bulerías.

* Foto Antonio Konde©.

La limpieza de Javier Barón

La limpieza de Javier Barón

Barón 

Hace días que ya vimos el espectáculo de Javier Barón, que lleva su mismo nombre como título, dentro del ciclo ‘Flamenco de Orilla a Orilla’ que organiza el Instituto Andaluz de Flamenco en colaboración con la Dirección General de Coordinación de Políticas Migratorias y la Dirección Regional del Ministerio de Cultura de Marruecos de la Región Oriental.

Entre una serie de conferencias ilustradas, que han abarcado varias semanas, se incluyó el 5 de noviembre, en el teatro Alhambra un recital de baile a cargo del veterano Javier Barón.

El bailaor, de Alcalá de Guadaíra, se arropó con un cuadro sevillano que se puede decir que en estos momentos está en la cresta de la ola. A la guitarra estuvo Juan Campallo y, a la percusión, José Carrasco, dos grandes músicos que pertenecen a sagas reconocidas.

Como artista invitado, al cante estuvo uno de los artistas del momento, José Valencia, reciente ganador del ‘Mejor disco de cante revelación’ por su trabajo Sólo Flamenco de los premios ‘Flamenco hoy’, concedidos por la crítica especializada. Valencia posee una de las voces más cotizadas del momento para el cante de atrás. Su dominio de los estilos, la potencia de su garganta y el temple de su condición lo avalan igualmente para la exposición igualmente en solitario a boca de escenario.

Javier, Premio Nacional de Danza 2008, como nos tiene acostumbrados, propuso un espectáculo lleno de finura, limpieza y elegancia, sin aristas y muy de su estilo (tanto que a veces nos resulta repetido). Domina el escenario y domina el equilibrio, la verticalidad y el vértigo preciso de sus pies, aunque sus manos no siempre resulten tan provechosas.

Comienza la noche con unas bulerías, que se ralentizan en su ecuador, para pasar de esta soleá nuevamente a la fiesta. José Valencia, garantía para cualquier bailaor, se abre paso por levante (tarantas y levantica) y abandolaos en solitario, para rematar por tangos, una pieza agradecidamente breve, que rubrica Barón como si se tratara de un exquisito bocado en la merienda.

José Carrasco, que lleva el latido del flamenco en las venas, hoy por hoy es de la media docena de percusionistas a tomar en cuenta. Su imprescindibilidad radica en su moderación. Un tema de percusión nos dimensiona su poder.

Juan Campillo, habitual como sus compañeros en esta plaza, nos repite con su guitarra las sutiles rondeñas que nos propuso en el Corral del Carbón este verano.

La velada acaba con esa olla gitana, tan del gusto de los bailaores actuales, donde todo cabe. Por cantes de labor a palo seco comienza esta entrega. Valencia es preciso y seguro en la plaza cuando se encuentra solo. Lástima que no se entendiera con la guitarra en los primeros acordes que se convierten de inmediato en cantiñas (mirabrás, alegrías, alegrías de Córdoba) y más tarde en seguiriyas, de los mejores momentos de Barón, para rematar de nuevo sin guitarra, con un martinete, e irse definitivamente con el macho de la seguidilla.

Una buena noche, llena de aplausos y agradables detalles, pero quizá falta de pellizco.

* Foto de Antonio Konde©.

Premios Flamenco Hoy 2011 y 2012

Premios Flamenco Hoy 2011 y 2012

La Asociación de críticos y analistas del flamenco, a la cual pertenezco, todos los años concede una serie de premios a los artistas más destacados del curso anterior en diversas modalidades. Como si fuese los Max de teatro a los Goya en el cine, de forma más modesta, se orquesta una ceremonia donde, con vestidos largos y gran ilusión, se reparten estos galardones.

La crisis nos llega a todos y, cómo no, afecta también al flamenco y a sus ritos no popularizados. Tanto es así que el año pasado no se pudieron conceder las estatuillas. De modo, como la lotería nacional, se acumularon para tiempos de bonanza. La situación no ha cambiado, pero con esfuerzo y voluntad, el próximo miércoles, 6 de noviembre, en el Tablao ’Cantares’ (antiguo ’Corral de la Pacheca’), en Madrid, tendrá lugar dicha entrega.

La idea que era cada año el acto Flamenco Hoy se realizara en una ciudad diferente. De hecho, aparte de en la capital, hemos estado presentes en Cádiz, en Jerez o en Córdoba. El año pasado se iban a realizar en Granada pero, por falta de apoyo institucional, se tuvieron que suspender. Este año estaba todo previsto para realizar la ceremonia doble en el Teatro Guerra de Lorca, Murcia. Cuando estaba todo listo y prácticamente cerrado, unilateralmente, hace escasamente dos semanas, el ayuntamiento de dicha localidad, reculó y quemó el contrato por razones presupuestarias. Por lo que, con todo el trastorno que conlleva, se ha tenido que devolver la gala a Madrid.

Las categorías y los premiados de ambos años respectivamente son los que siguen:

1. Mejor labor de promoción del flamenco: Festival Flamenco ‘Bankia’ (Cajamadrid) y ‘Corral De La Morería’.

2. Mejor labor de difusión del flamenco en medios: Alfredo Grimaldos y Deflamenco.com.

3. Mejor libro: Curro Albayzín (Zambras de Granada y flamencos del Sacromonte) y Paco Roji, Ramón Soler Díaz y Paco Fernández (La Repompa de Málaga).

4. Mejor DVD: Carlos Saura (Flamenco, Flamenco) y Miguel Poveda (Real).

5. Mejor bailaor: Israel Galván y Manuel Liñán.

6. Mejor bailaora: Olga Pericet y Mercedes Ruíz.

7. Mejor productor de disco: Arcángel (Quijote de los sueños de Arcángel) y José Quevedo ‘Bolita’ (Un viaje por el cante de Argentina).

8. Mejor disco instrumental: Pablo Rubén Maldonado (Fuera de la realidad) y David Peña Dorantes (Sin muros).

9. Mejor guitarra de acompañamiento: Miguel Ángel Cortés (de los dos años).

10. Mejor disco de cante revelación: José Anillo (Los balcones de mi sueño) y José ‘Valencia’ (Sólo Flamenco).

11. Mejor disco de guitarra solista: Juan Manuel Cañizares (Goyescas. Granados por Cañizares) y Dani ‘De Morón’ (Cambio de sentido).

12. Mejor disco de cante: Arcángel (Quijote de los sueños) y Argentina (Un viaje por el cante).

13. Premio especial: Merche Esmeralda.

Enhorabuena.

Los aires de Alberto López

Los aires de Alberto López

Sería por el limitado eco; sería por la abundancia de ofertas en Granada el sábado pasado; sería por el partido de fútbol, droga y circo de las masas, anunciado para ese día; el caso es que nos vimos en el teatro Isidoro Maiquez de CajaGranada como en familia para escuchar la propuesta de Alberto López, joven guitarrista bastetano, que ha elegido su ciudad para presentar el espectáculo Siento.

Siento, como reza la promoción, “es un recorrido por los estados de ánimo de los que brota la inspiración y nace la música, y donde se fusionan los tres pilares del flamenco: toque, cante y baile”.

Con una técnica reconocible, seguridad en la pulsión y evidente brío, Alberto López presenta su espectáculo por granaínas, homenajeando a su tierra. Será el tema quizá más intimista. Desde este primer momento nos damos cuenta de su amplia visión compositiva y su riqueza en arpegios, que dotan a su guitarra de una pluralidad encomiable.

Inmediatamente después se le incorpora el resto del cuadro. Nada menos nueve jóvenes flamencos, con garra y anhelo, se la suman en escena. Son Bernardo Miranda e  Inma ‘la Carbonera’ al cante; Alfonso Aroca al piano; Sergio de Lope a la flauta; Ángel Reyes al baile; Jesús Valero al bajo; Javier Rabadán a la percusión; y Juan Diego Sáez arropando con palmas y coros.

La segunda entrega son unos tangos introducidos por una generosa entrega a la percusión. Esta percusión es precisa y respetuosa, como pienso que debe ser, que suene como un latido de fondo, pero que no se imponga su presencia. Descubrimos entonces las voces de Bernardo Miranda e  Inma ‘la Carbonera’. Voces flamencas y bien templadas que aportan su rol eficaz por separado que, sin embargo, cuando se juntan no casan como debieran.

Desde este primer momento se determina la propuesta coral de la obra. Alberto deja hacer y le ofrece protagonismo a cada uno de sus músicos, guardando incluso un segundo plano en algunos solos cegando su guitarra con sólo compás.

Las bulerías que le han servido de carta de presentación en Internet y después una soleá, tal vez demasiado larga, marcan el final de la primera parte. Para la soleá, y su amplia coda por bulerías, se presenta el bailaor de la compañía, Ángel Reyes, por primera vez. Buena técnica, compás y juego de pies tiene Ángel, aunque se repite por momentos y a su baile le falta reposo.

Después de un breve descanso continúa la actuación con un solo del guitarrista por unas tarantas de gran riqueza donde se multiplican las escalas y el mástil es aprovechado a conciencia. Unos tientos-tangos se proponen a continuación, donde descubrimos la flauta canastera de Sergio de Lope, verdadera sorpresa de la noche. Los guiños a Camarón y a Enrique Morente son continuos y el final es claramente un remedo respetuoso a Paco de Lucía.

Por alegrías termina la actuación. Por alegrías seguidas por unas originales bulerías por alegrías, acompañadas de baile. La introducción de la flauta en este tema final también es aplaudida, así como las voces, que llegan a acordarse de las composiciones casi fonéticas de Diego Carrasco, o el piano.

Con el público en pie se despide esta joven banda, esta joven obra, que destila frescura y verdad.

‘Tributo poético’ de Miguel López

‘Tributo poético’ de Miguel López

La semana pasada recibí un disco de Miguel López que me llenó de ilusión. Miguel López es ese corredor de fondo del flamenco, imprescindible en una época, que se entrecorcheteó en su rincón jienense durante algún tiempo, quizá demasiado para nuestra flaca memoria, para después volver, hace unos años, con las fuerzas y perspectivas que la sabia madurez le impusieron.

Era habitual sobre las tablas, en los 70-80, compartiendo micrófono con Enrique Morente, a quien le dedica unos tangos (Encima de las corrientes), o con El Piki y escenario con Mario Maya (Ay jondo) o con Salvador Tábora (Quejío, Los Palos) o con los más prestigiosos tocaores.

Tributo poético tiene ese sabor de aquellos tiempos de vindicación y rebeldía, donde se cantaba a los poetas y se daba tribuna a esa estrofa comprometida que removía conciencias. Así se derrama con san Juan de la Cruz, Miguel Hernández, Antonio Machado, Francisco de Quevedo, Juan José Amador, Miguel Biedma, Antonio Mata o José Ladrón de Guevara.

Más que flamenco es un disco aflamencado, con largura y sensibilidad, lleno de lágrimas y de quejidos, de amor a las formas musicales.

Producido por Pedro Sierra, en su sello La Voz del Flamenco, quien también se encarga de la dirección musical, está arropado por sus viejos amigos: Diego Amador, Paco y Miguel Ángel Cortés, Paco Jarana, Michele Iaccarino, José Luis Medina y su hijo, también llamado Miguel López.

Comienza el trabajo con Soy del Sur, que puede constituir todo un himno a nuestra tierra. Mario Maya musicó en su día Por aquellos, de Ladrón de Guevara, Poderoso caballero es don Dinero, de Quevedo, y La Gran pérdida de Alhama, un romance anónimo del siglo XVI.

También contiene una Nana y otros poemas aflamencados (11 cortes en total) hasta desembocar con Preludio, un poema de García Lorca, musicado por Morente. Acompañado exclusivamente con la cadencia del piano de Alberto Mira, está dedicado al entrañable vate Juan de Loxa, espíritu agitador de aquellos tiempos.

* Tributo poético se presentará mañana, 29 de octubre, a las 19,00 horas, en la Diputación de Jaén.

Fin de semana flamenco en Granada

Fin de semana flamenco en Granada

Hace tiempo que quité de mi blog un calendario que se orillaba a la derecha donde hacía relación de todos los eventos flamencos y relacionados que se programaban en la provincia. Durante un tiempo (unos seis meses), los lectores antiguos se acordarán, di de baja esta bitácora. Al retomarla observé dicho almanaque y decidí prescindir de él, en parte por el trabajo gratuito que me llevaba y en parte por la existencia de este mismo calendario en granadaesflamenco, otra página más específica. Pero siempre he estado tentado de referir los acontecimientos flamencos que nos van llegando.

De esta forma, me gustaría comentar tan sólo un par de días en una agenda, llegando estos tiempos, siempre sobrecargada. Posiblemente no está todo lo que debería, pero todo lo que debería está.

Este viernes, 25 de octubre, en La Casa del Arte Flamenco, que ofrece flamenco a diario en dos pases (19:30 y 20:30), tendremos el baile de Adrián Sánchez y Ana Cali, acompañados del cante Sergio “El Colorao” y el toque Alfredo Mesa. Y el sábado a José Núñez y Vero “La India” al baile, arropados por el cante de Iván Vallejo y el toque del mismo Alfredo.

En los Jardines Soraya también tendremos espectáculo los dos días, también con doble función (20,00 y 22,30), con cena incluida, aunque lamentablemente no puedo especificar el programa.

La Diputación y la Universidad, desde el viernes pasado, llevan ofreciendo, en el Palacio de los Condes de Gabia, un ciclo de conferencias ilustradas muy interesante, llamado Flamenco y Cultura. Comienza a las 20,00 y, con el título “Paradojas del Modernismo. Flamenco, cultura popular y vanguardia artística”, estará a cargo de Pedro G. Romero.

La Sala Vimaambi, como viene siendo habitual, a diario ofrecen su espectáculo Raíz y Duende basado en el libro "El jinete del viento" de la poeta Maam, con cante (Marián Fernández y Miguel "El Poblao"), guitarra (Pablo Jiménez y Juan García "El Juani"), baile (Ana Leray, Marta Serrano, Alejandra Castel e Irene Rueda), percusión (Juan Córdoba y Rubén de Omara), piano (Manuel Biarnes), voz poética (Ángela Argote), pintura (Pedro Garciarias) y cinematografía (Vincent Biarnes).

En el Liberia tendremos sendas veladas flamencas. El viernes con Carlos Cruz al cante y Pepe Agudo a la guitarra. Y el sábado a Antonio Fernández al cante, Beatriz Remacho al baile y Josele de la Rosa y José Fernández a la guitarra.

LE Chien Andalou, también con flamenco a diario, hoy viernes presentan a Rudy Fernández al cante, acompañado de la guitarra de Luis de Melchor y el baile de Inma Álvarez. El sábado cantará El Curro de la Chicuela, con la guitarra de Luis de Melchor y el baile de Almudena Romero.

Esta noche también tendremos la conferencia y actuación de Juan Pinilla, y Paco Cortés a la guitarra, en la Peña de la Platería, a las 20,30.

Por último, en el teatro Isidoro Maiquez, a las 21,00, tendremos la presentación del espectáculo “Siento” del guitarrista Alberto López, acompañado por Bernardo Miranda e  Inma “la Carbonera” al cante, Alfonso Aroca al piano, Sergio de Lope a la flauta, Ángel Reyes al baile, Jesús Valero al bajo, Javier Rabadán a la percusión y Juan Diego Sáez a las palmas y coros.

Para no aburrirse.

* Alberto López en la foto.

Sobre la vanguardia en el flamenco

Sobre la vanguardia en el flamenco

El flamenco es mestizo, nunca me cansaré de repetirlo. Andalucía ha sido siempre una encrucijada, un solar apetecible para todo viajero inquieto. Hay algo que atrapa a los atrapadores, creando un paisanaje que a la vez va atrayendo y sementando el nomadismo. Así, miramos nuestros ríos, nuestros bosques, nuestras montañas o nuestros mares y recordamos a fenicios y a tartesios, a griegos y a romanos, a vándalos, a visigodos y a bizantinos, a moros y a cristianos. Todos con sus anhelos civilizadores, todos con su poso cultural y su vitalidad emprendedora.

En el crisol de nuestra tierra se fue fraguando un sentimiento musical profundo hasta el siglo XV y posteriores. Cuando los gitanos, procedentes de la India, arribaron a la Península, encontraron esta riqueza cantora y la fueron asimilando a lo largo de los tiempos, hasta que en el siglo XVIII se tienen las primeras noticias de un preflamenco presto a ser pulido hasta la saciedad.

Si los gitanos no se hubieran establecido en el sur de España y no hubieran conocido la música que ya había no existiría el flamenco. Si Andalucía, de una u otra manera, no hubiera acogido al pueblo calé y hubiera ‘aplaudido’ el latido de su sangre no existiría el flamenco.

Poco a poco se fueron definiendo los decires del flamenco. La toná, la seguiriya o la bulería, se fue complementando con el tango, la alegría y el fandango, y de éstos a los cantes de las minas y a los cantes de ida y vuelta y al garrotín y a la farruca.

En cada momento, en cada época, el flamenco crece. Porque el flamenco es un patrimonio oral vivo y, como todo ser viviente, sufre cambios.

El flamenco no es una fortaleza inexpugnable ni un campanario aislado. El flamenco es un campo abierto, la cresta de una montaña, esa esquina del mundo donde van a parar todos los vientos. Ya lo decía José Luis Sampedro; “la vida se crece siempre en las fronteras”. Y la única forma de crecer es la vanguardia, el pionero que salta al vacío y hace caso a su corazón.

¿Hasta cuándo se puede considerar un flamenco de raíz? ¿Hasta que dejó de ser una manifestación tan sólo de los gitanos? ¿Hasta que la guitarra empezó a acompañar al cante? ¿Hasta que abandonó la intimidad de las casas y pasó a profesionalizarse? ¿Hasta que la ópera flamenca desvirtuó su esencia? ¿O hasta que Camarón de la Isla, sin saber muy bien lo que hacía, grabó La leyenda del tiempo?

Creadores ha habido muchos, la mayoría. El flamenco se fragua en cada garganta, en cada melisma, en cada mirada.

Dónde estaríamos si Paco de Lucía no hubiera abierto el mundo a su guitarra, sin los poemas por bulerías de Manuel Molina cantados por la voz siempre perfecta de Lole Montoya. Dónde estaríamos si Carmen Amaya no hubiera bailado con pantalones o Enrique Morente no hubiera grabado con un grupo de transmetal.

Pero nadie de los vanguardistas a los que me refiero han trasgredido la esencia del flamenco, nadie ha rechazado su primitivismo, nadie ha ninguneado a la Niña de los Peines.

Después hay unos aventureros del flamenco que rompen la tradición como si fuera vieja y no antigua, como si la patina fuera suciedad, como si el bronce no se reverdeciera con el tiempo. Y son esos modernos los que muchas veces se llevan el gato al agua y disfrutan de la falsa gloria hasta que llega un nuevo iluminado. Y son esos modernos los que muchas veces se creen paladines de la verdad y zancadillean a los reales vanguardistas, como apuntaba Antonio Machado en Juan de Mairena: “en política, como en arte, los novedosos apedrean a los originales”.

En el flamenco todo cabe pero nada sobra. El tiempo se encarga de limar las aristas y de allanar la pendiente donde el flamenco siga rodando.

* Lole y Manuel, en Umbrete, Sevilla, 1980.

Consejos a una joven bailaora

Consejos a una joven bailaora

Querida amiga, me dices que quieres bailar, que desde que viste a una bailaora transida sobre un escenario no piensas en otra cosa que ser como ella. Me dices que te has comprado unos libros y unos discos y que te has apuntado a una academia. Me dices que ya tienes tacones y ropa cómoda para los ensayos. Me dices que, cuando la bailaora bajó del tablao, no era nada extraordinario, que era un ser normal de carne y hueso, como tú o como yo, una persona de las del montón que camina por la calle, detrás de sus narices, como decía Shakespeare.

Torrente Ballester, en La saga/fuga de J.B., escribía: “El flamenco es un baile singular. No se aprende, se vive. No es una diversión, sino un sacerdocio, una cultura y la expresión de una realidad biológica. (…) He conocido bailarinas flamencas (…) Mujeres vulgares, incluso despreciables, que, al bailar, se trasforman en diosas”.

Me pides, por último, que te dé algún consejo para la ‘carrera’ que acabas de emprender.

Más que un consejo, a vuelapluma me alargaré dándote algunas recomendaciones que puede que te sean de utilidad.

No desfallezcas. El flamenco es una carrera de fondo. La técnica del pelotazo aquí no sirve. Cada paso lo tienes que ganar. Es fascinante el camino, como la Ítaca de Cavafis, y la meta incierta. No temas los escollos ni los tropiezos. Ni te nublen los aplausos. Al contrario. Sé humilde. Cervantes escribía en El Quijote: “la alabanza propia envilece”. No persigas la fama sino el reconocimiento. “La fama es el prestigio en calderilla”, nos recordaba Mario Maya. La grandeza de una persona suele ir emparentada con la humildad. Juanito Valderrama, cantaor enciclopédico donde los hubiera, decía que “la modestia es de burros y la falsa modestia de borrico garañón”. No busques el aplauso. Que el ‘ole’ sea espontáneo y decidido, nunca reclamado. La obligación de vitorear redunda en la mentira, que es el pozo más insondable en que un artista puede caer. Camina con la verdad por delante o cogido de ella de la mano. Sé sincera, que lo que tenga que llegar llegará. Y, en tal caso, sé agradecida, que es la primera muestra de esta humildad que te indico.

Escucha el cante. Debes saber de cante casi más que el cantaor que te acompaña. No dejes de estudiar y de aprender. Y, cuando estés en escena, párate a escuchar lo qué te cantan, cómo te tocan, y báilale al cuadro. Báilale a los músicos y no te cruces con ellos. Sigue su latido. Que bailando para dentro es como mejor se baila para afuera.

Así, actúa para todos y para nadie. Zeami va más allá: “olvida el espectáculo y mira al Nô; olvida el Nô y mira al actor; olvida al actor y mira la idea; olvida la idea y entenderás el Nô” (el Nô es una forma tradicional y mística del teatro japonés). Haz que te importe el público pero que te importe más el arte. Desentiéndete del espectador y baila, baila, baila. Es el mejor homenaje que se les puede hacer a tus seguidores.

Reposa tu cuerpo. Mario Maya afirmaba que “el baile flamenco no es fuerza bruta”. Es alarmante cuando un bailaor sale a escena como los toros a la plaza cuando abren el chiquero. El baile de arrebato es una demostración de energía a veces sin sentido.

Debes atender al silencio. “La danza no está en el paso, sino entre paso y paso. Hacer un movimiento tras otro no es más que eso, movimientos. El cómo y por qué se liga y qué se quiere decir con ellos, eso es lo importante” escribía Antonio Gades. A este respecto también leo en Jules Barbey D’Aurevilly: “Con la música ocurre lo propio que con la vida. En ambas resultan mucho más expresivos los silencios que los acordes” (que le pregunten a los Habichuela).

Sé consecuente con lo que estés bailando. Que tu atuendo, tu rostro y tus movimientos sean acordes con lo que quieres trasmitir. Cuenta tu historia. Baila de blanco unas alegrías, coge el abano en las guajiras, trasmite el drama de las seguiriyas.

Mueve todo el cuerpo. No bailes de cintura para abajo ni exclusivamente con los brazos. Todas las partes son importantes desde la punta de los dedos hasta las cejas, la mirada y la cintura. Levanta las manos y no peques de hombrera. Guarda el equilibrio. Busca la simetría. Lo que hagas con el lado derecho que lo puedas repetir con el izquierdo. Qué no te acusen de cojera.

No alargues demasiado tu actuación. No te repitas demasiado. Alimenta las ganas. Asegura el anhelo. Que tu baile sea una guinda, no un pastelazo.

Libérate. No estés pendiente de lo que haces. Cuando hayas aprendido olvida todo (comprende el Nô). Improvisa. Siente el momento. Que el baile no te pertenezca, pertenece tú a la danza. Es buena la técnica, pero mejor es la pasión. Hay que tener cuerpo, al que debes cuidar hasta el extremo, y cabeza, que te guíe y ofrezca razón a tu camino, pero también hay que poseer un corazón que lata y un paladar de gourmet, mucho paladar.

Aprende de tus mayores pero no quieras ser como ellos. Enrique Morente no quería ser ni como sí mismo. Se reinventaba continuamente. Imita todo lo bueno que veas. Quédate con los pies de alguien, con los giros de otro, con las manos de ella. Remeda escobillas y remates y desplantes pero sé tu misma. Lo que más se aprecia en el baile, en el arte en general, es tener un sello propio. Hablar un lenguaje especial. El público no va para ver más de lo conocido sino para descifrar un código cada vez diferente, aunque el emisor evidentemente sea el mismo. Valora los cambios de registro.

Busca líderes y maestros y déjate guiar y aconsejar por ellos, que cualquier padre quiere lo mejor para su hijo. El buen pedagogo pretende que su pupilo lo supere. Leonardo da Vinci lo expresaba diciendo: “¡Pobre discípulo el que no deja atrás a su maestro!”.

Crea. A partir de lo que has aprendido investiga nuevos caminos. Deja las ventanas abiertas. Imprégnate de otras músicas de otras manifestaciones artísticas. Enriquécete con el clásico, con la danza española, con la escuela bolera, con el jazz, con el contemporáneo… pero no pierdas las raíces que son tu norte. La mayor vanguardia estriba en no perder de vista el pasado.

Domina el espacio. Una vez que tengas todo asegurado, piensa en conjunto. Piensa en toda la escena. Manda a tus músicos. Que no te pierdan de vista. Aprovecha cada centímetro de escenario, cada viento que corra.

Petronio en el Satiricón aconsejaba: Linque tuas sedes alienasque littora quaere, o iuvenis; maior rerum tibi náscitur ordo. Perdona el latinajo. Te lo traduzco: “Deja el lugar en que vives y busca otras tierras, oh joven; se te abrirán nuevos horizontes”. Vuela y ve otras maneras. Acude a otras plazas, a otras ciudades y aventúrate. No bebas siempre del mismo venero, aunque su agua sea fresca y buena. Piérdete para reencontrarte. Que un artista sin alas es una comida sin condimento.

Por último, o para terminar de empezar, te diría que ensayes, que le dediques horas a tu labor y que no pares de entrenar. Por muy sabido que tengas un número, la repetición es lo que te lo asegurará. Es la única manera de avanzar. No des nada por sentado.

Pero si no tienes madera, que es como no tener savia, que es como no tener duende, que es como no tener gracia, que es como no tener algo, que es como no tener arte, querida amiga, dedícate a otra cosa.

* Carmen Amaya en la foto (perdonad la evidencia).

Hacia dónde vamos

Hacia dónde vamos

Reflexiones sobre la universalidad del flamenco

El flamenco, con derecho, es Patrimonio Oral de la Humanidad declarado por la UNESCO. Ahora hay que mantener ese status. Debemos estar orgullosos por lo que nos toca. Es un derecho innegable que este arte de Andalucía, España y la Humanidad, como dice nuestro himno, sea reconocido como un monumento a la creación popular y a un estilo de vida muy particular. Porque el flamenco es un sentimiento que se extiende por el mundo. Al decir de muchos entendidos (¿de todos?), es una de las músicas más ricas que existen.

Puedo excusar a la Junta de Andalucía cuando en sus Estatutos reflejó el flamenco como materia exclusiva de su competencia con la idea de salvaguardar sus raíces, pero no perdono el intento interlineal de querer encasillar una música que es de por sí universal y mestiza, como dijo Sanlúcar. Puede que naciera en Andalucía y que echara los dientes en los rincones de nuestra tierra y que el folklore tradicional hispano, el poso cultural, se enriqueciera con la llegada de los gitanos y que germinara en una expresión tan categórica. Pero, por suerte, el flamenco no cerró los ojos ni atrofió sus alas y, con el mismo arte, fue creciendo en Extremadura y en Levante y en Galicia y en otros puntos de la Península. Para escuchar flamenco y tener oportunidades, para conocer todas las sensibilidades es necesario visitar Madrid o aterrizar en Barcelona. Hay grandes flamencos en toda la geografía, en Toledo y en Pamplona y en Alicante y en Oviedo… Así, quitadme la etiqueta de “sólo andaluz”.

El terruño español se impregna de sonios negros que traspasan nuestras fronteras enriqueciendo los rincones del mundo. Que le pregunten a los artistas. Es un bautizo de fuego pasar por Japón, por Nueva York, por París, por Londres. Existen festivales prestigiosos en muchos países. Hay miles de academias de flamenco por todo el globo. Hay intérpretes de la guitarra y del baile que no tienen nada que envidiar. El cantaor David Sorroche, me escribía del norte de Europa, diciendo que había que ponerse las pilas, pues por allí se estudiaba flamenco con rigor y entusiasmo, y que una guitarra ‘sonaba como si fuera del Camino’. El padre de Dorantes, comentaba en una entrevista en Radio 3, que descubrió en Japón a un guitarrista apodado con su mismo nombre, ‘Pedro Peña’, que era capaz de reproducir a la perfección todos sus discos, incluso milimétricamente los mismos fallos que se deslizaron en la grabación.

Así, cuando el flamenco se ningunea, se margina, se aparta como una manifestación anquilosada de segundo nivel, cuando a propósito se oscurece su mundo, me revuelvo y me digo que llegará el día que echemos de menos no haber mimado a nuestro arte por antonomasia, que no hayamos respetado a sus intérpretes, que no hayamos cuidado su cantera. Y cuando tengamos que ir a ver buen flamenco a Luxemburgo, a Nueva York o a Milán, nos daremos cuenta que el universo es nuestro, pero la carrera espacial la hemos perdido.

* En la foto, La Moneta (Joss Rodríguez©)

Gaudí

Gaudí

En el artículo anterior referí que el espectáculo sobre Gaudí, Esencia de un arquitecto, del bailaor Javier Martos comenzaba por un texto en off, entonado por él mismo, que tuve la suerte de hilvanar.

Sin ser poesía, quise dotarlo de cierto ritmo para poder ser recitado. Sin ser canción, lo dividí en estrofas que descansaban sobre genérico estribillo.

Lo reproduzco a continuación tal y como se lo mandé, en un solo párrafo, con barras verticales, una o dos, que indican las pausas preferentes, la cesura, para ser leído.

Se hizo un gigante en Barcelona. / Más que técnica, cultivó el amor. / En vez de la función, buscó belleza. / Reus, su pueblo y el mío, fue su cuna / Corría el año / de mil ochocientos cincuenta y dos. // Gaudí arquitecto. / Gaudí paisano. / Gaudí una estrella de la piedra pura. // Quiero acércame hacia la altura / de su cabeza clara. / La naturaleza y la luz / en un cristal azul le aguardan. // Su visión es un bosque de cerámica, / de vidrio, de hierro y de madera viva, / que como un animal descansa / en su forja de fiel blancura. // Gaudí arquitecto. / Gaudí paisano. / Gaudí una estrella de la piedra pura. // La iglesia le acompaña la mañana. / Cree en su dios, en sus manos y en su alma. // Su cabeza se hace una / y con su corazón cabalga. / Poeta de la roca modernista. / Decorador de calle y del espacio. // La Sagrada Familia y la Pedrera, / la Casa Batlló y el Capricho, / el Parque Güell y la Casa Milà. / Tantas y tantas otras. / Tantas y tantas obras de arte. / No en vano, siete de ellas son / de nuestra humanidad el patrimonio/ según la Unesco. // Gaudí arquitecto. / Gaudí paisano. / Gaudí una estrella de la piedra pura. // Su aspecto descuidado / no trascendía su grandeza. / Cuando un tranvía infausto / siega su vida entera. / En el Hospital de la Santa cruz / se le apagó la luz. / Tenía setenta y cuatro años, / una mente clara; / tal vez cien proyectos de furia y calma. // No creo que lloviera / en ese mes de junio / del año / mil novecientos veintiséis. // Gaudí arquitecto. / Gaudí paisano. / Gaudí una estrella de la piedra pura. ///

Del sentimiento a la hermandad

Del sentimiento a la hermandad

III Festival de las Cuevas 2013

El orden de mi desorden me impidió asistir a todo el Festival de las Cuevas. No pude escuchar, el lunes 26 de agosto, a Jaime el Parrón y Manuel Heredia, que presentaron Flamenco sin tapujos. Ni tampoco asistí al programa doble, el viernes 30, A menta y canela de Marcos Palometas y Vienen del Carmen de la Escuela Carmen de las Cuevas, con la participación especial de Maricarmen Guerrero.

Sin embargo sí presencié los espectáculos de Jara Heredia y de Javier Martos, los días 4 y 6 de septiembre respectivamente.

Jara es una bailaora de raza, con una fuerza y una seguridad innata que inciden en su carisma. Siendo de la tierra (puro Sacromonte) destila una elegancia evidente que pasea con garbo por las afueras de lo ortodoxo.

Su obra, Por tu ausencia, es un claro homenaje a su padre desaparecido. Era Juan Heredia, Juanillo ‘el Cojo’, toda una institución en el monte. En parte, todos los asiduos, nos quedamos huérfanos. Su cariño es universal.

El cantaor Rudi de la Vega abrió el espectáculo remedando a Juanillo. Sentado en una silla, a boca de escenario, y acompañado él mismo con su guitarra, interpretó el ramillete de cantes que el padre solía decir, sobre todo en familia. En silencio abandona la escena dejando el asiento vacío, haciendo contundente la ausencia.

Jara toma el relevo por soleares y retira la silla circunspecta. La soleá es grave y doliente, pero cuando tiene un destino claro, puede desgarrar por dentro. Jara no baila sola, que baila su dolor. El Monte le ha dado la vida y el Monte trasciende en sus pasos. Juan le ha dado la vida y su sombra planea en cada vuelta. Marcos Palometas a la guitarra ilustra con precisión una historia que también es suya.

La segunda parte la abre ‘el Parrón’ con una voz equilibrada y una seguridad manifiesta, el amigo del amigo, el compañero del compañero, araña, como Torre, el azogue de los espejos. Jaime se acuerda de Caracol y de Lorca.

La bailaora vuelve triste por levante y apunta una esperanza con los tangos. A los postres entra su familia, hija, hermanas y sobrinas, y entre todas nos regalan un fin de fiestas con los más auténticos tangos de la penca que se puedan encontrar.

Javier Martos retuerce las tuercas y se acuerda de Gaudí, con el que encuentra similitudes. Gaudí es de Reus, como este bailaor, es novedoso y rompedor, es espontáneo e inconformista.

Con Esencia de un arquitecto Javier nos introduce en el concepto creativo, en la improvisación sobre lo ya hecho, en el espíritu inquieto del que todo lo hace y todo le falta.

Un baile estilizado, muy simbólico, algo cubista; con su poso flamenco y sus pinceles contemporáneos; definen el conjunto.

La generosidad y sabiduría de este bailaor catalán hace que se rodee de un cuadro esencial que asambleariamente aporta su conocimiento. Las músicas de Rubén Campos y Kiki Corpas (guitarras) son para tenerlas en cuenta.

Javier entra en escena leyendo un libro sobre el arquitecto que le sirvió de inspiración. Javier baila en silencio sus propias palabras en off, sobre un texto creado para la ocasión por el que suscribe (Jorge Fernández Bustos), rematado por abandolaos.

Los tientos-tangos, con los que termina la primera parte, son menos alegóricos. Dejan entrever la cuna sacromontana y las ganas de ronear.

Un solo de batería, de Cheyenne, al que podemos considerar ya un maestro de la percusión, mete de lleno al bailaor en la piel del arquitecto y sus obras, para darle paso a su artista invitada, Mara Martínez, para poner su huella por soleá, que, aunque se alejan del concepto de la obra, añaden una grata nota de color bastante aplaudida.

Martos también echó manos de un inspirado Antonio Canales que le brindó el montaje de una seguiriya, culminada por un Ave María preciosista, en la voz de Sergio Gómez ‘Colorao’ que pone punto final a una obra a la que le auguramos un futuro venturoso.

* Foto tomada del facebook de Javier Martos, interpretando a Gaudí.

El latido del flamenco

El latido del flamenco

Más que una expresión artística, el flamenco es un estilo de vida, es un sentimiento difícil de explicar. Como igualmente es difícil de definir el ‘pellizco’ o el ‘duende’.

Federico García Lorca, en su conferencia Teoría y juego del duende, cuenta que Manuel Torre (“el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido”), escuchando Nocturno del Generalife de Manuel de Falla, dijo: “Todo lo que tiene soníos negros tiene duende”.

Y de ‘sonidos negros’ se trata. Pero sin ninguna connotación racial o externa, sino de esa amargura vital que hace que la garganta tenga pellejos de aguardiente. Felix Grande escribe que “el flamenco es una de las músicas más desconsoladas del mundo”. El flamenco nació de la pena y del dolor, de la marginalidad y de la explotación, de la persecución y del hambre. El flamenco es un grito desgarrado; es la vindicación de la existencia, como puede ser el blues; es un perpetuo caminar por la sombra, como puede ser el tango.

En 1425 llegaron los gitanos a España, procedentes de la India, después de un largo éxodo por los países europeos. En la península Ibérica, con su arte del engaño, con su nomadismo y con su vida de fortuna, pudieron convivir en paz cosa de medio siglo. Después, como en el resto de Europa, fueron perseguidos por las aberrantes pragmáticas de los reyes, de mayor o menor dureza, que les prohibían explícitamente vivir como gitanos.

De esa represión surgió la queja. Y esa queja desembocó en el cante. A finales del siglo XVIII ya se entonaban tonás y sus derivados (siempre sin acompañamiento instrumental, como hoy en día): martinetes, deblas, livianas, carceleras. (Se ha dicho de la carcelera que “si la desgracia tuviera un himno, ese himno sería la carcelera”)

Como es natural, con estos sones a capela, se hicieron también cantes de labor (trilleras o temporeras), pregones o saetas. Seguidamente surgió la seguiriya, la seguiriya gitana, el cante dramático por antonomasia.

El primer cantaor conocido de la historia, gran seguiriyero, fue Tío Luis de la Juliana, que era aguador en Jerez de la frontera. A él le siguieron el Ciego de la Peña, el Planeta, Manuel Cagancho, Merced la Serneta, el Fillo… Todos de origen gitano.

Pero no nos engañemos. El flamenco es el choque del gitano con el poso musical de Andalucía. Los romances o corridos (castellanos, moriscos o fronterizos), los cantos mozárabes (jarchas, casidas), las tonadas, las seguidillas, los fandangos, los cantos sinagogales… sirvieron de cimientos para edificar el grueso andamio del flamenco.

No es hasta mitad del siglo XIX, sin embargo, cuando empiezan a destacar nombres de cantaores no gitanos. Silverio Franconetti, de padre italiano y madre andaluza, con su “grito terrible”, según Lorca, que “abría el azogue de los espejos”, partió en dos la historia del flamenco (como hoy día ha podido hacerlo Paco de Lucía y Camarón de la isla).

Ya en tiempos de Franconetti existían un puñado de cantes: los básicos (tonás, seguiriyas, soleares y fandangos) y sus derivados (tangos, bulerías, cantiñas o los cantes de levante).

Los primeros cafés-cantantes surgieron, a partir de 1842, en toda Andalucía, levante, Madrid, Barcelona (Silverio regentó uno en Sevilla). De la intimidad y el ‘cuartito’, el flamenco se vistió de largo y se hizo profesional. De un sentimiento familiar, se convirtió en una manifestación popular. Es la llamada edad de oro del flamenco.

En estos cafés, donde se ofrecían comidas y espectáculos, se casan definitivamente el cante, la guitarra y el baile. El café cantante es una escuela donde se forja y se desafían los artistas; donde beben unos de otros, donde se aprende y se crece.

Le preguntaron a Manolito de María, un gitano de Alcalá de Guadaira, que por qué cantaba. Él sencillamente dijo: “porque me acuerdo de lo que he vivido”. (Caballero Bonald hace poco manifestó que “el cantaor no inventa: recuerda”.)

Y es así, se canta la vida, la pena y el sudor, pero también, a veces con ironía, se canta al amor, a la alegría y la fiesta. El pueblo andaluz se ríe de su suerte, de sus duquelas. Sabe sobreponerse al dolor y a veces prefiere los laureles de un día de festejo, que el pan seguro de cada día.

En 1922, otro hito volvió a dar un impulso al flamenco. Este arte andaba denostado por las autoridades y por el pueblo fino. Fue en Granada que se juntaron Manuel de Falla, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Zuloaga y otros cuantos intelectuales para organizar el primer Concurso de cante jondo de la historia y luchar contra este incomprendido antiflamenquismo.

Tres baluartes tildaron este concurso no profesional. En primer lugar, formaba parte del jurado el vastísimo don Antonio Chacón, que tiene en su haber la creación (granaínas, caracoles) o recreación (malagueña) de la mayoría de los cantes como ahora los conocemos. En segundo lugar, cantó fuera de concurso el tremendo Manuel Torre, uno de los nombres imprescindibles del cante. Y, por último, consiguió un premio un chiquillo de trece años llamado Manolo Caracol, una de las dos grandes influencias, junto con Antonio Mairena, de los cantaores y aficionados del cante flamenco de la segunda mitad del siglo veinte.

(Las cuevas del Sacromonte granadino funcionaban a pleno pulmón en aquella época. Una asistente al concurso de cante, conocida como la Argentina, posiblemente la mejor bailaora de España, visitó las cuevas en compañía de Chacón y Ramón Montoya (gran guitarrista, creador de la rondeña que ha marcado la base para las creaciones posteriores). Después de bordar una soleá de Enrique ‘el Mellizo’, de un rincón se levantó una viejecita desarrapada y enteca, que le dijo a los artistas que siguieran por ‘ahí’, que quiere decir que continuarán con el compás por soleares. Todos se quedaron cómicamente extrañados, pero le hicieron caso a la anciana y se arrancaron por Ramón ‘el de Triana’. Fue salir al centro y levantar los brazos esa mujer que, cuenta la crónica, todos se quedaron helados. A su fin, la Argentina se preguntó: “¿y yo bailo? Si trasmitiera al público la mitad de la emoción que siento ahora viendo a esta bailaora...”. Era María Gracia Cortés ‘La Golondrina’. Tenía 79 años)

Un periodo de nublos, gobernado por la Guerra Civil y la dictadura, oscurecieron el flamenco. La ópera flamenca era la única manifestación posible. Muchos cantes pasaron al olvido. Tan sólo los sones aflamencados, la copla y los fandangos estaban de moda. Puede que estos espectáculos hicieran daño al flamenco, pero también fueron el salvavidas que lo mantuvo a flote hasta mejores tiempos.

Fue en 1956 que Córdoba tomó el relevo del 22 organizando el Concurso nacional de arte flamenco (que sigue vigente en nuestros días). A éste le siguieron otros premios en el resto de Andalucía y se prodigaron los tablaos (sucesores de los cafés cantantes) y los festivales flamencos. Festivales que este verano pueden cumplir más de 50 años.

El flamenco se prodiga como nunca. Empieza a haber recitales por toda la Península y entra en las aulas universitarias (Morente, Menese, Gerena); se extiende por todo el mundo hasta que el 11 febrero de 2011, fue considerado por la UNESCO Patrimonio Oral de la Humanidad.

Hogaño son centenares los intérpretes de flamenco en cada una de las tres disciplinas: cante, toque y baile y otros instrumentistas (piano, percusión, flauta, violín). No sólo en España, sino también en el resto del mundo. El flamenco se expande y sigue creciendo como un animal vivo. El flamenco tiene las ventanas abiertas. Desde que nació es mestizo, como decía Manolo Sanlucar. Pero el flamenco nunca olvida su pasado, su origen y su cuna. En cada quejío del cantaor se advierten las palabras que, en la primera mitad del siglo XX, dijera Tía Anica la Piriñaca: “cuando canto a gusto me sabe la boca a sangre”.

* Jorge Fernández Bustos, ponencia dictada en Lorica (Calabria) el 25 de agosto de 2013 (traducido al italiano por Gilda Rogato)

** Ilustración: Cante flamenco en el patio, dibujo de Enrique Simonet (1900)

Dos realidades sacromontanas

Dos realidades sacromontanas

XV Muestra de flamenco. Los Veranos del Corral

La tercera semana del Corral fue topográficamente definida. Los primeros días de agosto (5 y 6), con un calor de justicia, pudimos disfrutar en cambio con el aire fresco de dos bailaoras de raza, telúricas, con brío y con sueños.

Alba Heredia y Ana Calí, por citarlas en orden de actuación, son dos realidades sacromontanas; dos hijas de la tierra y de la cueva, del Camino y del Monte, del trote diario y de la economía de fortuna.

Ana y Alba, por citarlas de mayor a menor, son dos frutas sabrosas, que saben de sus jugos, que liman el carozo, que alimentan con sus pieles.

Si de Ana son los pies, de Alba son las manos. Si Ana tiene una meta, Alba busca el camino. Si Ana se desnuda apenas con la música apuntada, Alba se rodea con una gran orquestación mercenaria. Si Ana fija su compromiso, Alba nos sorprende con nuevos vuelos. Si Ana rema su propia canoa, Alba aún se mece en el globo cautivo de los Maya.

Alba Heredia firmará con fuerza una soleá y unos tientos-tangos y unas seguiriyas. Ana Calí se afianza con tientos-tangos y con zambra y con soleares.

Dos realidades, como digo. La veteranía y la sombra alargada. Dos fuerzas diferentes, capaces de ser trágicas y de sonreír según fije el guión. Dos hijas de su tierra, como digo, que pisan fuerte, que ronean como nadie en los cantes locales, que tienen mucho que decir, que reparten flores con la mirada.

* Ana Calí en una foto de Joss Rodríguez (fragmento)©, perteneciente al muro de la bailaora.

Segunda semana del Corral

Segunda semana del Corral

XV Muestra de flamenco. Los Veranos del Corral

El lunes 29 de julio pudimos ver al bailaor local Iván Vargas, que nace y bebe en el Sacromonte, pero con ansias de volar y de picar en otros platos. Lleva varios años readaptando una misma obra. Yo mismo se hace y se rehace a meced de estos vientos, posiblemente porque yo no soy el que era ayer, o soy el de ayer más el que hoy soy.

Un acierto de este bailaor es el de rodearse de un cuadro exclusivo, posiblemente uno de los mejores músicos de atrás que se pueden reunir. Miguel Lavi, David ‘El Galli’ y Juan Ángel Tirado al cante, son un espectáculo en sí mismo (destaquemos sus bulerías en torno a una mesa haciéndose compás con los nudillos); Luis Mariano, a la guitarra, con su delicadeza y su cólera, está llamado a dejar una huella indeleble en el panteón granadino (su taranta es conmovedora); Miguel ‘El Cheyenne’ no se limita a tañer el cajón, su concepto musical y su visión de conjunto lo llevan a limar las piezas y a dirigir el conjunto; David Moreira, al violín, aporta un contrapunto interesante y aplaudido, aunque a veces esté de más.

Con un pregón, trilla y romance, que esconde seguiriya en su vientre, se destapa Iván con su fuerza, a veces violenta, y su anhelo de transmitir. Una transmisión tan necesaria como arrebatada que se hará verbo por levante rematado por tangos, donde el sacromontano domina paseando su palmito con una seguridad y una gracia asaz agradecidas.

Termina por alegrías. Aunque, como acostumbra, será un falso final, pues vendrán a la postre generosidades musicales (solos de percusión o de violín) cercanos a la rumba. Cantiñas que recuerdan a sus mayores pero con un aire definitivamente personal, como él mismo.

Alberto Sellés, el 30 de junio, fue la sorpresa foránea. El jovencísimo bailaor de San Fernando (1991) es una caja de sorpresas. Quiso venir acompañado de Javier Barón, un peso pesado del baile nacional, quizá para darse una seguridad que, viendo sus hechuras y su técnica, resultó innecesaria.

Con un fuerte y seguro taconeo, Alberto comenzó con seguiriya, precedida por una estela de martinetes. Al cante Manuel Romero, Ana Gómez y David ‘El Galli’; a la guitarra Juan Campallo; y a la percusión José Carrasco.

Después de un poquito de bulerías de Barón y algunas incursiones por parte de los músicos (taranta guitarreada y malagueñas en la voz de ‘el Galli’), un breve paso a dos por cañas trasciende el nivel de la pareja casi de equilibrio. Todavía quedaba tiempo para unas rotundas alegrías por parte del isleño y unas graciosas bulerías, que acabaron por soleares, firmadas por el maestro.

El último día de esta semana (31 de julio) tuvo también sabor local pero de universal trascendencia. David Carmona, detrás de su guitarra, no sólo da un concierto, sino que hace una tesis de su espectáculo y da una ponencia sobre su concepto personal de convivir con las seis cuerdas que tanto le deben al maestro de Sanlúcar y a la escala mexolidia.

En solitario nos hace entrega de una taranta y de una soleá y de esas bulerías que le acompañan llamadas Motivo impertinente donde expone parte de su mundo. Igualmente interpretará un toque libre de clara influencia fandangueril (entre minera, granaína y taranta) donde pone a prueba su escala oriental demostrándonos que hay territorios posibles aún no hollados.

Con la misma escala mexolidia, propone bulerías que apunta Patricia Guerrero, su artista invitada, su artista fetiche, al baile con pantalón. Patricia se ciñe a lo elemental. Como un perfume, concentra su arte en los minutos necesarios para hacernos estremecer. A la vez rotunda y delicada; sus brazos, sus caderas, su rostro, sus pies, su palmito todo, hacen de ella una isla hermosa entre las bailaoras del momento. No temo en afirmar que el mejor día del Corral, de lo que llevamos, el mejor momento es precisamente este en que Patricia baila para David y David toca para Patricia, porque lejos de que el baile acompañe a la guitarra, la guitarra se hace exclusiva, David compone directamente para el baile (posiblemente para el baile de Patricia). Esta jugada la repetirán generosamente en las bulerías finales.

Antes de este final por fiesta, ya con el resto del grupo (Carmen Molina al cante; Agustín Diassera a la percusión), meros instrumentos a su servicio, David apostará por unos ricos fandangos de Huelva y unos curiosos tangos que, entre otras cosas, expresan anormalmente dolor en sus letras, también compuestas por él.

* Foto de Naemi Utea©.

El flamenco prendido de Eiko

El flamenco prendido de Eiko

XV Muestra de flamenco. Los Veranos del Corral

Eiko Takahashi es como si ya fuera de aquí. Sus treinta años de continua visita, empapándose del todo lo que huela a flamenco (cuanto más de raíz mejor) y codeándose continuamente con los granadinos lo avala.

No es primicia ni descubrimiento alguno que el flamenco cautivó Japón. Es posible que en Tokio existan más academias de baile que aquí; amen de tablaos, salas de fiesta, publicaciones especializadas… Con ese poder de mimetismo, los japoneses abrazan nuestro arte y lo reproducen con pasmosa exactitud.

¿Objeciones? Sí, puede haber muchas, como también hay sorpresivos aplausos. Basta con mirar el plantel de bailaores o tocaores nipones que están afincados en España.

El flamenco para Eiko comenzó aprendido; después, como alma inquieta y pasional, fue aprehendido; para terminar, el miércoles pasado pudimos verlo en el Corral del Carbón, el flamenco ha prendido en el saber y el trasmitir de esta gitana oriental.

Sus miradas recorren todo el panorama del baile flamenco durante medio siglo. Su propuesta es clásica y respetuosa. A veces demasiado marcial y encorsetada; otras, tan libre como los pájaros. La técnica y el remedo la invaden en un comienzo, pero nos descubre a los postres una capacidad de improvisación inesperada. Su necesidad de contar es vital; su trabajo, evidente; su entrega, verdadera.

Con sus sesenta años ya cumplidos, Eiko ha sabido dar y recibir, respetar y agradecer, escuchar y gobernar. Se rodea de un cuadro contundente. La seguridad de la guitarra de Marcos ‘Palometas’, que a veces rellena el espacio como si fuera dos; la voz rotunda y segura de Manuel Heredia; y la prodigiosa de Sergio Gómez ‘El Colorao’ (encomiable por levante); y las palmas y jaleos de Mati Gómez (lástima que no cantara, aunque para el fin de fiestas se dio una graciosa pataílla por bulerías).

Dos bailes conforman un trabajo de encaje. Dos bailes que se desglosan como el jardín de Borges para mostrarnos su globalidad. Así, comienza por malagueñas, que encierran tangos de Triana y del Piyayo, y sabores de farruca, para desembocar por rumbas y por fiesta. Tanto el baile, como el vestuario y la expresión del rostro son muy cuidados. A veces, en algunos movimientos o vuelos de manos, trasciende el alma oriental y la delicadeza de quien contempla una flor sin arrancarla de su tallo.

Después de los tarantos de Sergio y de unas bulerías de Utrera de Manuel, en las que se acuerda de Perrate y de Fernanda, vuelve la bailaora a repartir emoción con una soleá de Triana, unas cantiñas y unas bulerías de Cádiz en una misma pieza, posiblemente un poco largas, quizá un cante de cisne agradecido.

* Foto de Naemi Utea©.

La redonda hombría de Rafael Campallo

La redonda hombría de Rafael Campallo

XV Muestra de flamenco. Los Veranos del Corral

Siempre es una apuesta segura atender el baile de algunos artistas. Rafael sorprende a cada paso con un baile personal, lleno de guiños y de una comicidad digna de agradecer, que hace de los espectadores verdaderos cómplices de su propuesta. 

Familiarmente arropado por un preciso Jeromo Segura al cante (con una soleá antológica), por su hermano Juan Campallo a la guitarra (exclusiva rondeña) y por la percusión de José Carrasco.

Si a esto le sumamos el marco perfecto, en cuanto a belleza, temperatura y dimensiones; un perfecto sonido; y un juego de luces muy cuidado (aunque no terminan de convencerme los fundidos totales al final de las piezas); tenemos los ingredientes perfectos para disfrutar de la velada.

En realidad, salvo contadas excepciones, las quince muestras de flamenco del Corral del Carbón que ahora celebramos han contado con estas características haciendo de este ciclo uno de los mejores festivales de flamenco joven de la nación.

Rafael, al que pudimos ver este lunes pasado inaugurando la Muestra, goza de un baile eminentemente masculino, pero lleno de redondeces y de un braceo que lo aleja gratamente del puro macho y del baile de arrebato de gusto exhibicionista.

El bailaor sevillano comenzó bailando por malagueñas para, después de la rondeña aludida, abordar unos tarantos con un tempo muy relajado hasta mascar de vez en vez el puro silencio. Esta incursión por levante culminó, como suele suceder, por tangos, donde el protagonista roneó a placer con la gracia que lo tilda.

Acaba la entrega del cuadro hispalense por alegrías precedidas por una generosa entrega a la caja. Si acaso faltara soltura y dominio, Campallo por Cádiz, termino por desatarse arrancando los minutos de aplausos que sin duda merecía.

Paco, el número uno

Paco, el número uno

Festival de Música y Danza de Granada

Paco de Lucía

Lo más fácil y lo más difícil es hablar de Paco. Posiblemente el mejor tocaor de todos los tiempos cerró el Festival de Música y Danza. Con todas las entradas vendidas aproximadamente a la hora de abrir la taquilla y alcanzar en la reventa precios espectaculares, Paco vuelve a Granada con un octeto para dar una visual sobre parte de su trabajo.

La interpretación del algecireño es magistral, como no podía ser menos. Sus manos son de oro; su limpieza admirable; y el soniquete que descansa en su mano derecha admirable. Pero dejadme destacar su labor compositiva. Paco ha marcado un antes y un después en la guitarra flamenca. Sus incursiones, en cualquiera que sea la pieza, son obras de filigrana y entran por la puerta grande a formar parte indiscutible de la memoria clásica del flamenco.

El viernes, 12 de julio, se agolpaba casi el mismo número de espectadores en el Teatro del Generalife como por sus alrededores. El derroche de decibelios hacía que el concierto se oyera nítidamente a varios kilómetros a la redonda.

El maestro suele cambiar de agrupación, manteniendo algunos de sus circunstantes durante varias temporadas. Es como si quisiera dar oportunidad a claras promesas de caminar a su lado o de disfrutar en directo del arte y el pellizco de los demás (esto mismo le ocurría a Morente).

Algunas constantes sin embargo adjetivan esta elección, como la inclinación camaroniana en las voces, la incorporación de instrumentos en principio distanciados de los esquemas flamencos o el baile de arrebato en su parte plástica.

Así, el baile del Farru, otras veces de desbocado lucimiento, hogaño, a las órdenes del de Lucía y finalizando algunos de sus temas es eficaz y agradecido. El resto de los músicos están en su sitio y alcanzan el nivel requerido con tan buen rey. Destaco la percusión de El Piraña y el bajo de Alain Pérez, con solos memorables. Pero sobre todo aplaudo la espectacular armónica de Antonio Serrano Dalmas, que rellena el espacio y casa de una manera especial con el flamenco y el ambiente exigido.

Antonio Sánchez Palomo, como segunda guitarra, es reconocible y preciso en los diálogos que entabla con la sonanta del jefe. Los cantaores, por último (David de Jacoba y Antonio Flores Cortés), con sus voces rajadas y algún que otro altibajo en su entrega, dulcifican y popularizan tangos y bulerías, que es lo que primó en el recital.

Con todo y con eso, dejadme que prefiera la guitarra desnuda de Paco de Lucía. Oportunidad que sólo tuvimos con la rondeña del principio y con la introducción de la Canción de amor, sólo constelada con la percusión y con algunas notas en el aire de un sintetizador arrancadas por Serrano Dalmas. Esta ‘balada flamenca’, que introduce la bulería Volar y apuntes de Luna que habita en los mares, forma parte del disco Zyryab de 1990 que, junto con Cositas Buenas (2004), jalonan genéricamente este concierto.

Con estas remezclas y guiños (hay piezas que agrupan tres o cuatro formas distintas, bulerías, seguiriyas y tangos, por ejemplo), se desarrolló un recital eminentemente festero.

Fuera de programa y después de una generosa introducción a la caja, la banda nos regala Entre dos aguas la rumba con la que comenzó todo.

Dentro de la excelencia y el respeto, quizá eché de menos, repito, escuchar algo más la guitarra solitaria del maestro y algún que otro toque más ‘profundo’ como una soleá, una taranta o unos tientos.