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Día a día

Poesía independiente

Poesía independiente

En Granada hay tantos poetas como músicos en La Habana. Desde siempre he estado rodeado de ellos (incluso he jugado alguna ves a ser uno de estos componedores de versos). Pero siempre, casi siempre, la poesía ha sido endógena, del pueblo, independiente y casi anónima. Cuando la poesía se oficializa o sale de una institución, de la Universidad, entra a formar parte de una gran mentira.

"Por las tabernas y burdeles de Beirut malvivo", poetizaba el vate Cavafis. "Estoy enamorado de mí, hay tantas cosas en mí que son tan deliciosas", escribía Whitman en el eterno Hojas de hierba.

La poesía es íntima. De pequeñas reuniones (que pueden ser de dos) o para saborearla en solitario. Aunque la poesía leída, la poesía escuchada (y a veces musicada) tiene un doble valor, tiene un eco impagable. Sentir su ritmo, su melodía, el ímpetu de las palabras o dejarse meced con la cadencia de un verso es uno de los placeres aún no catalogados (los rusos saben de lo que estoy hablando).

Todos los lunes, en el café Anaïs, de Granada (hay que especificar, pues, asombrósamente, tengo fieles lectores en Chile, Suecia o Italia) se lee poesía. Los martes tenemos recitadores en la Cuadra Dorada, en la Casa de los Tiros. Los miércoles o jueves de este otoño, los compañeros de Letra Clara desnudan sus poemas en la sede de la Fundación Rodríguez-Acosta (Callejón Niño del Royo, 8). Bajo el título "Fundación de Versos", hoy, día 18, a las 19:30, presentarán sus composiciones los poetas Antonia Ortega Urbano y Alejandro Pedregosa.

(El jueves 23 de noviembre, la "Fundación de Versos" presenta a Trinidad Gan y Ramón Repiso y el jueves 18 de enero a Juan Varo y Virgilio Cara.)

El resto de la semana, también hay poesía en La Tertulia, en el Liberia... no sé. No todo es tomar cerveza o ver el fútbol o ir al cine.

Lombarda sin Mateo

Lombarda sin Mateo

Hace unos días el grupo de música tradicional "Lombarda", afincado en Granada, sacó al mercado, con el nombre de Colección, dos CD y un DVD con todo el material que la banda ha ido registrando a lo largo de más de 26 años y que ya se encontraba descatalogado y desaparecido.

Conozco al grupo desde los años 80, es decir, desde sus inicios. He ido siguiendo sus andanzas, escisiones y paros biológicos, que le dotaron un tiempo de existencia inermitente, hasta la fecha (sin ningún rigor, también es cierto).

La historia es que conozco a Manuel Mateo, uno de sus fundadores (aunque primero conocí la increible agrupación y sus instrumentos exóticos, como el dulcimer o los laúdes, y su música sin edad).

A raíz de Mateo (un tipo afinado, con gusto y todo terreno) he ido adquiriendo alguno de sus discos (el primero un elepé del año 87 con el nombre de Lombarda). En 2000 sacaron otro trabajo con el mismo nombre del grupo que fue una maravilla de rescate del folklore alpujarreño, lo que les caracteriza, no obstante, además de tener un buen sonido y abundancia de colaboraciones y cameos. Entre estos dos, La fuente de los cantos (1990) me pasó algo desapercibido. De 2003, no sólo tengo el disco, sino que cuento con una maqueta previa con algunas propuestas que, al final, no fueron definitivas. Para este cedé , llamado dalequetedale (en el que colaboró Enrique Morente), con sumo gusto escribí el interior de la carátula con el texto que aquí reproduzco:

 

LOMBARDA CON AMIGOS

Un viajero sin edad ni condición, se detiene en una venta del sur de España para, una vez reposado, proseguir sus andanzas (una de las condiciones indispensables del caminante es su necesidad de continuar). Tras haberse repuesto de la fatiga que se le acumula en los ojos y de haber llenado un estómago que se vacía a cada paso, pregunta qué suerte de alquimia ha necesitado comida tan modesta y, por otra parte, tan sabrosa.

El posadero, halagado en extremo, alcanza a relatar los ingredientes y la justa cocción de la Lombarda con Amigos para doce raciones:

Ingredientes:

El corazón de una LOMBARDA más bien grande; un pellizco de ENRIQUE MORENTE; una cucharada sopera de MANUEL LUNA; un toque de ELISEO PARRA (picadito muy pequeño); una pizca de CARLOS BECEIRO; un chorreón de PACO VEGARA; sal andaluza y pimienta sabia.

Preparación:

Una vez prendido el fuego con leña de olivo y tomillo que aromatice, se prepara el trébede y se rehoga la Lombarda cortada finamente en cazuela de barro. Mientras tanto, en el almirez, se van majando los demás ingredientes vertidos con amor, a los que se ha añadido taza y media de sonido de Banda. Se añade a la Lombarda y se cuece a fuego lento hasta que se traben todos los sonidos. Salpimentar al gusto con una sección de metales. Antes de retirar de la lumbre, se pueden añadir cuantos amigos músicos se acerquen por el fogón. Se deja reducir el caldo hasta lograr doce raciones más una por si llega algún invitado de última hora. Servir caliente, acompañado de una jarra de vino de la tierra y un pan necesariamente casero.

En 2005 apareció un nuievotrabajo monográfico intitulado "Mariana de Pineda. Musica y Libertad" y ahora, en 2006, ve la luz esta Colección recopilatoria rememorando los mejores momentos de Lombarda. En ellos, como es lógico, destacala aparición de Mateo, alma y voz del grupo durante veintitrés años seguidos y ahora separado de sus colegas.

Las razones no importan. Lo verdaderamente trascendente es que no se le haya informado de este proyecto hasta su consumación. Y es que la Lombarda sin Mateo está falta de sabor.


Pepe Agudo

Pepe Agudo

Desde que tengo razón de uso, soy consciente de que la muerte les llega sólo a los demás; pero hay veces que apunta muy cerca. Es como un juego de barquitos que, cuando el fallecido es ajeno, el tiro cae al agua. Sin embargo (y hoy es uno de esos momentos), cuando el desaparecido es alguien cercano, te sientes tocado e incluso hundido por momentos. La dama de la guadaña comienza su baile y no sabemos quien tiene en su agenda, cual será su próxima pareja.

Hay un cuento magnífico de Jean Cocteau al respecto que, por ser breve, reproduzco íntegro:

EL GESTO DE LA MUERTE

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

- ¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

El bondadoso príncipe presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

- Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

- No fue un gesto de amenaza –le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

Pepe Agudo ha muerto. Puede que le tocara morir, pero para mí, para los suyos, para los que lo querían (que eran todos los que se habían acercado a él), se ha muerto como Ramón Sije a Miguel Hernández, como el rayo.

No se lo llevó un cáncer antiguo, no se lo llevó el quiste reciente en el pulmón, que sobrellevaba con estoicismo y valor. Fue un ataque fulminante, fue la picadura mortal del infarto.

Fue rápido, dicen. Era una gran persona, decimos. Un gran corazón que terminó por estallar, unos latidos a compás que se pararon. Porque Pepe Agudo era un buen flamenco, gran aficionado e impulsor de este arte en general y de sus creadores, de su conocimiento y de su difusión en particular.

Pepe era el Presidente de la Federación de Peñas Flamencas de Granada y como tal se le estimaba y se reconocía su labor sin fin. En todos los eventos estaba y se implicaba.

Echaremos de menos sus oles y sus gritos de ánimo al artista que sabe pellizcar en un escenario.

Merece la paz de su descanso y el homenaje tácito que le debemos los amigos, todos los flamencos.

Meme musical

Ayer me propuso Enrique Ortiz a través de su blog que respondiera a un cuestionario musical, que a su vez le propusieron a él, y que consiste en contestar con canciones de nuestros grupos favoritos a un tándem de preguntas seleccionadas. Y, cómo no, respondió con la sensibilidad que le caracteriza.

Por mi parte, le comenté que me parecía una idea al menos curiosa, pero que yo, lejos de abrirme al inmenso orbe musical, me centraría en el flamenco (más en el título y el artista que la canción en sí, pues –como sabemos- el cante flamenco se compone de estrofas sueltas, que poseen como única relación la motivación del cantaor en un momento determinado).

De esta manera, expongo mis respuestas:


¿Eres hombre o mujer?: Yo soy el viento (bulerías de Camarón)

Descríbete: Agua fina por salobre (tarantas de Carmen Linares)

¿Qué sienten las personas cerca de ti?: Los locos buscando (aires de Huelva de El Cabrero)

¿Cómo te sientes?: Sembré una esperanza (tangos de Enrique Morente)

¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?: Procuro olvidarte (de Bambino)

Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente: El que la lleva la entiende (bulerías de Arcángel)

¿Dónde quisieras estar ahora?: Huyendo del Rey Herodes (villancicos de Marina Heredia)

¿Cómo eres respecto al amor?: Volar sin alas (tangos de La Susi)

¿Cómo es tu vida?: Voy tirando (Soleá de Aurora Vargas)

¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?: A mis soledades voy (soleá de José Menese)

Escribe una cita o frase famosa: Quien maneja mi barca (de Remedios Amaya)

Ahora despídete: Al que le dé, que perdone (soleá de Chano Lobato)

Acordes de flamenco

Acordes de flamenco Si os encontráis en Sevilla o alrededores, hoy (martes 12), se presenta la revista "Acordes de Flamenco", en el Museo de Baile Flamenco de Cristina Hoyos (Manuel Rojas Marcos, 3), a las 20.00 horas, con un reportaje que hice sobre este museo y una entrevista a su Directora Artística.

Granada sostenible

A la derecha de este blog, algo abajo, he puesto algunos enlaces a otros blogs y páginas de internet en las que suelo bucear. Mi intención es hablar de todas y cada uno de estos links (no son muchos) y, si es posible, tratar de ellas coincidiendo con algún acontecimiento extraordinario. Este es el caso de la revista de ecología ciudadana "Granada Sostenible" (www.granadasostenible.org), que, con la Asociación "Granada al Pedal", mañana miércoles, 13 de septiembre, a las 19'00 horas, en el Palacio de los Condes de Gabia (C/ Varela, Granada), presentan el número cero de "Cuadernos de movilidad y ecología ciudadana", en el cual se inserta un hipercuento de mi cosecha.

Desde hace varios meses, la Asociación Granada al Pedal vienen publicando esta revista digital sobre ecología ciudadana con el objetivo de incidir en "un cambio cultural para la movilidad sostenible".

Muy en la tierra, sus propuestas son legítimas y totalmente factibles. Ellos se han pronunciado por ejemplo por el proyecto de metro en granada, la tala indiscriminada de olmos en la Avda. Constitución o sobre la realidad de las banderas de calidad en nuestras playas.

Es imprescindible echarle un vistazo y una manecilla cuando podamos, pues como decía ese proverbio masai: "La tierra no es un regalo de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos".

Os espero mañana.

El pajarillo

El pajarillo

El otro día cayó en nuestro patio un pajarillo. Fui a regar las macetas y allí me lo encontré. Vi algo que se movía entre ellas. Desde el principio supe que era un gorrión que no podía volar. Asomé la cabeza tras un granaíllo macho y efectivamente, era un-gorrión-que-no-podía-volar. Qué hacer. Lo primero, no espantarlo más de lo que estaba. En segundo lugar, ponerle agua cerca, pues el calor es de justicia y el sol era macho, como el granaíllo.

A continuación, llamar a mi amigo Nono, que es el que sabe de pájaros, de pájaras y de pajarracos. Me explicó que, dejándolo tranquilo, sus padres se ocuparían de él y que a los tres días alzaría el vuelo.

Tenía razón, los gorriones mayores se acercaban al patio y, entre el laurel y un rosal, lo alimentaban con mimo. Daba gusto verlo piar hacia arriba. Daba gusto verlo alzar el pico y comer lo que le dispensaban sus mayores.

Temía por los gatos que rondan por el barrio o, mejor dicho, tenía miedo por el pajarillo, no le echaran mano -quiero decir garra- algún maullador hambriento. Pero los felinos no aparecieron (gracias a 2).

El pajarillo se fue soltando. Por muy dulce que le hablara, por mucha agua limpia que le pusiera, por mucho cuidado en mis movimientos... el pajarillo seguía huyendo de mí. Sus vuelos cada vez eran más grandes (todos rasantes). Del granaíllo macho, donde había fijado su residencia, saltaba hasta el jazmín, a la izquierda o hasta el níspero a la derecha.

El último aleteo que le vi realizar a media altura alcanzó los acantos y las enredaderas de la pared opuesta. Y dejé de verlo. Temía porque hubiera saltado al patio del vecino, temía por el gato... Pero prefiero pensar que, como Juan Salvador, encontró la libertad del cielo abierto.

De hecho, mi niño y yo, seguimos poniéndole el cacharrito de agua fresca todos los días y, sin ver lo que pasa, lo encontramos vacío a la madrugada siguiente. Lo único que lamento es que no se despidió, que no ha dejado ni una triste nota.

* El pajarillo de la foto no es el mío (lo he pirateado de internet), pero el tamaño viene a ser el mismo y el brillo en los ojos es igualito.

Prueba superada

¿Prueba superada? Al menos lo hice. Presenté el día flamenco en el Parapanda Folk y no salí muy decepcionado, aunque los nervios vencían desde el principio. Creo que aparecí cinco o seis veces en público, pero sólo estuve tranquilo en la última de mis salidas. No sé si es porque ya me iba o porque al final encontré el equilibrio exacto (siempre he sido lento). El caso es que ha sido mi primera presentación flamenca y creo (ahora, espero) que no sea la última. 

Los focos me abrumaban. Salir al escenario y no ver nada, no recibir la posible complicidad del público asistente me desconcierta y abunda en mi inseguridad, ya de por sí crecida. Además, nos rodaron para la televisión.

Salí sin papel alguno donde apoyarme. Así que, por suerte o por desgracia, se me olvidó la mitad de lo que quería decir. A medida que avanzaba mi presencia, mi ánimo iba decayendo. Sin embargo, sin yo proponérmelo demasiado, al final obtuve algunas felicitaciones, por mi conocimiento, por mi parquedad, por mi gracia...

La próxima vez lo haré un poco mejor. Aunque nunca llegaré a ser un animal de la escena. 

Parapanda Folk

Tan sólo un apunte, un recordatorio en este día de vértigo y el hueco que abro en mis quehaceres. Hoy es un día si no grande, bastante interesante para mi trayectoria mediática.

Aunque no es la primera vez que subo a un escenario, aunque no es la primera vez que hablo por un micrófono, aunque no es la primera vez que me dirijo a cientos de personas, quizá miles... el miedo escénico no me lo quita nadie.

Quien me conoce, me habrá visto lidiando diferentes toros, bien presentando, bien leyendo poesía,  bien haciendo humor. Pero presentar un festival flamenco como el de Íllora en calidad de entendido y profesional nunca lo he hecho.

Siempre, confesar tu primera vez es cuanto menos delicado (¿arriesgado?), pero lo intentaré. Sólo necesito empezar a hablar, entrar en calor, que la gente se identifique con mi voz y comprenda cuanto antes los mensajes subliminares que puedo enviar... Pero qué difícil se me hace romper el hielo, saltar al vacío, como quien hace puenting o se tira con paracaidas, lo realmente complicado es decidir que tus pies no se apoyen en ningún sitio, que has decidido trasgredir las leyes naturales y nos disponemos a caer sin saber muy bien qué nos espera (¿habra una red que amortigue esta locura?, ¿se romperá la cuerda?, ¿se abrirá el paracaidas?, ¿para qué será el casco?).

Lo único que sé es que si se me da bien, si estoy a gusto, si tengo aceptación, repetiré la hazaña y un nuevo presentador tendrá el flamenco.

Os recuerdo el programa: Chano Lobato, Carmen Carmona, Niño Jero, Juan Pinilla y Álvaro Rodrígez (al cante) y Patricia Guerrero (al baile).

Vuestra presencia y apoyo contribuirá a mi posible bienestar. 

Donde vierte la luna

Donde vierte la luna

Hoy, bien mirado, hace un día más benigno que ayer. El lunes, salías a la calle con el cigarro en la boca y se encendía solo. No es que no haga calor (nos vamos a morir hasta en la sombra), sino que yo no he visto lagartijas con cantimplora. Sin embargo, tenemos suerte aquí en Granada, por la Sierra, por la oscilación térmica, por esos extremos que nos hacen pasar del verano al invierno sin entretiempos que perturben este radical. Por la noche y de madrugada hace fresco o al menos una temperatura agradable. De manera que buscamos la noche como las brujas, nos identificamos con la luna y con las estrellas, más como terapia que por convicción romántica.

Lástima que los nublos de hoy nos impidan ver la hermosa luna llena de julio. Cuando hay luna llena, decía alguien, me convierto en el hombre bobo. No sé si nos afecta la luna, pienso que sí. Y no solamente en las mareas, en las cosechas o en los periodos hormonales. También en el estado de ánimo. Una noche sin luna o con la señora de la noche escondida es más triste que cuando tenemos un diáfano plenilunio. Hay quien se considera noctámbulo y hay quien trabaja de noche. Yo prefiero el día, el sol y una cervecita fresquita.

En árabe la luna se llama 'kamar'. Me lo dijo Kamar, una amiga musulmana que, por lógica aplastante, se llama Luna. ¡Qué nombre más bonito y no el de Jennifer! En griego la luna es Selene. Y el sol Elios. ¡Qué lejos de nuestro Lorenzo y Catalina! Sol y Luna eran los señores del universo, dadores de vida y regidores de todo fenómeno, desde el nacimiento (Elios) hasta el ciclo de las cosechas (Selene). Por eso, los hijos de Cleopatra Séptima (así, con letras) y de Marco Antonio, destinados a gobernar el mundo y a todo cuanto hay en él, fueron llamados Alejandro Elios y Cleopatra Selene.

Los habitantes de la luna, si los hubiera, se llamarían 'selenitas', que, en realidad, son las piedras lunares (no confundir con los lunares de las piedras). Hace poco leí que la tierra (¿?) en la luna huele a pólvora quemada. Cuando vayamos a la luna, por si acaso, no encendamos un cigarrillo, por si acaso.

Algunas civilizaciones orientales y africanas conceden el sexo másculino al astro nocturno y al sol (nuestro poco agraciado "Lorenzo", como digo), más bondadoso, sin ambages, es femenino. El jefe de la tribu de los Dan (leí hace tiempo en Cunqueiro, que a la vez leyó de algún otro), que es una tribu de negros sudaneses, creo, fabricó un escudo nuevo de árbol jóven. A fin de que se ablandase la madera para herrarlo con más facilidad, llenó de agua su concavidad y lo dejó a la intemperie. Una noche la verticalidad de la luna llena se reflejó íntegra en el brocal del escudo. Sus esposas, que por allí andaban, entusiasmadas por el prodigio, llevaron la buena nueva a su señor, quien, con suma habilidad, cubrió el cuenco con una piel de leopardo bien curtida para atrapar aquel disco de luz, dejándolo al cuidado de las mujeres. La más joven y atrevida, corría de hito en hito para destapar y tapar de contínuo esta maravilla de luz atrapada. Así explica esta tribu las fases lunares. Y, cuando la negrita oía el entrechocar de los aros metálicos en los tobillos de su amo que se acercaba, soltaba de golpe la piel de felino, explicando así el fenómeno del eclipse.

La luna tiene embrujo. La luna ha inspirado muchas leyendas, muchos cuentos y poemas... que no necesitan más explicación. Aunque sí quiero dejar constancia de un haiku que publiqué hace un par de años en "Manos de seda" un cuaderno de poesía, dentro de la colección "Vitolas del Anaïs":

Mengua la luna

hay tantas cosas, sabes,

que me entristecen.

Giselle

Giselle

Por error en el periódico, llegaron a mi poder un par de entradas para el Ballet Clásico Arte 369 que, bajo la dirección de María Giménez, se representó el pasado jueves (29 de junio) en los jardines del Generalife. Pensando que tenía algún tinte flamenco, me las guardé sin más. El miércoles llamé a la redacción para confirmar mi asistencia y con extrañeza me dijeron que muy bien, si quería asistir que lo disfrutara, pero que no tenía nada que opinar de una materia que no es la mía, ni domino (ni me interesa, pensaba yo). Pedí devolver las entradas por si alguien las reclamaba. Que no, respondieron, que no se va a hacer crítica, que me las quede y no moleste.

Así, que encajamos al niño con los abuelos y mi dueña y yo fuimos a pasar un buen rato al fresquito de la Alhambra. El Generalife es una maravilla (perdón por el epíteto). No había estado en este espacio escénico después de su reforma y sí que ha mejorado varios enteros. Ya no es un escenario al aire libre que se aprovecha para bailar, ya es un teatro bajo las estrellas que funciona en el verano.

Al día siguiente y al otro, todo fueron elogios en los periódicos. Menos mal que no hice algo de crítica, pensaba, porque voy a contrariar a todos. El ballet era muy profesional, de una belleza y maestría impresionantes (en dos palabras) y la música esplendida, sólo que enlatada (creo que una orquesta en directo es lo menos que se le podría pedir a un festival de esta categoría). Pero ya está. Giselle es un pastel; tiene un argumento tan peregrino como los malos cuentos de hadas, angustiosos y trasnochados. La puesta en escena era simplista, pueril y estancada en el más casposo adocenamiento que puede haber. El vestuario y el decorado era como de baile de disfraces de fin de curso.

Sin embargo, el baile individual y coral era impresionante. Cuánta sensibilidad, qué sincronía, qué flexibilidad, que movimientos tan etéreos, (a veces parecían los bailarines literalmente volar)... Qué buen contenido en tan pobre continente. Qué belleza de almas condenadas a la mediocridad velada de ese purgatorio.

Cada vez el flamenco me llena más.

Desconectado

Cientos, miles de personas, incluyéndome entre ellos, buscan, buscamos, los trabajos discográficos de nuestros héroes musicales que, bajo el calificativo de Unplugged, lanzan sus trabajos más sinceros al mercado. Esto es 'desconectado'. Autores o grupos que graban sus éxitos, normarmente en directo, sin ningún apoyo electrónico. O sea, tan sólo, generalmente, con la desnudez de una guitarra acústica y el sonido elemental de su voz. Así podemos coleccionar estos desconectados que verdaderamente acarician los oídos de sus incondicionales. Grupos como The Rolling Stones, Bob Dylan, Eric Clapton, Björk, Nirvana o Bruce Springsteen, entre muchos, han impresionado sus acústicos.

Por razones muy diferentes, yo me he encontrado desconectado y no es que haya sido un grato concierto. Me explico, hace unas dos semanas, intentando conectar la cámara de fotos para descargarla, el ordenador no la detectaba. Probé otro puerto USB, sin ningún éxito. El escáner, que tiene esta misma conexión, tampoco iba, y el módem igualmente dejó de funcionar. Llevo mi ordenador al técnico y comienza a operar. Es más grave de lo que yo pensaba. Los puertos USB no iban, posiblemente porque en ventilador se atoraba. Cambian el ventilador y el aparato, como una vaca muda, no dice ni 'mu'. Hay que cambiar la placa entera (la placa madre). Una bromita de treinta y tantos euros y, lo que es peor, cerca de dos semanas sin tener acceso a la bolgosfera.

Existe, como dice Hueso, una cierta dependencia. No sólo al blog o a internet, sino a la máquina en sí. Soy un enfermo y me llamo Jorge. Reconozco que sin ordenador me falta algo, soy más vulnerable, padezco ansiedad... Soy adicto a los ordenadores desde que aparecieron los primeros discos duros, de apenas 80 megas, la pantallita verde fosforecente y los ratones eran tan sólo roedores. Me he acostumbrado a usar la computadora como un ciego a su lazarillo, no sólo para escribir, sino también para pensar y para guardar lo pensado. O sea, que mi ordenador se ha convertido en la prolongación de mis apéndices más racionales. Al ordenador le debo, en gran parte, pérdida de visión y, me temo que, la pérdida alarmante de memoria por desuso, según la teora de Darwin). Lamentablemente parte de mis neuronas las guardo en esta 'caja inteligente' (en contra de la 'caja tonta' que es la televisión) y la memoria que puedo almacenar en la RAM la libero de mi cabeza. Es algo así como el móvil. ¿Para qué vamos a recordar tantos teléfonos, incluso los más íntimos, si se guardan en la tarjeta de nuestro teléfono?

Por eso he descuidado las notas con las que bombardeo el correo de algunos amigos. Por eso algunos habéis desayunado en otros foros, obligados a cambiar de menú. Por eso se me han quedado en el tintero al menos diez historias que compartir. Por eso intentaré recuperar algunas ideas en los días siguientes.

Por eso, aquí estoy de nuevo. 

21

Una de las bondades del autobús es esa libertad de los sentidos que, sin descuidar el paso de las paradas, me permite concentrarme en otras cosas que no sea el camino en general o la conducción en particular. Yo suelo leer, como ayer dije. Pero también, cuando no tengo lectura, no me apetece restregar mis ojos por las palabras, mi trayecto es tan corto que no me merece la pena comenzar un capítulo, voy de pie o me es incómodo sacar el libro, me dedico a observar, a pensar. (Baden Powell decía, a principios del siglo veinte, que se puede conocer a las personas por los zapatos que lleva.)

Algunos de esos momentos oníricos, como es natural, acaban en el papel, ya sea como apunte, como pensamiento, como cuento o como referencia.

Hará un par de años, yendo (o viniendo, según donde vivas) (es como la OTAN o la NATO) de Armilla a Granada, llegué a vislumbrar un curioso número veintiuno en una camiseta, que acabó en el papel. Os dejo con el apunte:

«21. La chica morena del autobús llevaba en su camiseta el número veintiuno. Su camiseta era de esas sin mangas ni tirantes que se sujetan dificultosamente sobre el pecho, incluso si se carece de él. Tal era el caso de la chica morena del autobús que me miró al entrar. Su pelo oscuro le caía sobre los hombros, todo lo ordenado que puede caer un pelo suelto, perfectamente despeinado. Al subir en el vehiculo público, la chica me miró un momento, quizá segundos o menos. Es la mirada de inercia ante lo que pensamos puede ser una novedad, y que cargamos de indiferencia cuando deducimos que su interés resulta nulo. Fijó sus ojos en mí durante un instante fugaz y los retiró antes de decir amén. Sin embargo, yo sí me fijé en ella, en su pelo moreno desordenado sobre los hombros desnudos, en su camiseta negra sin mangas ni tirantes con el número veintiuno impreso en su pecho. La chica no era especialmente guapa, aunque sí joven, sin pecho apenas. No me llamó la atención su inocente juventud, ni sus hombros descubiertos, ni su pelo descuidado, sino el número veintiuno que ocupaba gran parte del frontal de su cuerpo. Pensé que por qué ese número y no otro, creo que llegué a pensar por qué ese número y no otro, pues siempre me han llamado la atención esas arbitrariedades. Aunque es posible que no fuera puesto al azar, sino que fuera premeditado, elegido expresamente. Lo digo, porque el veintiuno era el número favorito de una chica con la que salí a los veinte años. Desconozco por qué razón había escogido este número o esta cifra (cuando un número es compuesto se podrá llamar cifra, no sé) entre la infinidad de combinaciones numéricas que existen. Quizá sea el número 21 como tal o puede que sea la combinación del dos y el uno, y en ese orden, o la suma de ambos, aunque si es así podría ser simplemente un tres. A ver, el 21 es múltiplo de siete, es decir, tres veces siete, y el siete es un número mágico: los días de la semana, los signos zodiacales... Nunca lo he sabido y nunca se lo pregunté. Así que cuando cumplí veintiuno, me sentí algo privilegiado, especialmente admirado, querido. Pero cuando yo cumplí veintiuno, ella estaba con otro de diecinueve.»

Rigoberto

Rigoberto

De vez en cuando, sin que ello me cree un hábito inexcusable, me acerco a la prosa desbordada de Vargas Llosa. Mario, como muchos otros, no me gusta como ser humano: hace agua por demasiadas fisuras. Pero no por eso me voy a abrir una lista de autores malditos. No dejaré de leer a Borges ni a Luis Alberto de Cuenca, por ejemplo. Ni vedaré a mi hijo las creaciones de Disney por ser un agente del nacismo, dicen.

Acabo de terminar Los cuadernos de don Rigoberto (con bastantes ganas de llegar al punto final, pues me esperaban Los mejores cuentos de Sergio Pitol presentados por Vila-Matas, que prometen como pocos). Los cuadernos..., ese canto al amor y a sus aristas, los firmó Vargas Llosa en Londres en 1996 y, sin ser de lo mejor que he leído de este autor, me ha dejado cierto regusto de satisfacción. De este escritor hispano-peruano me quedo con las novelas amazónicas de La casa verde, Lituma en los Andes o, sobre todo, con Pantaleón y las visitadoras, que considero casi una obra maestra, no sólo por su trama argumental, sino por su tratamiento narrativo y esa fusión espacio-temporal que nos impele a estar en varios lugares a la vez y en distintos momentos).

Con esta obra me ha pasado con lo mismo que con El amante lesbiano de José Luis Sampedro, que me parecieó el devaneo anhelante de un abuelo en su delirio. Las dos obras tienen —más la de Llosa— momentos deliciosos de excelente estilo narrativo y de erotismo extremo, pero el hilo principal que le da cuerpo y estructura a la obra, símplemente, chochea.

Siendo una obra sensual en la que ensalza todas las manifestaciones del erotismo, se desinfla por sí sola al entrometer como uno de sus principales personajes a un tal Fonchito, a un niño repelente, hijo de Rigoberto, enterado y nínfulo (cojo la palabra de la Lolita de Nabocov que viene a significar: personita, ente angelical y demoníaca, que no es consciente de su lúbrico poder.)

La parte dedicada a don Rigoberto y a sus minuciosos cuadernos de arte, literatura y erotismo rozan lo sublime. El devenir de su segunda esposa, Lucrecia, es realmente placentero y aleccionador. Pero sus toques de humor, uno de los supuestos ganchos de la novela, es, si no casposo, extremadamente pueril.

Sinceramente, le sobran unas cien páginas a este recorrido por las fantasías de un intelectual maniático, lo cual es una redundancia.

Adiós

Ayer murió una amiga mía. Remedando a Miguel Hernández en la elegía más bella de nuestro corpús poético, puedo decir: se me ha muerto como el rayo Angelina Torné. Murió hace días, pero yo me enteré ayer, que es una doble muerte. Un cáncer se la ha llevado y, aunque sea una muerte anunciada, el hueco que deja en mi memoria es estremecedor. Su teléfono sigue aun en mi agenda y su figura se pasea por el álbum de fotos de mi casa. En realidad era una amiga de mi madre que me la traspasó. No como se traspasan las aguas del Tajo-Segura, sino como una conquista de cupido. Era una señora elegante como pocas. Su sonrisa y estilo la precedían por donde fuera. Hacía tiempo que no la veía, pero estoy seguro que su cabeza estuvo erguida hasta el último momento. Me sacaba unos quince años de edad y unos doscientos en madurez e integridad. Aunque su biografía es oscura para mí (nunca me interesa lo que no me cuentan de primera mano), se que era licenciada en Bellas Artes y que se dedicaba a promocionar el arte. Tenía una galería, "Laberinto", y una pléyade de artistas jóvenes a los que apoyaba y daba los primeros empujones. Me da bastante pudor confesarlo, pero ella quería que yo pintara, que depurara mi estilo, que le llevara obra... Llegó a vender, a buen precio, alguna aguatinta que hice ante su insistencia. Y me regañaba porque no firmaba mis láminas. Así que a las que le dio salida las firmo ella con mi nombre. Nunca me cobró comisión.

Ahora la recuerdo preocupada por todos. Ahora la entreveo cuando me cruzaba con ella: "tienes que venir a verme", decía, "tienes que venir a la galería", "cuando organicemos algo en mi casa os vamos a invitar"... Pero nunca nos veíamos, nunca nos invitamos, siempre se difuminaba nuestra intención en las vaharadas imperturbables del paso del tiempo. Cómo lamento no haber acudido a su llamada, cuánto siento no habernos conocido más a fondo. Sé que se ha ido una gran persona. Interesante por todos los lados que la mires. Quizás algo esclava de su tiempo y su familiar condición nacional-catolica.

Nunca la he echado más de menos. Descansa en paz, Angelina.

Sacromonte

Sacromonte

Estos últimos días he subido varias veces al Sacromonte. La razón es porque he tenido que hacer un artículo para una publicación de flamenco sobre lugares flamencos de Granada. La revista, llamada "Acordes de Flamenco", es de reciente creación. Ya está en los quioscos el nº 1,con el que regalan un vídeo para aprender a tocar algo de flamenco con guitarra y a bailar también (o a poner los dientes largos a quienes queremos y no podemos).

Es increible la cantidad de flamenco que hay en Granada. Aparte de festivales, ciclos, programaciones culturales, etc. existe una programación estable al menos en una media docena de locales o cuevas. No digo que todo sea de calidad, pero para satisfacer deseos y hallar el duende en algún rincón, seguro que sí.

El Sacromonte, que cada es más monte y menos sacro, es un lugar privilegiado (Valparaiso se llama su enclave). Tiene las mejores vistas de la Alhambra, del Generalife, del Carmen de los Rodríguez Acosta... que puede haber.

A pesar de que muchos tablaos y zambras ya no funcionan, en los que quedan puedes perder la noción del tiempo y amanecer escuchando tangos. Además, si tenemos suerte, podemos coincidir con algunos profesionales que se refugian tras una copita después de acabar su faena, que se arrancan a cantar o a tocar o a bailar expontáneamente que, según Antonio Gala, entre muchos, es cuando lo hacen mejor. Es cuando el arte hace uso del artista. Es el hombre un puro instrumento que increíblemente es cuando está más cansado, más cascado, más bebido... es cuando menos se juega.

Llevé a Nono para hacer fotos, pues las mías son de juzgado de guardia, que no sé para que tengo cámara, si no fuera por el Photoshop. Cogimos material de sobra. Visitamos lo que pudimos. Agradable el rato con Curro Albayzín; fantasmal Enrique el Canastero; interesante el Centro de Interpretación; ignorados en la Cueva de la Rocío; literatura Negra la visita a la Venta del Gallo. En esta útima, no me pude contener y le mostré a Nono una de las fotos que cuelgan en sus paredes que, desde el primer momento que la vi me enganchó. Mi compañero, como era de desear, cayó también bajo su embrujo y la fotografió a su vez. Es la metafotografía: fotografiar la foto (como la metalimpieza es limpiar la aspiradora, por ejemplo).

La instantánea es la que precede este artículo, así que omito su descripción. Sólo pienso en que si nos impacta hoy día, qué habría sido en los años 60, a los que seguramente pertenezca este contraste.

¡Que la disfrutéis!

Déjale que crezca

Ayer se inauguró la exposición "Oye, mira, haz" de pintura infantil y poesía, en la sala de esposiciones de CajaGRANADA, en San Antón. Con el fin de recaudar fondos para Aldeas infantiles, se ponen a la venta cerca de cuarenta pinturas de niños al único precio de cien euros cada uno. "No se paga el cuadro —según Elizaberta López, comisaria de la exposición e ideológica del proyecto—, el cuadro no tiene precio", se paga el trasfondo, la causa, el sentimiento... compramos futuro. A las obras —realmente geniales— las acompañan unos poemas que unos treinta autores han cedido gustosos para la muestra. Algunos, de su obra impresa o guardada, otros —como es mi caso— escrito para la ocasión.

En Granada Hoy (21-04-2006) se hace referencia al tema. Oss dejo el enlace de su edición digital: http://www.diariogranadahoy.com/diariogranadahoy/articulo.asp?idart=2713309&idcat=2922

Y, cómo no, reproduzco el texto que, bajo el título Déjale que crezca cuelga en una de sus paredes bajo los tonos verdes de un cuadro delicioso.

Se ha quebrado el espejo

donde pones tus manos

sucias de regaliz,

donde aplastas la cara

sin bozo siquiera,

donde ensayas tu nombre

en el vaho de tus besos.

Se han perdido las brujas,

bucaneros y duendes

que desbordan las páginas

de cuentos ilustrados

con que dormías cada noche.

Ya no pinchas tu dedo

en la rueca durmiente,

en la rueca que espera

el beso azul,

príncipe enamorado.

El caballito de madera,

ese de brida roja,

mira con amargura

su reflejo en tu espalda,

cuando en la bamba olvidas

que tienes un padre violento,

y el aire seca tus lágrimas,

y el viento borra tu infancia.

Crónica de guante blanco (¿blanco?)

Crónica de guante blanco (¿blanco?)

Después de las últimas noticias de corrupción inmobiliaria en Marbella, una trama que a nadie sorprende (más anunciada que la cónica de García Márquez), me viene a la mente la reseña que he escrito para Letra Clara (que saldrá para finales de abril) sobre "Paisaje quebrado" la novela de Pepo, que puede verse como una premonición o la evidencia de lo que está pasando. Os adelanto aquí la reseña.

Paisajes y paisanajes

 

La primera novela del Granadino Alejandro Pedregosa “Paisaje quebrado”, ganadora del “II Certamen Internacional de Novela Corta ‘José Saramago’, 2004”, no ha supuesto una sorpresa. Aunque a Alejandro se le conoce y se le reconoce como poeta, por encima de todo es un literato: ama la lengua y la moldea a su gusto, diciendo, con un lenguaje sencillo, directo y elegante, exactamente lo que quiere decir. Más que la suerte –lo sabemos todos-, en un concurso literario, influyen los hados, es decir, el cúmulo de coincidencias necesarias para que una obra triunfe, sobre todo las preferencias, inclinaciones y estado de ánimo del jurado. Pero donde no hay madera, no hay nada que hacer, la hoguera no arde por más llamas que se le acerquen. Y en “Paisaje quebrado” hay madera, y de la buena, arde como la estopa y nos regala, como el sándalo, su buen olor.

“Paisaje quebrado” es, en primer lugar, una novela corta y dinámica, fácil de leer, entretenida e interesante. Como he dicho más arriba, está bien escrita y tiene el toque poético de un vate de oficio. (El profesor Antonio Chicharro en su presentación dijo que un poeta está cercano a la prosa, lo que difícilmente ocurre al contrario.)

En un breve recorrido, a esta obra se la ha encasillado en el género de novela negra, y no digo que no, pero tampoco que sí. Es una novela policíaca, pero algo más, sobre todo algo más. Es una novela de paisajes, de Marbella en concreto, aunque no se mencione en ninguna de sus páginas; y de paisanajes. Es una novela de caracteres, del paso del tiempo en sus personajes y en sus ideas. Es una novela de actualidad política y social, de corrupción política (valga la redundancia), de ambición en definitiva. Sin embargo, sus discursos son demasiado positivos para reafirmarse como novela negra.

El relato se nos presenta en tercera persona, pero en él hay insertos retazos, a veces capítulos enteros, en primera persona que, de primera mano, cuentan lo que acontece. Una literatura epistolar que nos trasmite el pulso de sus protagonistas: Teo, que vuelve a su pueblo trasformado, y Edurne, una antigua novia que, en la clandestinidad, pretende abandonar la banda armada ETA, que en su sentir ha cambiado como el paisaje de Teo. Se quiebra el hábitat y se quiebran sus habitantes.

Mediante las cartas de estos antiguos amantes -unos diálogos bastante creíbles y unos personajes que dan la talla- se va urdiendo y deshaciendo una trama de corrupción y sentimiento, de relaciones humanas, de ideas que se entrelazan dando coherencia a un relato que tiene mucho de los sueños de su autor.

La novela tiene un tono desenfadado, la comicidad se impone en algunos momentos, lo que favorece su lectura. Los extranjerismos son comunes, las expresiones en vasco imprescindibles y las referencias literarias y gastronómicas -lo que caracteriza al cuento policíaco español (léase Montalbán o Eduardo Mendoza)-, bien traídas. Con todo, Alejandro Pedregosa, nos entrega una obra redonda, aunque, quizá, con algunas soluciones simplistas y un final precipitado.

El voto está con él, su pluma aún húmeda; esperemos su próxima entrega.

 

Día del padre

Una de las bondades de ser padre se presenta el 19 de marzo cuando mi familia (pequeña familia) se despierta de otro modo y mi hijo, de poco más de dos años, me regala un papel garrapateado en la guardería entremezclando pintura de dedos. Es un día que, en cierta forma, me pertenece. Se me presenta como la letrilla esa que se canta por bulerías: "Esta noche mando yo, mañana mande cualquiera". Es un día especial que hay que celebrar, al fin y al cabo llevo tan sólo un par de años ejerciendo de San José. Así que, sin miramientos, nos fuimos a comer a San Nicolás (sí, ese restaurante prohibitivo en el corazón del Albaycín para disfrute de visitantes y políticos). La comida muy elaborada ("Stupenda", diría Forges), pero la espera inhumana. Más de media hora para que vinieran los entrantes (con el vino casi habíamos acabado). Hicimos tres veces la digestión de la ensalada de canónigos y marisco rebozado (delicatessen, pero escasa). Cuando llegó la carne, ya no teníamos ganas de celebraciones. Al acabar un digestivo (té de arándanos) para digerir la dolorosa que, después de la dilatada comida, no mereció la pena. Conclusión: local desaconsejado para quien piense en un almuerzo asequible y tenga un hambre inmediato. Ah, tampoco disfrutamos de un gran servicio (¿O seré yo que cada vez aguanto menos que me saquen los ojos con un tenedor?)

Noche de poesía

Ayer empezamos a celebrar los diez años de Letra Clara, la revista de Filosofía y Letras de la cual soy partícipe. Para tal evento, leyeron una gavilla de poemas seleccionados los fundadores de dicha publicación, Alfonso Salazar y Javier Benítez. No había micrófono pero gritamos entre humo y ruido de platos y cucharillas en el café Central. Por mi parte, conté algunos cuentos, ocho en total, más breves que un poema. Reproduzco uno de ellos:

Una sonrisa en el infierno

Condenado a muerte. Emplazado a formular su último deseo. Sin titubear, como aprendido de antemano y ensayado hasta la saciedad ante el espejo ajado de su celda en el corredor de la muerte, pronunció un contundente solomillo de ternera a la pimienta poco hecho con guarnición de patatas y, añadió a continuación, acompañándolo cual partícula indivisible, y lavarme los dientes.
El juez que lo interrogaba, más legalista que su nombre, denunció ante el ajusticiado que ese no era un solo anhelo, que, seguramente apremiado por la golosina de la gracia postrera, se había recreado en la petición del doble antojo de una sustanciosa comida y el cepillado de la boca a su término.
Al cabo de unos minutos, el reo recibió la inyección letal con el estómago vacío, pero con los dientes limpios.

Esta celebración coincide con los cien años de Ayala [publicaré en este blog algo que escribí para un especial para Granada Hoy] y los trescientos que cumpliría Benjamín Franklin, ese bostoniano que se tuteaba con Luis XVI (monarca francés que concibió las copas de champagne como el molde del seno de su amante), que creó la primera biblioteca pública en el Nuevo Mundo y que inventó la estufa de hierro.

Álvaro Cunqueiro, en Memorias del sochantre, decía de él:

Franklin Americano, Don. Inventor del pararrayos y de "la grande armónica". Era un chinchete opinante, y se mostraba muy jactancioso mandando novedades a las escuelas. (...) Podía hablar nueve horas sin remojar, y todo por la Enciclopedia. Decía que no había tal sexto mandamiento.