Fin
Amigos y seguidores. Después de más de nueve años continuados (con alguna ausencia), he decidido dejar nuevamente este blog en dique seco. Gracias por vuestra fidelidad.
Amigos y seguidores. Después de más de nueve años continuados (con alguna ausencia), he decidido dejar nuevamente este blog en dique seco. Gracias por vuestra fidelidad.
XX Aniversario Amigos OCG
Lo primero fue la percusión. Cuando Dios, al séptimo día, vio que todo lo que había hecho era bueno, oyó tambores.
No es difícil concebir a nuestros ‘primeros padres’, ya sea la edénica pareja hagiográfica o el resultado evolutivo celular, entrechocando las palmas o dos piedras o dos palos entre sí, marcando alguna constante rítmica, remedando el sonido del agua de lluvia que se filtraba por los entresijos de una cueva, la resaca de las olas del mar bravío, el bramido solapado de los animales en época de apareamiento, el trino de las diferentes aves o el mismo tan tan de sus corazones.
Los primeros instrumentos musicales —pues a estos compases ya se les puede llamar música—, aparte de la voz, son las partes percusivas de nuestro propio cuerpo, las manos y los muslos, el pecho y los pies. Aunque también se experimentan otros sonidos con el tronco hueco de un árbol o con los huesos pelados de algún rumiante.
El martes pasado, en el Teatro Alhambra, pudimos ver al dúo Mintaka, compuesto por Noelia Arco y Jaime Esteve, para celebrar el XX Aniversario de los Amigos de la Orquesta Ciudad de Granada, con su obra Orígenes.
Según programa, “Orígenes parte de la sencilla desnudez de las manos para hacer un recorrido trascendental, que se va sofisticando en el uso de maderas, pieles, semillas y metales”.
No es mi especialidad hablar de música clásica contemporánea, pero sí hablar de sensaciones, calidad y espectáculo. Y, en este caso, me alucinó la propuesta de elegancia, coordinación y muestra efectiva en cada una de sus propuestas.
En la primera entrega, los dos protagonistas actuaron sobre sendas mesas de madera amplificadas, de un metro cuadrado, más o menos —que, al preguntar, parece que se llama ‘cajón’—, donde percutían, al unísono o imbricadamente, logrando una suerte de mística hipnótica muy especial. La puesta en escena, sus movimientos lentos, sincrónicos, y sobre todo el juego de sombras sobre la tapa fue espectacular.
De ahí pasaron al sonido más convencional de los xilófonos, vibráfonos y marimbas, ya en conjunto ya individualmente.
Aunque, para mí, el momento más fascinante fue el solo de maracas que, a la manera brasileña, interpretó Noelia, con su poquito de coreografía, y sacándole un partido al par de semilleros francamente ilimitado.
Termina la noche con otra muestra en conjunto, donde ella maneja un juego de gong y él un conjunto de tambores, como si fuera una enorme batería en la que los metales están a un lado y las cajas al otro, al compás de una bengala.
Todo esto ilustrado con una escena cuidada, con velitas en el suelo, creando un arbitrario camino al más allá; con imágenes proyectadas en el fondo; y con “sonidos electrónicos que se adentran en el rito antropológico para acabar en una reflexión sobre el fuego, la tierra y la teoría del caos. Y una vez más volver a los Orígenes”.
No hace mucho, salía mi niño de clase, cuando lo esperaba en la puerta del colegio con otros padres y madres que tenemos esta tarea tan asumida como el almuerzo diario. La sonrisa del rostro se me borró al ver la cara larga de Juan, manifiestamente preocupado. Un enfado que automáticamente me trasmitió y pensé si le habría pasado algo desagradable, una pelea, una regañina, un suspenso. Lo interrogué de inmediato y dijo que había perdido un euro. Mis músculos se relajaron hasta el extremo, diciéndole que no pasaba nada, que un euro no era gran cosa, que se lo daría yo al llegar a casa…
No era eso, insistió. El euro que había perdido era su moneda. La llevaba en el bolsillo al salir al recreo y después ya no la tenía. Había revolucionado a toda su clase sin resultado. Que había visitado otros cursos, a ver si los demás niños… Yo pensaba que, en caso de que alguien se lo hubiera encontrado, era difícil que lo devolviera. Pregunté si había mirado bien los bolsillos y registrado su cartera minuciosamente. Con enfado creciente, mientras nos dirigíamos a la parada del LAC, me afirmó que no estaba en ningún sitio.
Aproveché el cansancio, que lo hizo dormitar en el autobús, para introducirle subrepticiamente un euro en la cartera y, al llegar a casa, después de comer, le volví a aconsejar que mirara detenidamente entre sus libros.
Bastante escéptico y con pocas ganas fue descomponiendo el macuto, sus libretas y lápices, la botella de agua y un sinfín de papeles sueltos, para gritar de pronto: “Aquí está, es el mío, lo reconozco porque tiene un agujero”.
En ese momento, me entró la risa floja. Es decir, allí estaba su moneda y más al fondo estaría la mía. No tuve más remedio que decirle que terminara de organizar la mochila.
Cuando encontró el otro euro lo celebramos y me dijo que sospechaba por mi insistencia que le había metido una moneda.
Él se quedó con los dos euros y yo con esta graciosa anécdota.
Maui, artista afincada en Granada, es descendiente del gran Bambino.
A Maui la conocí un día delante de su grupo, los Sirénidos, y me enamoré de ella, de su puesta en escena, de su gracia sin par traducida en magia y de ese rescoldo utrerano que encierra en su interior, como un ascua viva, que sólo destila arte.
Maui tiene las ideas muy claras. El futuro de la música está en el directo, dijo cuando la conocí. En escena es única y arrebatadora. Crea cómplices incondicionales a su rastro que, como yo, se enganchan a su imagen, a su música abierta y esperanzada, al pellizco flamenco innegable que le viene de sus ancestros.
Tres discos tienen en el mercado, Maui y los Sirénidos, y otro en proceso. La financiación completa no es fácil (cualquiera lo sabe). Pero entre todos, un poquito entre muchos, no es tanto. Además, la globalización (otra idea en la que Maui cree), conlleva eso. Fijaros en las hormigas, qué grandes cosas pueden hacer.
Maui nos propone un crowfunding, o sea, ayudarles a sufragar los gastos de esta nueva gran aventura, creyendo que le hacemos un favor, pero el favor no los hace ella a nosotros.
Os dejo el enlace para apoyarla.
* Foto de ella©.
Ayer, 20 de enero, en la Biblioteca de Andalucía, se presentó la antología digital de Cuentos engranados, compilada por Carolina Molina y Jesús Cano, en la editorial granadina Transbooks.
Cuentos engranados consta de 55 relatos, de otros tantos autores de Granada o vinculados, de algún modo, a esta ciudad que, por orden alfabético de nombre (tal como aparece en el libro) son: Alberto Granados, Alfonso Cost, Alfonso Salazar, Ana María Shua, Ana Morilla, Andrés Neuman, Ángel Olgoso, Angélica Morales, Angelina Lamelas, Antonina Rodrigo, Ayes Tortosa, Brígida Gallego-Coín, Carlos Almira Picazo, Carolina Molina, Celia Correa Góngora, Concha Casas, David Aliaga, David Roas, David Vivancos, Elena Casero, Elvira Cámara, Espido Freire, Fernando de Villena, Francisco Gil Craviotto, Francisco Morales Lomas, Francisco Ortiz, Ginés S. Cutillas, Herminia Luque, Herminia Pérez, Javier Morales, Jesús Cano, Jorge Fernández Bustos, José Abad, José Lupiáñez, José María Pérez Zúñiga, José Vicente Pascual, Juan Cobos Wilkins, Juan Herrezuelo, Juan Jacinto Muñoz Rengal, Julia Olivares, Julia Otxoa, Lola Vicente, Manu Espada, Manuel Talens, Mariano Zurdo, Mariluz Escribano Pueo, Medardo Fraile, Miguel Ángel Cáliz, Miguel Ángel Moleón, Miguel Ángel Zapata Carreño, Miguel Arnas, Miguel Sanfeliu, Norberto Luis Romero, Raúl Ariza y Rosana Alonso.
El dinero recaudado se destinará al Banco de Alimentos de Granada, convirtiéndose así en un proyecto solidario. El común deseo de sus promotores es contribuir a paliar la grave situación que viven muchos granadinos en estos tiempos de crisis ante el desamparo de las autoridades.
El generoso prólogo viene de la mano del escritor Antonio Enrique, que participó, junto a los editores y Antonio López-Barajas, presidente del Banco de Alimentos, en la presentación de la obra, en la cual intervenimos también, sazonando en breve nuestro cuento, la docena de autores que estuvimos presentes en el acto.
La obra, de 281 páginas, se edita en los formatos mobi y epub, los más comunes en el mercado, así como en pdf, al precio de 4,5 euros, y se puede adquirir pinchando en esta página de Transbooks.
Hace exactamente veinte años que me embarqué con unos amigos en una aventura emocionante. Esta era la publicación (trimenstrual, decíamos) de una revista de literatura erótica, llamada El erizo abierto. Duramos seis números, repartidos entre tres años, con múltiples actividades paralelas del mismo corte erótico-literario, con un trasfondo social y político que trataba, más que provocar, agitar a la ciudadanía y tomar el pulso al poder y a su nivel de permisibilidad y compromiso.
A los diez años, en 2003, hicimos una fiesta y sacamos un número memorable, de 48 páginas, siendo la mitad recopilación de todo lo publicado y la mitad material nuevo.
En ese tiempo ya nos habíamos dado cuenta de la involución de la sociedad y el anquilosamiento de nuestros próceres. Impensable sobrellevar una publicación de este tipo.
Diez años más tarde, o sea, mañana a estas horas, sacamos otro numerito, con sólo veinticuatro páginas, y hacemos nueva fiesta en La Expositiva (Plaza Nueva), a las 21,00, advirtiendo que las cosas están aún peor que hace diez años y que veinte y que, si seguimos decreciendo, vamos a alcanzar los años más duros del franquismo.
En dicha celebración se proyectará un vídeo alusivo y habrá canción de autor y poesía. La entrada será de 7 euros con derecho a revista y consumición.
No digo más. ¡Os espero!
* Potada de la nueva revista.
El sábado jugué al fútbol. Ha sido mi primera vez. Un encuentro entre poetas y narradores de Granada y allegados. Algunos juegan bien, también escriben. Muchos hacen poesía y prosa a la vez, pero cada cual cogimos equipo.
El encuentro se prefiguraba algo surrealista y así fue. El árbitro con paraguas y tarjetas de visita, en vez de las vulgares amarilla y roja. Los equipos mixtos, con camisetas recicladas rosas y negras, con los mismos números: los poetas el 69, los narradores el 5 (por eso de la rima). Todos con varios libros en su haber (incluso para presentar en esta Feria del Libro, que nos sirve de excusa para convocar esta rencilla, la quinta en cuestión).
Yo es el primer año que juego (posiblemente el último). El fútbol no va conmigo ni con mis principios. Incluso, estoy en contra del deporte, como lo estaba Antonio Machado, Álvaro Mutis o Herminia Luque, sin olvidar a nuestro maravilloso padre Feijoo.
El único contacto que tuve con el deporte rey es cuando me dieron un balonazo en mi infancia o cuando nos obligaban a jugar en las clases de educación física. Después me ha parecido ocupar un lugar que le correspondía al saber. He palmeado la espalda, no obstante, del que se sabe las alineaciones de tal equipo o los resultados de tal arrostramiento en una determinada fecha.
Estoy contento de todos modos. No me he lesionado, que es lo que temía (sólo me he doblado ligeramente el tobillo en una de las varias caídas que he tenido). No me he fundido, lo que esperaba. No me han dado náuseas, lo más evidente.
He tocado la pelota al menos cuatro veces. Una de ellas porque salió fuera del campo y fui a recogerla; otras dos se las combiné al contrario, casi pareciendo que era un infiltrado; alguna otra vez sería por casualidad.
Mi hijo estuvo conmigo. Lejos de avergonzarse, me animaba y aplaudía mi entrega cuando, a los cinco minutos del partido, preguntaba cuánto quedaba para el descanso.
Después, con algún otro jugador o jugadora, me emparentaba y me decía que más de uno nos iba exclusivamente la pluma y no el esférico.
El tapeo y las cervezas postreras (y la ducha) remataron con guinda, al decir de muchos, la mejor competición del año.
Vivo en un piso alto por encima de los juzgados de la Caleta. Siempre hay movimiento bajo mi ventana. Las sirenas y la presencia policial son continuas. También los enchaquetados jueces y abogados y procuradores y funcionarios, que se distinguen diametralmente con la gente de a pie, denunciantes o acusados, rebeldes y reinvicadores.
Hay manifestaciones, un día sí y otro no. Y, hace poco, se apostaba en la puerta principal un indignado con un altavoz que arremetía con todo lo que oliera a sistema y a corrupción (¿sinónimos?).
El viernes, como todos los viernes, en llegando la bonanza primaveral, hubo una boda civil, aunque con vestido de hadas y arroz de Coviran (que es el súper más cercano). Su salida coincidió con una manifestación ciudadana. No la vi, pues andaba sentado en mi ordenador (curiosa contradicción). Pero su evidencia se sentía como si la estuviera viendo en la pantalla.
Al grito de “¡vivan los novios!” se unían las voces, como si fuera la misma cantinela, de “...salir a la calle! eo, eo, eo…”.
También hay un vocero que vende fruta y, así, quedamos en: "¡se llama democracia a dos euros la caja de fresas vivan los novios!".
En el calendario romano las kalendas (de donde viene la palabra calendario) correspondían al primer día del mes; las nonas, al quinto, salvo para los meses de marzo, mayo, julio y octubre, que coincidía con el séptimo; y los idus, al decimotercero, salvo para estos mismos meses, que coincidía con el decimoquinto.
Los idus eran días de buenos augurios. Hoy son los idus de marzo (el mes dedicado a Marte, Dios de la Guerra).
En los idus de marzo del año 44 antes de nuestra era asesinaron a Julio César. Ese día concreto, el 15 de este mes, pasó a ser una jornada en la que había que precaverse. ¡Cuídate de los idus de marzo!, apunta Shakespeare en su obra Julio César (1599), aunque el bardo inglés ya tenía el dato.
Este mismo día, hace cuarenta y cuatro años, nació una querida amiga, ¡ay! La he felicitado de madrugada. Es todo una coincidencia, por el 15, por el 44.
Son aniversarios especiales, que nunca se olvidan. Como mi niño, como Enrique Morente, que nacieron el 25 de diciembre.
Incuestionablemente la vida de uno es la vida de sus semejantes. Uno no puede desligar de su memoria a quienes han caminado con él e incluso con los que se ha cruzado, a igual que no puede obviar su entorno o sus circunstancias, como dijo Ortega y reafirmó Gasset.
Hace un par de años La Tertulia cumplió 30 años de existencia y complicidad. Un local que creció conmigo o yo con él. Treinta años que se celebraron durante los treinta días del mes de abril.
Ahora, este año, celebramos el 25 aniversario del Pub Liberia, más que un bar un puerto, más que un destino una referencia, más que un saludo una amistad.
También coincidentemente, durante este mes de abril, los amigos del local, que es como decir los amigos de Gabi, gobernador de esta ínsula, nos acercaremos para contar nuestras cosas, exponer nuestra música, compartir nuestro arte o brindar porque se duplique su larga vida.
El aforo, como sabemos, es limitado; las entradas, de precio simbólico, conllevan invitación; y el comienzo de las actuaciones será a las nueve de la noche, también simbólicamente.
Desde las 21,00 hasta las 23,00, aproximadamente, habrá humor, flamenco, magia, jazz, blues, música celta, rock… y sobre todo mucho color y mucho calor. Copio el programa:
Miércoles 11: Noche de Humor con Santi Rodríguez.
Jueves 12: Noche de Magia con MagoMigue, Mago LuisMa, Mago Quique y Luisón.
Viernes 13: Velada Flamenca con Iván ‘El Centenillo’, Alicia Morales, Sergio Cuesta, Vicente Márquez ‘Tente’ y Josele de la Rosa.
Sábado 14: Noche de Jazz con Arturo Cid y compañía.
Miércoles 18: Rock Acústico con José Pineda ‘El Lisenciado’, Yenza (Rock Andaluz) y Edu Santos y compañía.
Jueves 19: Teatro y Monólogos con Teatro del Azar, Teatrazo, Jorge Fernández Bustos (ése soy yo) y otros.
Viernes 20: Noche de Blues con Antonio Travé ‘El Oso’, Javi Rodríguez, José Frutos, Fernando Beiztegui, Félix López y otros.
Sábado 21: Velada Flamenca con Pepe Luis Carmona, Sergio Gómez ‘Coloraito’, Álvaro Rodríguez, Esther Crisol, Vicente Márquez ‘Tente’ y Josele de la Rosa.
Miércoles 25: Velada Flamenca con la Escuela Flamenca Garrotín.
Jueves 26: Música Celta con La Ambulancia Irlandesa y El Caldero de Gundestrup.
Viernes 27: Noche de Jazz con Paul Stocker, Miguel Ángel Pimentel, José Ignacio Hernández y compañía.
Sábado 28: Noche de Blues con Los Lagartos, Fernando Beiztegui, ‘El Loco de la Carolina’, Paco ‘Duane’ y Allfreedom, entre otros.
¡Felicidades!
No sin cierto pudor, deseo participar a los lectores de este blog las notas de presentación que, bajo el título de Vindicación de Jorge Fernández Bustos, leyó el poeta y coordinador de los Encuentros en la Biblioteca, y caro amigo, Juan Carlos Friebe. Como bien dicha semblanza se alarga hasta los seis folios, me veo precisado a fragmentar, eliminando, entre otros párrafos, el fruto de mi cosecha adjunto en estas mismas páginas, enlazando el referido post:
A Jorge Fernández Bustos hay que leerle en su blog, lo que no quiere decir que no se le pueda leer en algunas publicaciones. Pero es en su blog donde Jorge Fernández Bustos es más Jorge Fernández Bustos que nunca, o al menos a mí me lo parece… ahí se agranda o se achica, si le apetece, ahí se expande, o se deja llevar hacia dentro, si le place. Ahí es más sí mismo que su mismo yo: ahí es autor, y ahí es, en un sentido casi romántico del término, poeta.
No le quepa duda a nadie, aunque él lo disimule muy bien, a menudo, que Jorge atesora muchos talentos: y no me refiero a que acumule ingentes cantidades de aquella antigua moneda griega, que él sabrá (probablemente sepa hasta de numismática) aunque sí a que aparte de su ingenio, de su chispa a veces amarga, de su inteligencia casi siempre amable, es hombre de hondas raíces culturales, una rara avis contemporánea de trino flamenco y no de bandurria de rondalla, de pensamiento ilustrado y no de ideas de fanfarria.
Él mismo escribe que… [Un sucedáneo]
Puede que yo no sea yo, pero lo que sí es seguro es que Jorge Fernández Bustos sí es Jorge Fernández bustos: sus escritos no esconden sus arrugas. Y es posible que él sin darse cuenta sí perciba algo a todas luces evidente hace ya bastantes años para aquel iluminado que fue August Strindberg cuando se enfrentó a lo que otros escribían en su tiempo:
¡Poetas!
¿Por qué nos salmodiáis con rimbombancia
sobre altos temas, no es alta la vida?
¿Es fea la verdad, hermosa la apariencia?
¡Si adornáis lo que es vano, la verdad es horrenda!
¡Lo feo es auténtico! [1]
Naturalmente él no es Strindberg, entre otras cosas porque no es sueco y porque está vivo. Jorge Fernández Bustos es poeta de poemas irregulares cuando se aleja de sus profundas raíces flamencas, siempre es más original cuanto más hunde su verso en los orígenes, en el poema breve, en la voz de la letrilla popular, como en esta Malagueña…
Usa distinto jarabe,
aunque de ti digan mal,
tú no digas mal de nadie,
procura no ser igual
que después todo se sabe.
pero que puede deslumbrar, inesperadamente, cuando parece que el poema desfallece.
Os hablaré del miedo.
La soledad callada,
el silencio escogido,
el desierto sin fondo,
la fiebre ingrata,
son participaciones
de un sólo amor.
El miedo está en el hombre,
el verdadero miedo
es la voluntad que se acaba,
el espíritu que traiciona;
es la vanidad que decrece,
los sueños de grandeza;
es la flaqueza de la mente,
el corazón rendido
y el alma que se muere.
Nuestro miedo es de bronce.
Este texto pertenece a un poemario inédito que versa sobre la vida de San Antonio Abad, patrón de los animales, y se centra en sus tentaciones desérticas. Como él mismo dice es simple, fácil y directo. Así es su narrativa, así es, en general toda su producción, en la que destaca, sin lugar a dudas para mí, su eficacia como cronista del flamenco, su puntería y su precisión a la hora de valorar una actuación. Hace poco, en su blog, comentaba cómo llegó a este arte… [De los padres del Nuevo Flamenco]
Aunque mañana, cuando por fin me siente a escribir un ratito a mis amigos, algunos de los cuales estáis hoy aquí, citaré más extensamente a Mauthner, me siento muy próximo a Jorge en muchos sentidos. "No tengo empleo académico alguno. No tendré por mi trabajo título de nombramiento... no tengo yo currículo en regla tras mí, ni carrera ante mí... No conozco las locales condiciones de cada una de las Universidades, ni de sus facultades... No he estudiado nada de esto, no tuve tiempo para ello. Yo no soy un profesional. Más aún. De muchos eruditos, de los cuales sobre el valor de sus trabajos tuve que probar, no sé verdaderamente yo, pobre autodidacta, en qué Universidad viven, no sé de este o del otro, si es que viven todavía, o si es aún digno de consideración. El signo marcadísimo del diletantismo. Pues diletante es aquel que hace su trabajo por amor, por amor al trabajo, al trabajo, precisamente, que él hace”.
No quisiera olvidar que hace aproximadamente un año, Jorge logró reunir en el FEX a flamencos y poetas en una serie de actos que, al margen de su éxito, para mí, tenían un valor metafórico. Poesía y flamenco como una sola disciplina de carácter oral y coral, una identificación de dos términos que son y no son al mismo tiempo el otro. Hoy, gracias a él y a la generosidad de sus invitados, seremos de nuevo testigos de ello.
[1] Trad. Carmen Montes en colaboración con J.C.Friebe
Una de las sorpresas anunciadas que llevé a la biblioteca fue un adelanto de mi novela que, después de varios meses intentado llagar a su fin, ya está prácticamente terminada. No es convencional, nada convencional. Con un lenguaje algo arcaico se desarrolla una historia entre fantástica e histórica, entre gótica y bizantina, con mucho humor y bastante intención poética.
Llamada Septimio, el descabezado de Ilíberis, se desarrolla a final del siglo VI, época de tolerancia donde las haya, conviviendo en un mismo solar hispanorromanos, visigodos, bizantinos, judíos, vándalos, suevos, etc.
El protagonista, como bien indica el título, literalmente no tiene cabeza, la perdió por amor y no por ninguna consecuencia violenta.
En la lectura, Alberta Gallego, con voz acariciadora y sentido del ritmo, leyó tres pasajes que, como cuentos continuados, se imbrican en el texto para formar el paisaje todo.
Uno de esos textos fue Alejandrinos para una reina, publicado en este mismo blog poco después de que fueran compuestos. Otro de ellos, llamado convencionalmente El negro Botadeo, lo reproduzco a continuación:
Por estos idus abrileños, mismamente, con una carreta cerrada, que más bien parecía una pequeña cabaña tirada por una yunta de bueyes, de narices perforadas, apareció en la ciudad un hombre glabro, obeso y barbado, conocido por Gualberto, como se llamaría el hijo de Guillermo Tell, aunque esto Gualberto no lo supiese y, si lo sabía, no creo que le diera mayor importancia. Vendía un líquido brillante y traslúcido, de color azul, en tarros de medio cuarto, que, con natural facundia, aseguraba que, ingerido o untado, servía para paliar todo tipo de dolencia y solucionar cualquier tara o defecto físico, incluidas la orquitis aguda, la alopecia y la halitosis, en este orden.
El señor Botadeo, vigilante de abastos de la ciudad episcopal de Ilíberis, se interesó por tan milagroso preparado, fascinado por si serviría para decolorar las pecas, que las tenía sinnúmero visitando el cuerpo todo, lo que se evidenciaba en una cara tachonada como noche de estrellas. El charlatán le despachó varios frascos, que al principio parecieron ser eficaces, pero que a la larga tuvieron efecto adverso. Cada día que pasaba, una nueva pinta oscura se abría paso entre las demás manchas que colmaban su piel castigada. Tanto era el número de pecas que se apercibía en el cuerpo de Botadeo que juntándose unas con otras tornóse negro. Fue el primer vecino de color de la localidad. Su leyenda se sumó a las referidas en las abundantes noches junto al hogar. Desde entonces, los tiempos lo conocerían como el negro Botadeo.
Para terminar de convencer al incauto, no obstante, el yuguero tuvo que relatar varias anécdotas increíbles de pelones irremediables que terminaron siendo formidables melenudos, de cojos que prescindieron del bastón, del sostén que los mantenía erguidos, y de ciegos profundos que llegaron a ver nítida la luz del día.
—Sin ir más lejos, señoras y señores —argumentaba Gualberto—, en vuestra misma ciudad hallaréis un caso extraordinario. Este mismo bálsamo, dispensado hace unos años de forma metódica y prolongada, sirvió de alivio a un conciudadano vuestro. En un taller de suelas y tacones, señoras y señores, perdido entre las callejas que se dirigen al foro, colgado de unos hilos, un muñeco de madera lloraba su irrealidad. No tardé mucho tiempo en percatarme de tan cruel destino. Había que insuflarle vida, señoras y señores. Había sin demora que dotar de alma y entendimiento a esa criatura inanimada de ojos tristes. De manera que, poco a poco, siguiendo una costumbre ancestral, trasmitida de generación en generación desde tiempos inmemoriales, y una posología precisa, que no me está permitido divulgar, extendida entre sus miembros y articulaciones meticulosamente, la marioneta fue inhalando del mismo aire que respiran todos ustedes y yo mismo, y, señoras y señores, en apenas tres semanas y media de metódica atención, ese ser olvidado y triste, comenzó a caminar con el nombre de Glauco. Hogaño lo conoceréis muy bien, pues trabaja como mozo en los baños de esta bendita tierra iliberiana.
Un murmullo de satisfacción, asombro e incredulidad recorrió a los presentes. Botadeo, pecoso y sandio, terminó de convencerse de las bondades del linimento, aunque Glauco, el encargado de las aguas termales, nunca llegó a reconocer que la historia del barbado Gualberto fuese la verdadera razón de su existencia aeróbica. El solador de calzado, por su parte, ex propietario del títere, sin ningún tipo de indemnización, con un acopio de arrojadizos guijarros, fue persiguiendo sin descanso la carreta del feriante durante bastantes millas.
Hay quien dice que llegó hasta Anticaria, país de gigantes, en tierras malaquenses, lapidando al milagrero y a su coche boyero; otros que se cansó no más recorrer medio estadio.
Como sabéis, el sábado pasado, 24 de marzo, tuve una lectura en la Biblioteca de Andalucía con parte de mi obra breve. Conté para la ocasión con tres excelentes colaboradores que leyeron mis propuestas y una cantaora, con su guitarrista, que interpretaron una soleá que les había escrito.
Estos invitados fueron Jesús Herrera, actor y cómico, que vino de Almería expresamente para leer mis cuentos y alguna letrilla de flamenco; Miryam Martín, venida en iguales condiciones desde el norte de Extremadura, que quiso leer mis poemas y una docena de haiku; Alberta Gallego, asturiana, nacida en León, pero afincada en Granada desde hace años, adelantó parte de mi novela que, si sigo por buen camino, está próxima a su fin.
La cantaora Alexandra Ortiz, arropada por la guitarra sabia de Rafael Fajardo, hizo, como anticipo, una soleá larga, asomándose a Alcalá, Cádiz, Los Puertos y Triana.
A los cinco les estoy rosendamente agradecido.
Juan Carlos Friebe (de quien me hallo permanentemente en deuda), como gran coordinador de estos matinales Encuentros en la Biblioteca, organizados por la Cátedra García Lorca, en colaboración con la Biblioteca de Andalucía y la Biblioteca Provincial de Granada, hizo una presentación más que elogiosa, quizá desmedida, de mi persona. Después se fue desarrollando el acto que, posiblemente, se alargó más de lo deseado.
Yo simplemente me limité a presentar mi obra y darle pie a los lectores/actores para que la desarrollaran. En próximas entregas puede que vaya desgranando algo más del acto en sí. Ahora permitidme que os deje la Soleá para Alexandra que llegó a emocionarme:
Soñaba que me querías.
Me despierto y no es verdad.
Que a mí quien bien me quiere
tan sólo es la soleá.
Me cuesta la salud
cuanto yo más te quiero
menos me quieres tú.
Mejor que ahora te vayas
y me dejes con mi pena,
lo que no puedo aguantar
es una penita nueva.
No quiero recomponer
mi corazón destrozao’
soy dueña del sin querer
por los palos que me han dao’.
Cuando me diste esta pena,
tú me diste una alegría,
porque mi pena de siempre
con esta ya se me olvía’.
Llevan los celos,
llevan los celos
mi desconsuelo.
Maui y los Sirenidos en Sevilla
Estando en Sevilla, tuve la oportunidad de interceptar a Maui y los Sirenidos en la Sala Malandar en plena gira de presentación de Problemología, su tercer trabajo discográfico, ya que en Granada no pude asistir. Cuando conocí a esta chica, decía en el escenario que el futuro de la música estaba en el directo y, viéndolos, resulta que así es. Como tener los discos de antes, que venían con añadidos (póster, pegatinas, etc.) y tenerlos grabados no era igual, el cedé de los Sirénidos se puede bajar de Internet, pero nos perdemos la puesta en escena.
Esta utrerana, familia de Bambino, es una verdadera showman, es decir showwoman, pues canta, baila, actúa, improvisa…, haciendo de cada uno de sus espectáculos un momento único. Rodeada por un combo exquisito (guitarra flamenca, guitarra eléctrica, piano, bajo, saxo y batería) que le sigue el juego, Maui desgrana su disco que, con un humor y una frescura tremenda, está lleno de actualidad y denuncia. Aunque la denuncia más precisa es la de ser feliz, reírse de los inconvenientes y determinar que la vida es demasiado corta para enredarse con nuevos problemas.
Maui, sin ser flamenca, tiene un poso innegable del cante y de las formas de este arte, impregnando con todo derecho sus cantes de bulerías, alegrías, tangos, rumbas o soleares, que se mezclan de continuo con jazz, bossa, guaguancó, bolero, blues, ska, gracias a la versatilidad y amplitud de miras de cada uno de los Sirénidos.
Muchos de los asistentes sabían y coreaban las letras de las canciones, algo que me llamó la atención poderosamente. Tanto como la complicidad de ese mismo público que reía y bailaba con las ocurrencias de Maui y, sobre todo, con las letras, a veces incisivas, siempre optimistas de sus canciones.
Maui empieza con un número de magia, en el que saca de una chistera una gran raspa de sardina, con la que interactuará durante todo el espectáculo, y termina con La peor canción, donde ella misma toca la guitarra y el resto de los componentes se intercambian los instrumentos, proponiendo un simpático desconcierto. Entre medias, suena cada uno de los cortes del disco. Temas como Y soy tan feliz, Contar hasta 10, Tanguillo de la sardina o Si me llamaras fueron sonando hasta recorrer todo Problemología, incluyendo algún tema extraído de sus trabajos anteriores, Flamenco Sumergido de 2005, y Un ratito más, de 2008 (Premio UFI al mejor álbum flamenco), como el impagable El reloj.
Por último quiero decir que el disco está lleno de colaboraciones. Entre otros Kiko Veneno, Diego Guerrero, Emilio Maya o Tomás de Perrate.
* Foto de su facebook.
El pasado miércoles, 7 de marzo, estuve en La Tertulia, en un recital de apoyo al pueblo de Grecia, con el tácito lema de que ‘Grecia somos todos’. Nunca mejor dicho, esa sentencia, que se está convirtiendo en un tópico reivindicativo, en este caso tiene todo un poso de realidad. Puede que seamos los europeos que somos, los humanos que somos, gracias al pueblo heleno, padres del pensamiento y de la democracia, sin contar su aportación al teatro, a la escultura y al amor.
Organizado y dirigido por Nancy Azanasía Karantzia, de evidente origen griego, fue una noche interesante, variada y dinámica. Los poetas comenzaron, Alfonso Salazar, Juan Carlos Friebe y Pedro Enríquez, leyendo sus creaciones, alguna escrita para la ocasión. Carlos Andreoli comenzó el apartado musical acordándose de Javier Egea y su Noche canalla, para terminar en la noche del Albaicín. Ana Sola, al cante, y Pilar Alonso, a la guitarra, esparcieron un poquito de flamenco agradecido, con una soleá y una gacela de Lorca aflamencada, cercana al tango.
El increíble MagoMigue hizo un juego de cartas impresionante, al que aún estoy dándole vueltas, y, con ayuda lectora de Salazar, una cuera y unas tijeras, compuso una historia sobre los recortes con un corta y pega asombroso.
Terminó la velada la misma Azanasía cantando una canción alegre de su tierra, acompañada a la guitarra por Luis Otero, quien, con su paisana argentina Ana Valia, en el ecuador de la noche interpretaron dos hermosas canciones, El otro país de Teresa Parodi y Yo vengo a ofrecer mi corazón de Fito Páez, con un juego de voces encomiable. Luis con esos tonos graves que suenan como el eco del mundo; Ana es una soprano que, como la Academia, da brillo y esplendor.
Esta pareja de cantores argentinos, me recuerdan a esas otras parejas comprometidas de la misma tierra, de los años setenta, para mí míticas y, lamentablemente, de rabiosa actualidad, como son, por una parte, Olga Manzano y Manuel Picón (Los versos del capitán de Pablo Neruda, Fulgor y muerte de Joaquín Murieta o Caraballo mató un gallo) y, sobre todo, los hermanos Gambino, Claudina y Alberto, de origen granadino, con sus impagables grabaciones: Canción del amor armado (1975), Quiero decir tu nombre, libertad (1976) o Llamas (1978). Ellos fueron, que yo sepa, los primeros que vertieron a Georges Brassens al español.
* Luis Otero y Ana Valia en la foto, autoría de Beatriz Martínez.
A la salida del concierto, el pasado primero de marzo en La Tertulia, Javier Cobo, miembro de los Impresenteibols me dio un disco de su grupo, una grabación en directo, en no sé qué local de copas, que en su carátula tan sólo reza el título del cedé (y, me imagino que, del espectáculo), No por mucho trasnochar se amanece acompañado. Es una grabación silvestre, a pelo y en familia, que tan sólo cuenta con la voz, la guitarra y el cazú de Javier, la guitarra eléctrica y los coros de Pepe Olmedo (Alfonso en el concierto, en acústico) y el clarinete y la percusión de Manuel José Pérez, ‘Manu Palma’, que no estuvo presente en el recital del jueves.
Simpático donde los haya, el grupo versiona (por poner algún adjetivo) canciones de los Beatles, Bob Dilan, Sting, Marley o los Jackson Five, por ejemplo. Más que versionar, como digo, le cambian la letra inglesa por un sonido semejante en español, con toda la gracia, la frescura y la complicidad que se pueda tener. Sus estrofas, entre la melancolía y el amor explícito, no tienen desperdicio.
Así Twist and shout es ‘Tuesta el pan’, When the saints go marchin’ in es ‘Cuando José baja a Motril’ o Stormy Weather es la impagable ‘Estoy breva’.
Una de las bazas importantes de este grupo granadino es el directo y la interacción con el público, a los que insertan en el desarrollo de su discurso humorístico musical y lo animan a hacer los coros.
Como su nombre indica, se sienten orgullosos de ser Impresenteibols y que sus ganas de diversión estén por encima del resultado final de su acercamiento musical..
El disco, si os digo la verdad, no he podido oírlo entero, pues sus devaneos, la mala acústica y el muestrario desafinado en algunos temas es superior a mi aguante. Pero, repito, este es un grupo para ver en directo, sin complejos y para su lento saboreo.
* Un momento de la actuación (foto de Palma Amorós Rodríguez©, sacada del facebook de Javier Impresenteibols).
Inevitablemente un día sucede a otro y, como en el poema de Machado, se pisa la senda que no se ha de volver a pisar. Los días se acumulan, como digo, o se pierden ante su vértigo acelerado (máxime en una memoria estrecha como la mía).
Los días se suceden sí y los actos se amontonan. ¿Cinco, siete, diez ofertas tenía el último día de junio, caluroso hasta el extremo?
Salí tan temprano de casa que lo lamenté. A las ocho de la tarde, con 39 grados, estaba sentado en la sede de la Asociación de la Prensa de Granada escuchando una charla-coloquio sobre el "El Baile flamenco", que más bien fue un apunte sobre Miguel Medina, presente en el acto, y profesor de baile desde hace bastantes décadas. Tiene academia propia y activa en el pueblo de Quentar. Le acompañaban varias de sus alumnas que bailaron garrotín, alegrías, fandangos y un poquito de tangos de falseta del Sacromonte, basados en el Tango Angelita de Ángel Barrios. Terminaron con la Soleá del amor desprendío de Benítez Carrasco. La música en directo la pusieron los veteranos Francisco Manuel Díaz, a la guitarra, y Arturo Fernández, al cante; sabios en su hacer. Varias conclusiones. A saber, el flamenco es una carrera de fondo; y no todo el mundo ha nacido para bailar.
En un momento, y como homenaje personal a Miguel Medina, el profesor de guitarra Rafael Liñán, descendiente de Manuel Martín Liñan, fundador de la Peña de La Platería, versionó Gracias a la vida, de Violeta Parra, y Blowin’ In The Wind, de Bob Dylan. Realmente alejado del flamenco, pero un precedente, si no una premonición del resto de la noche.
Después de una cerveza, me dirigí a la Tertulia, donde Juan Trova ofrecía un recital llamado Pobre del cantor… en el que interpretaba temas comprometidos de cantautores de ambos lados del charco: Silvio Rodríguez, Labordeta, Vicente Feliu, Paco Ibáñez, Pablo Milanés… Su hijo, del mismo nombre, interpretó con duende y estilo Imagine de John Lenon.
No esperé que acabara, no obstante, pues me esperaba un poco de flamenquito en la Peña de la Platería o si no en el Carmen de la Victoria y si no… Pero en mitad del camino, hice una parada estratégica en el Liberia y, cuál sería mi sorpresa, que estaban actuando Estrella, Nuria, Marina y Estela, o sea, ‘Tan bonicas’, un grupo de funk, garage, blues y rock (y rumba), que sigo desde hace tiempo, pero que nunca vi en directo.
Aunque son eléctricas, tocaban desenchufadas. Me dieron una sorpresa y una alegría por su personalidad, frescura, simpatía, espontaneidad y apertura de miras y propuestas. Algunas de sus componentes las conocía de antiguo, de muy antiguo, me encantó encontrarlas y, junto con las demás, me entusiasmó su control, su gracia (los coros prodigiosos) y sus ganas de pasarlo bien y hacérselo pasar bien al público.
Llegué a mi casa satisfecho doblemente por el descubrimiento y por constatar que, si no es flamenco, me relajo y disfruto de forma especial.
* Foto tomada de su Myspace.
Ayer, 13 de junio, hizo ya seis meses que nos dejó Enrique Morente. Medio año sin su presencia, medio año sin su labor creadora.
Ayer, a última hora subí al cementerio para acercarme a su recuerdo y leerle quizás un poema.
Elegí una antología del Siglo de Oro español, que él gustaba de San Juan de la Cruz y demás clásicos. Sin embargo no hallé poema determinante para ese día. Si acaso el "Soneto a la brevedad de la vida" de Quevedo:
¡Fue sueño ayer: mañana será tierra!
¡Poco antes, nada; y poco después, humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo,
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.
Horas después fui a La tertulia a brindar por su recuerdo.
*Foto de Paco Sánchez.
Escribí tan sólo una nota del concierto de presentación del trabajo de Celia Mur y Nono García, Coplas Mundanas, en el teatro Isidoro Maíquez de CajaGranada, que la quise colocar como preámbulo en el artículo anterior sobre Patricia Guerrero, pues coincidió el mismo día. O sea, que fue acabar el delicado concierto en que la cantante granadina y el guitarrista de Barbate fusionaron como si fueran de la misma familia el jazz, el flamenco, el fado o la bossa, y subí a La Platería para ver a la joven bailaora.
A punto estuve, pero finalmente pensé que tanto la una como los otros deberían estar solos en su palco. No obstante, Coplas Mundanas, después de hacer un recorrido por la geografía del disco, desde Amor de mel hasta Atún y Chocolate, desde La Estrella morentiana hasta la Salve marinera, desde Trafalgar hasta La ruta de la seda, me inspiró un solo texto que dejo a continuación, guardando el bisturí para nuevas entregas.
Nono García con su guitarra abre un abismo donde se unen los ecos musicales de los cinco continentes y Celia con su voz materializa esas corrientes y hace que se junten las manos de todos los colores en un sentimiento común y mundano (en su acepción de universal).